Domingo, 1 de diciembre de 2013 | Hoy
Por Javier Lecumberry
Lo conocí a Skay en 1995. Yo estaba tocando con Jorge Pinchevsky y él nos había ido a ver con Poli. Al final del show conversamos y nos hicimos amigos al instante y para siempre. Acostumbraba a mostrarme los demos de los discos que iba preparando con los Redondos, y yo le mostraba lo que hacía con mi banda, La Doblada. Cuando los Redonditos se separaron me llamó y armó la banda. Skay es un gran director de orquesta: sabe cómo sacar lo mejor de cada uno, y sabe cómo hacer para que una banda de rock suene orgánica. Para mí es un genio: en ese sentido destaco su claridad melódica y la capacidad para componer canciones.
Desde el debut en 2002, en Mar del Plata, hasta ahora, noto que creció mucho como cantante. Yo lo veo cada vez más sólido, como que no tiene techo. Su temple, ese temperamento tan especial, hace que vaya despacio, pisando sobre seguro. Todo lo hace bien, y si no, no lo hace. Es muy trabajador. Muy respetuoso. Celebro tocar con él, y compartir largas madrugadas en el Imaginario.
Javier Lecumberry es tecladista de Skay y Los Fakires
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