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Top of the Lake (Nueva Zelanda)

Escrita y dirigida por Jane Campion, la directora de La lección de piano y última presidenta del jurado del Festival de Cannes, esta serie neocelandesa se estrenó en Sundance en 2013, la primera vez que el festival independiente proyectó una miniserie hecha para televisión. Robin (Elisabeth Moss, de Mad Men, increíble) es una policía de visita en su pueblo de infancia, Laketop, que se involucra en el caso de una niña de 12 años embarazada. Mientras investiga a sus posibles abusadores –el principal sospechoso es el padre–, la nena desaparece. Mientras tanto, una gurú feminista llamada GJ (interpretada por una aterradora Holly Hunter) ocupa terrenos cercanos al lago del pueblo con su grupo de mujeres “dañadas” que, en una especie de retiro espiritual, tratan de encontrarse a sí mismas. Hombres duros y desagradables, una fotografía impecable que retrata paisajes hermosos y actuaciones atrevidas en este thriller oscuro, pionero en el punto de vista feminista y en el abismal clima de desdicha, abuso y brutalidad. Son siete episodios y se pueden ver en Netflix.

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In the Flesh (Gran Bretaña)

Una de zombis a la inglesa, escrita y dirigida por el jovencísimo guionista de 34 años, Dominic Mitchell. En nueve episodios, cuenta la historia de Kieren Walker, un adolescente “reanimado” tiempo después del apocalipsis zombi. El proceso es así: después de un tiempo, el gobierno británico consigue controlar a los cadáveres comecarne rabiosos y los considera como pacientes con Síndrome de Parcialmente Muerto. Y el siguiente paso, tras la curación, es reintegrarlo a sus comunidades. Cosa que intenta hacer Kieren cuando vuelve a Roarton, su pueblo. Así contada parece graciosa, pero la serie consigue momentos emocionantes y una muy inteligente reflexión sobre la tolerancia (¿sobre los inmigrantes?), en especial cuando el chico zombi tiene que ocultar su condición a los miembros de la Human Volunteer Force –la agrupación paramilitar que combatió a los zombis– que pululan en su pueblo. Se puede ver por I.Sat.

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Les Revenants (Francia)

La mejor, más inteligente y estilizada serie sobre los que vuelven de la muerte; en este caso, ni como los zombis descerebrados de George Romero, ni como fantasmas, sino como seres más raros, encarnados, que ignoran haber muerto y están detenidos en el tiempo. La primera en “volver” a su casa en el pequeño y precioso pueblo de montaña francés –cerca de un misterioso dique cuyo nivel de agua suele variar sin motivo– es Camille, una preadolescente pelirroja muerta en un accidente de auto. Después de ella reaparecen un novio suicida, un niño aterrador llamado Victor y hasta un asesino serial, Serge. Con música de Mogwai, una atmósfera ensoñada y a veces pesadillesca –podría haberla rodado un David Lynch francés–, se estrenó a fines de 2012, tuvo una sola temporada hasta ahora y sus fans en todo el mundo esperan la anunciada segunda parte, que está retrasadísima. Son ocho episodios.

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Infiltrado (Bulgaria)

Va por su cuarta temporada en su país –el título en búlgaro es Pod Prikitrie– y es la primera serie con proyección internacional que se ocupa de los problemas sociales y criminales del postcomunismo. El agente Martin Hristov se infiltra en la peligrosa pandilla del jefe mafioso Djaro y rápidamente consigue el respeto de sus “pares” y una promoción en las filas del capo. La trama se nutre vagamente de hechos reales tomados de la prensa búlgara, desde escándalos de corrupción hasta tráfico de drogas y personas, sin contar las muchas secuencias de violencia. Hiperrealista, algunos críticos la bautizaron como la The Wire de Europa del Este y sus dos primeras temporadas se vieron por AXN, pero dobladas al castellano. Para verla en su idioma original y con subtítulos hay que investigar un poco. Pero se consigue, y vale la pena.