Miércoles, 21 de noviembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EL LIBRO DE POEMAS DE MARÍA FERNÁNDEZ GUIZZETTI
El libro de poemas de Guizzetti, inaugura el flamante sello dirigido a la publicación de colecciones de poesía, narrativa y ensayo.
Por Sonia Scarabelli
La poesía en Rosario se ha convertido, no sin esfuerzo, en un género que tiene peso propio cuando se trata de considerar la producción literaria de la ciudad. Esa quizás sea la razón de que en los últimos tiempos un buen número de emprendimientos editoriales gestados en el ámbito local hayan apostado a salir al ruedo con títulos de poesía.
En este sentido, la presentación de un nuevo sello por parte del Instituto de Artes Contemporáneas de Rosario ICARO, parece dar cuenta de esta tendencia y reforzar la confianza en que existe un público lector que aprecia y se inclina por un género que, sin embargo, no suele tener cabida, salvo pocas excepciones, en el circuito de las grandes y medianas editoriales.
Así, Atrapar la luz, el libro de poemas de María del Rosario Fernández Guizzetti, inaugura el flamante sello dirigido a la publicación de colecciones que incluirán poesía, narrativa y ensayo. La propuesta, según señala Rodolfo Hachén, responsable de la idea y la producción de ICARO Ediciones, y director del Instituto, consiste en editar libros de formato pequeño, que se caractericen por su valor estético, enfatizando el cuidado tanto en la calidad de los textos ofrecidos como en el diseño. Este proyecto que ahora se concreta viene a realizar un anhelo de larga data, en virtud del cual Hachén espera, manteniendo un perfil consecuente con el despliegue de actividades culturales que el Instituto ha venido llevando adelante, que la nueva faceta de ICARO contribuya a promover la literatura local en sus múltiples manifestaciones.
Atrapar la luz, libro que recibió una mención en el IV Certamen Internacional de Poesía "La Lectora Impaciente" (España, 2006), no sólo inaugura la primera colección de la flamante editorial, sino que, como señala María Cecilia Muruaga en el prólogo del volumen, también "inaugura la publicación de la producción poética de la autora". María del Rosario Fernández Guizzetti, quien nació y vive en Rosario, cuenta con una amplia trayectoria desarrollada en el campo de los estudios sobre el lenguaje, terreno en el cual se abocó tanto a la investigación como a la docencia.
La autora da carnadura a una voz que registra, en un tono austero y reflexivo, el carácter enigmático del amor, tanto filial y familiar como erótico, marcado siempre por una condición de caducidad, y por ello, también de pérdida, que se inscribe en los cuerpos -en particular aquí en el cuerpo de las mujeres- de modo tal que las imágenes terminan configurando una interrogación íntimamente vinculada con la finitud que signa toda experiencia humana: "Miré, por fin,/ tu vaciedad/ Ya no eras/ más que un liquen/ mecido por el viento./ Futura comida/ para peces espantados".
De este modo, las cuatro partes que componen Atrapar la luz, "Maniquíes", "Donde no hay voz", "Retratos de familia" y "Deseo", están lejos de configurar compartimentos estancos. La mirada que fluye a través de los poemas que integran cada sección, y que afirma su consistencia verbal en un tratamiento minucioso y sutil de los detalles, opera como hilo conductor a lo largo de todo el libro. Los cuerpos, atados a deseos, mandatos, compulsiones, hablan más que desde la completud, desde la falta y el fragmento: "Desenrédenle/ el cabello/ que aún es joven./ Merece/ peines de marfil./ No ha aprendido/ todavía/ el rito familiar./ Lo atroz/ apenas roza/ sus mejillas". La luz a la que alude el título, por otra parte, no se presenta significando gracia, sino más precisamente revelando zonas oscuras, soterradas dilaciones, esperanzas incumplidas: "La oruga/ se mueve./ Simula/ la pestaña./ Aún no ha comprendido/ el delicioso engaño./ Nunca será/ mariposa"; del mismo modo que la infancia no viene a consagrar un momento de idílica transparencia, sino a delimitar un campo de fuerzas en el que se delinea una cierta condición de orfandad del sujeto humano frente a la desconcertante complejidad del mundo. Aún sí, la mirada puede, en ocasiones abrirse paso hacia pequeños centros epifánicos donde lo unitivo también tiene cabida, sellando la pertenencia doble a un tiempo que no sólo se vive como disgregación sino en el cual también es posible hilar las delicadas referencias de lo propio: "Las mentas/ reposan/ y desnudan/ la fragancia/ de la abuela./ Las puntillas/ dictan/ la pequeña desmesura./ Es el hogar./ Es la cocina./ Es la aguja/ labrando/ alguna historia".
("Atrapar la luz" se presentará hoy a las 20, en ICARO, 1º de Mayo 1117, Casa 2).
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