Lunes, 4 de mayo de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › X-MEN ORíGENES: WOLVERINE, VERSIóN EDULCORADA SOBRE EL MUTANTE MáS LLAMATIVO
La interpretación de Hugh Jackman, también productor de la película, le resta espesura a un personaje que creció por su propia fuerza. El matón que siempre está a punto de estallar se volvió políticamente correcto y perdió parte de su encanto.
Por Leandro Arteaga
X-Men Orígenes: Wolverine. (X-Men Origins: Wolverine), Australia/EE.UU./Canadá, 2009
Dirección: Gavin Hood.
Guión: David Benioff, Skip Woods.
Fotografía: Donald McAlpine.
Música: Harry Gregson-Williams.
Montaje: Nicolas De Toth, Megan Gill.
Intérpretes: Hugh Jackman, Liev Schreiber, Danny Huston, Lynn Collins, Kevin Durand, Dominic Monaghan.
Duración: 107 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
6 (seis) puntos
Sin dudas, Wolverine (o Lobezno, o Guepardo, de acuerdo con las traducciones) se ha vuelto el personaje más relevante del grupo de mutantes conocido como X-Men. Tanto en su versión comic como cinematográfica, el héroe de las garras supo cultivar un legajo propio que le ganó, exitosamente, una individualidad justa. Pero si algo siempre sumó más interés a su ya de por sí incombustible personalidad, era la incógnita acerca de sus orígenes.
Por tal motivo, los comics Marvel vieron allí un nido de explotación enorme. Se suman varios arcos argumentales con el fin de explicar la génesis de Wolverine pero, tal vez, el mejor de ellos sea el clásico Arma X (1991), serie escrita y dibujada por el gran Barry Windsor Smith, un comic que indaga pero que no aclara, con el consecuente redimensionamiento del mito y su personaje.
Pero nada de esto hay en esta entrega cinematográfica, abocada no sólo al afán explicativo de tantas historietas similares, sino que se empecina en hacer de él un héroe tan políticamente correcto como nunca. Si bien el entramado argumental justifica, en este sentido, su caracterización, pareciera que de acuerdo con la versión del actor Hugh Jackman, Wolverine solía ser un buen hombre al que han vuelto un mal tipo. Desde allí, entonces, la necesaria búsqueda de redención.
Y aún cuando esta lectura, merced a situaciones que el film explicita, no deje de encontrar paralelos obvios -la leyenda del Hombre Lobo y la bala de plata, la huida del monstruo de Frankenstein de su castillo-, se pierde aquél rasgo que, debido a tantas revistas y tres films anteriores, se nos volviese esencial en el personaje: su animalidad. En todo momento del film, Wolverine es un héroe mucho más límpido que cualquiera. No suele romper sus ropas sino lucirlas, camina como héroe de film de acción, y evidencia un look más próximo al de estrella de cine que al de bestia acorralada.
Es cierto que la caracterización de Hugh Jackman, desde la primera entrega de X-Men (2000), dotó de nuevos bríos a Wolverine. Lo volvió una versión novedosa pero desde aquella propuesta, sujeta también a los fines del realizador Bryan Singer. Ahora Jackman compone y, también, produce financieramente a su Wolverine. Y son estos rasgos de marquesina, decíamos, los que sobresalen por encima de los del personaje.
No deja de ser un film aceptable. Pero no se respira demasiado riesgo. Todo aquello que nos ha vuelto a Logan/Wolverine un incorregible -un petiso matón siempre dispuesto a estallar- aquí se diluye. Quedan, eso sí y para el observador, las apariciones "estelares" y en segundo plano, es decir, aquellas que presagian nuevas o posibles historias. Todas, a esta altura, parte de un mismo Universo que la Editorial Marvel ha cimentado ya no sólo desde las viñetas, sino también desde la gran pantalla.
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