Lunes, 20 de febrero de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › SOLDADO ANóNIMO PROPONE UNA MIRADA DESCARNADA
Por Leandro Arteaga
Soldado anónimo (Jarhead) 8 puntos.
EEUU, 2005
Dirección: Sam Mendes.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Scott MacDonald, Peter Sarsgaard.
Duración: 123 minutos.
Salas: Monumental, Village, Showcase.
Los momentos iniciales de Soldado anónimo, además de recordar el espíritu del film Nacido para matar (1987, Stanley Kubrick), exponen visceralmente la práctica violenta desde la que se erige un soldado y, a partir de él, el cuerpo militar. El maltrato institucional del superior hacia el instruido, más el juego de amistades perversas que entre éstos surge, delinean la senda por la que el director Sam Mendes (Belleza americana, Camino a la perdición) se atreve a transitar.
El escenario para que estos incipientes marines puedan dar rienda suelta a sus ansias de disparos será Kuwait, a través de los operativos que fueron conocidos como Escudo del Desierto y Tormenta del Desierto.
A través de esas operaciones militares aún presentes en el imaginario colectivo, el film de Mendes se ocupa también por desentrañar prácticas políticas y económicas que, desde la mirada del marine, resultan inocuas. Los meses comienzan a pasar como agonía, mientras la convivencia entre los hombres sedientos de guerra culmina por hacer desatender tanto la tranquilidad mental como las órdenes del sargento.
"Luego del disparo, las manos guardan el recuerdo", piensa Swoff (Jake Gyllenhaal, protagonista también del premiado film El secreto de la montaña), quien desde su voz en off relata una historia de vida desde el arrepentimiento. Su peregrinar militar es el legado de orgullo que guarda respecto de su padre, héroe de Vietnam. El ejército esa "porquería", tal la calificación de los mismos marines lo anida en su seno y lo adoctrina con imágenes de Apocalypsis Now y música de Wagner (desde una escena que no puede menos que citar otro film de Kubrick, La naranja mecánica).
Tal vez, y como marco de máxima significación, uno de los mejores momentos de Soldado anónimo lo constituya el reencuentro con un excombatiente de Vietnam. Esta, como otras historias más pequeñas e importantes que se plantean a lo largo de la película, son las que resquebrajan los gritos autoritarios: el cariño que se abandona, el hijo que habrá de nacer, la incertidumbre ante la vuelta, el cara a cara real con el "enemigo". Casi como si se tratase de grietas entre las que asoman la persona y sus sentimientos, bastión de desafío a la formación militar y su brutal represión y sublimación sexual.
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