Jueves, 27 de abril de 2006 | Hoy
Se estrena "El custodio", donde el actor Julio Chávez es un guardaespaldas de un ministro de la Nación. "Tiene que estar atento a que aparezca algo que no va a aparecer", explicó.
Por Edgardo Pérez Castillo
En una línea actoral que presenta coincidencias en relación a sus últimas apariciones cinematográficas, en El custodio --uno de los dos estrenos que llegan hoy a la ciudad-- Julio Chávez compone a un personaje que no necesita de palabras para evidenciar sus sensaciones. Sin embargo, en el film debut de Rodrigo Moreno, el actor de Un oso rojo y Extraño, los sentimientos y necesidades de Rubén, el custodio en cuestión, sólo son evidentes para el espectador. Es que el mundo en el que se desenvuelve ese hombre solitario, algo tosco, parece ignorar su existencia misma.
A partir de la presentación de un contexto bastante claro --Rubén es el solitario custodio del ministro de Planeamiento de la Nación--, El custodio bien podría prestarse para un desarrollo a plena acción. Aunque a pesar de ello, en la ópera prima de Moreno el eje pasa por otro lado, y así lo reconoce Chávez en su entrevista con Rosario/12: "No es una película de tiros o de acción, por el contrario. Es una película de una aparente inacción, porque justamente a Rodrigo y a mí nos gusta mucho eso. El elige un custodio de un ministro en un país donde a un ministro no le va a pasar nada. De manera que la acción de Rubén es limpiar un arma que no va a usar, arreglar un chaleco antibalas que no va a usar, custodiar y proteger a un hombre al que no le va a pasar nada. Tiene que estar todo el tiempo atento a que aparezca algo que no va a aparecer, y eso lo lleva a un tema que tiene la película que es cuál es el sentido de la vida, qué estoy haciendo, para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo y cómo me devuelven la buena ocupación que tengo. Porque siempre he limpiado el arma, siempre he cuidado, siempre he estado donde tengo que estar, soy un buen custodio. Entonces, ¿no se me puede mirar, por lo menos, con un poquito de benevolencia?".
"A diferencia de eso, lo que se cuenta es que el mundo pasa al lado de este hombre y ni siquiera lo mira, no lo advierte --agrega Chávez--. Y como él es un custodio, y tiene como rol no ser advertido, hay un juego interesante porque él está muy acostumbrado a ser el fondo del fondo. Pero lo que sucede es que él empieza a advertir que hay un comportamiento alrededor de él que lo denigra en relación a su rol, y al mismo tiempo él siente que el rol de la persona que está custodiando está denigrado. Entonces aparece una pregunta existencial: ¿qué estoy haciendo en mi vida?".
-En paralelo, Rubén está prestando atención a una familia que no es la propia, cuando a su vez tiene un núcleo familiar conflictivo.
Ni siquiera conflictivo, sino demandante. Porque tiene una sobrina que es un desastre, y tiene una hermana que es sicótica. Pero él mismo no tiene una vida social despierta. El mismo es alguien socialmente falto de lenguaje. No sabe festejar su cumpleaños, no sabe recibir un regalo, no sabe qué hacer con eso. Lo social lo pone a él justamente en un espacio de orfandad en relación al lenguaje. Su relación física es con una prostituta, con la cual no tiene necesidad de hablar, y termina su cumpleaños comiendo un pancho, solo, y en verdad es la manera en que está acostumbrado a estar: solo. Es un animal herido, un animal malherido al que no hay que tocarlo en su herida, y lo que la película cuenta es que es tocado en la herida. El advierte y pide que no se lo moleste, pero se lo está provocando, hasta el ministro lo hace.
-¿Es un personaje recuperable para la sociedad?
-A mí me parece que a Rodrigo no le preocupa si el personaje es recuperable o no. Me parece que hay algo que sí se enaltece y es una pregunta, que sí me parece que la sociedad debe recuperar: ¿qué es esto de ser humano? Y otra cosa, cómo miramos al humano que está enfrente y qué entendemos que tenemos enfrente. Eso sí me parece que es recuperable, porque me parece que se está perdiendo. Pero si Rubén es o no recuperable ya no importa, hay algo que lo trasciende al cuento, y es la pregunta que el cuentito te está haciendo: ¿cómo miramos al que está enfrente? ¿No es raro que compremos y llenemos la heladera de la casa tan descaradamente mientras la señora esa no puede comprar un pan? ¿Qué ve el otro cuando nos mira, cómo entiende lo que hago? ¿Cómo entiendo la existencia del otro? ¿Qué es eso de maltratarse? ¿Qué es eso de no tener en cuenta que el otro es un humano, qué es eso de burlarte del otro, de estar por encima del otro? Y qué es eso de someterte a la vida de otro. Porque a Rubén también se le puede preguntar qué es eso de dar por contado que el otro es el importante, ¿y tu necesidad, y tu vida? ¿Qué es eso de ser un sometido? Por otro lado, ¿qué esperás, un premio?
-Sus últimos papeles en cine son personajes que no abusan del texto, sino que todo pasa más internamente. Teniendo en cuenta que es bastante selectivo con los trabajos, ¿siente particular atracción por este tipo de caracterizaciones?
-No, no, es una época. Así como un pintor puede tener la época de las vasijas, un actor puede tener la época de los silencios, la época existencial. De todas maneras estoy haciendo teatro y no paro de hablar desde que empiezo hasta que termino. Pero en el cine hay como un asunto, con Un oso rojo, Extraño y ahora El Custodio, son como diferentes tonos de la existencia, y donde el silencio es muy importante. Es una época. Hice Un oso rojo en el 2002 y ahora estamos en el 2006, es poco tiempo en la vida de un ser humano. Y no es solamente una coincidencia, sino que puede tener que ver con un asunto, es un momento en la historia de un ser que se dedica al arte. Es muy posible que un actor, de golpe, entre en ciertos asuntos y ciertos colores, ciertos tonos. Pero no me preocupa, porque no ha sido así en mi historia y no va a ser así. Estoy haciendo lo que quiero hacer, y para el próximo libro que acepte no va a influir si el personaje habla mucho o no, sino que va a influir lo que quiero o no contar.
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