Lo que está oculto, lo que fue vedado hasta convertirlo en secreto, lo que sorprende. Las culturas ancestrales que desembarcaron en América desde Africa y su vínculo con una cultura y un tiempo: el presente. Todo ello confluye en aSombra, la obra que mañana a las 21 tendrá su estreno en el Centro de Expresiones Contemporáneas (Sargento Cabral y el río), y que permite aproximarse a la mitología, danzas y ritmos de los orixás.

Al menos, ése es uno de los puntos de partida de un trabajo donde confluyen un vasto cúmulo de experiencias, estudios e influencias. Así lo explica María Laura Corvalán, quien comparte escena con las también bailarinas Betina Pellegrini, Yamila Frisón y Silvana Saavedra, además de los músicos Carlo Seminara y Alfredo Tosto: "A la hora de poder pensar en bailar una danza que tiene que ver con una cultura afro brasilera, de africanos esclavizados en Brasil, nos cuestionamos bastante desde dónde podíamos bailarlo nosotras. Por eso hablamos de danzas afro-brasileras en Argentina. Nos propusimos ver desde dónde podíamos hacer cruces y asociaciones con el universo de los orixás, con sus ritmos, su sentido de bailar. Esa base nos permite crear desde un lugar bastante contemporáneo, sobre todo porque nos interpela a nosotras como bailarinas, como argentinas, como latinas en un país con una tendencia muy fuerte de blanquearnos, de europeizarnos. En esa búsqueda es que armamos esta obra".

Sin textos que expliciten el contenido, aSombra traza su sentido a partir de las características propias de las danzas orixás, según detalla la bailarina e investigadora: "Están muy relacionadas con los elementos de la naturaleza. Empezamos bailando danzas relacionadas con el mar, que ayudan al público a acercarse, desde un clima, alguna sensación, porque todo el mundo tiene alguna relación con el mar. Después hay danzas que tienen que ver con la tierra, con las pestes, con cómo salir de ese lugar del cuerpo-tierra. Otra danza tiene que ver con la guerra, con la lucha cotidiana, y terminamos con danzas más festivas. Estos cuatro grandes momentos tienen que ver con los dioses orixás, pero tienen que ver también con nuestra zona, con distintos paisajes argentinos".

De ese modo, el espectador también puede trazar vínculos entre práctias culturales del presente y aquellos orígenes africanos de donde todo proviene. "Por eso la obra se llama aSombra, porque trabaja con lo que no se ve, con lo que está oculto, con lo que uno puede percibir en las sombras. Estratégicamente ocultas, pero que de alguna forma siguen estando. Ahí es donde nos ponemos a cuestionar sobre nuestra relación con nuestra historia de los afro en Argentina, y cómo estos rasgos siguen apareciendo en nuestros ritmos. De alguna forma todavía sobreviven, por más que estén totalmente blanqueadas, vaciadas de su discurso originario, como pasó con la chacarera, el gato o el tango mismo, pero que pudieron trascender y hay algo de ese grito que todavía está pudiendo verse en los cuerpos cuando se baila", concluye Corvalán.

Siempre con dirección de Virginia Brauchli, la obra ya tiene programadas dos nuevas funciones para el 13 y 15 de agosto, en Plataforma Lavardén y La Sonrisa de Becket, respectivamente.