Lunes, 11 de junio de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "EL OTRO", FILM PROTAGONIZADO POR EL TALENTOSO JULIO CHAVEZ
Un cuidadoso relato sobre tránsitos y pasajes, cruces de territorios y de identidades. Los visto y lo oído.
Por Emilio A. Bellon
EL OTRO
Argentina - Alemania - Francia, 2007.
Guión y dirección: Ariel Rotter
Fotografía: Marcelo Lavintman
Montaje: Eliane Katz
Intérpretes: Julio Chavez, Inés Molina, María Ucedo, Arturo Goetz, Osvaldo Bonet.
Duración: 84 minutos
Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.
Puntaje: ocho (8)
Tal vez una de las claves para intentar aproximarnos a "El Otro" sea la que nos lleva a poner a prueba nuestra visión, frente al típico panel de letras que caracteriza y define el consultorio de un oftalmólogo. Bien puede ser éste ese indicador inicial que su director y guionista Ariel Rotter elige para que comencemos a transitar un camino no habitual, solicitándonos que no perdamos de vista lo que inmediatamente está por acontecer. Y simultáneamente, afinar nuestro oído para que los tantos nombres y apellidos que elige el personaje para sí no se deslicen por una equívoca fonética.
Es "El otro" un relato sobre tránsitos y pasajes, cruces de territorios y de identidades, que descansan, inicialmente, en situaciones que nos remiten a los tramos iniciales del film de Michelangelo Antonioni, "El pasajero" de principio de los 70. El modo en que narra esta historia sobre ocultamientos y huidas nos lleva a aquel realizador, por el modo en que el tiempo va penetrando la atención, llevándonos a agudizar nuestra mirada.
El personaje que interpreta magistralmente Julio Chávez es el de un abogado que ya ha cumplido sus 46 años, y que repite diariamente su profesión de manera silenciosa y que luego de conocer que va a ser padre se dispone a viajar por trámites profesionales. En el inicio y el final lo vemos junto a su padre, un veterano que espera sus cuidados y atenciones.
En el momento en que se inicia el film, sabemos que se llama Juan De Souza, que responde a determinadas características que se comenzarán a borronear a partir del momento en que otro nombre y apellido -como acontecía en el film de Antonioni- se instala frente a sus ojos, cercano, a su asiento, en el ómnibus que lo traslada a Victoria (Entre Ríos).
De cierto rigor geométrico, la composición del film pone el acento en el mismo encuadre y en el transcurrir de un tiempo que despierta a otros nombres, según el periplo del personaje que lo lleva a recorrer su propio ser. Es como si por momentos el tiempo quedara suspendido, volviéndose único personaje en un escenario desolado, que ve cruzar por momentos, no ya un hombre, sino una silueta.
Podemos llegar a pensar que con "El otro", Chávez completa una trilogía, en la que el silencio y la ausencia son sus compañeros de reparto. Por momentos fantasmal, el personaje que compone se manifiesta desde los posibles nombres que va adoptando en un transcurrir de horas, siguiendo los pasos de los personajes que componía en "Extraño" de Santiago Loza y en "El custodio" de Rodrigo Moreno.
Entre "El otro" de Rotter y "El pasajero" de Antonioni sobrevuela el nombre de Luigi Pirandello, desde su novela publicada en 1904, "El difunto Matías Pascal", una de las obras que inaugura la literatura de nuestros tiempo. Y ese puente que trazan estas obras abre interrogantes sobre la crisis personal de un individuo que se traduce en numerosas ramificaciones, que nos llevan en ciertos instantes, a reflexionar sobre nuestra propia identidad.
Rotter ha elegido narrar su historia desde un trabajo de exploración del sonido como pocas veces ha experimentado el cine argentino. Los diferentes planos en los que nuestra mirada se detiene se vuelven pura sonoridad, por la carga subjetiva con que se manifiestan, por la fuerza de los silencios.
Hay una cámara que explora el espacio geográfico, que actúa sobre la presencia de los cuerpos, que se interna en la mirada de los otros. Hay un espacio que se transita con esa duración que ejerce el tiempo sobre los acontecimientos que aún no se han dado y que se avecinan, insinuándose. Una secuencia particularmente define todo un modo de narrar que asume la fuerza del temor y de la distancia, respecto de lo que aún se desconoce. Me refiero a la que nos lleva a recorrer junto al personaje esa carretera poblada de sombras, de espacios vacíos, de repetidos vehículos que atraviesan la noche, de lejanos resplandores del cartel de un bar.
En su segundo film, Rotter ensaya su poética desde un trazo ascético, despojado, que deja en evidencia la desnudez de ciertos aspectos de la existencia humana. Hay un grado de ocultamiento en todo el relato que lleva manejar la intriga por periplos sinuosos y que pueden manifestarse, azarosamente; pero al mismo tiempo calculado, a la vuelta de la esquina.
El film genera por igual adhesiones y rechazos. Esto también ocurrió en un sector del público y de la crítica en su presentación. Algunos han terminado por condenar esa morosidad que, necesariamente, exigen ciertas historias y otros no pueden soportar que allí, donde anidan el silencio y la espera se fija la herida profunda del conflicto.
Hay algo en "El otro" que nos remite al cine argentino de los años 60, al cine de David José Kohon y de Manuel Antín; directores que nunca fueron saludados por la taquilla. Pero, ajenos a fórmulas demagógicas nos ofrecieron relatos en los que la existencia del hombre se manifiesta como acto de reflexión, como puro acto de mirada. El plano final nos acerca nuevamente a "El pasajero" desde la presencia implacable del tiempo.
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