Sábado, 7 de enero de 2006 | Hoy
Por Por María Paula Alzugaray, Ariel Lamanna, Fabricio Simeoni y Federico
Desafiante el aviso nos advierte: Se acercan las fiestas de fin de año y es una buena oportunidad para renovarnos y apostar por looks diferentes, no sólo a la hora de elegir la ropa, sino también en lo que a make up se refiere, hay que saber que el dorado y el plateado se imponen. Muchas gracias. Yo me pongo cualquier cosa, si despues quedo toda empapada de sidra. Desde mediados de noviembre comenzamos a convertirnos en 'celebrantes' encarando como nadie, la tragedia y la gloria (en dorado y plateado), haciendo frente al tránsito de un estado a otro, entre el balanceo del trabajo y el bronceado vacación. En las fiestas de fin de año somos puro trasvase, puro balance, la primera ola del vernissage, criaturas movedizas y errantes. Somos como una jirafa claustrofóbica encerrada en un triste ascensor que sube hasta el octavo y se detiene. Yo recuerdo aún al profesor Jirafales gritando ofuscado tá, tá, tá, tá, Tá... Golpeando con su puño izquierdo la mesa carcomida de la escuela. Siempre me pregunté si él también hubiese querido tener su fiestita. Es que todos quieren estar afuera, afuera del sobre de mayonesa, afuera del árbol, afuera del mundo. Maldito jirafón me dijo una vez la vieja Lucrecia, que compartió la noche del 31 después de haberse separado, dejá de drogarte y a las doce clavadas con un beso en cada mejilla aclamó ¡feliz año nuevo querido!, ¡feliz año nuevo!. De nada. Con los labios azules y la camisa planchada, Camilo bromeó con su perro. La mañana desdibujaba los prolijos pliegues de la camisa, con brillos fulgurantes de impecable belleza. En su cabeza, cada vez que asomaba el fin de año caían como cruces pesadas las interminables noches, largas como esos tablones que su familia acostumbraba a adornar con platos variados, se agolpaban una a una las imágenes entrañables, guardadas hoy en álbumes, donde aun se respiran los golpecitos de la cumbia. Camilo prefirió no afeitarse esta vez, sí, pensó, sería bueno rociarse con un poco de perfume.
Camilo estaba lejos, había dejado Rosario hacía ya un tiempo, y por lo tanto, cargaba en una valija imaginaria retratos y aromas que no se borran nunca, como el corte que tenía en la espalda producto de una batalla con su hermano Emilio. La mañana del primero mientras revisaba mis mails me encontré con uno suyo que decía: Año nuevo, vida nueva. He desaparecido porque me he unido al Club de Fans de Peter Cetera y tuvimos un encuentro en Etiopía, donde parece que Peter hace furor por estos días. La verdad es que yo no lo pude percibir porque no hablo muy bien el etiopés... Lo bueno es que allí hice amistad con una pareja de ancianos ingleses que habían venido a Rosario en un tour para jubilados que organizaba la fundación David Beckam. Los viejitos me dijeron en inglés que allí la gente era muy amable y simpática y que a cada rato los saludaban, especialmente los niños, así que cuando me fui nos despedimos y ellos sonriendo y saludando con la mano dijeron: -No ten una moneda-. Viste comou saludamous como uschedes.- Me fui sin decirles nada, no quería decepcionarlos ya que los que se le acercaban acá no querían saludarlos. La verdad es que fue una experiencia muy productiva, pero creo que ser fan genera demasiada responsabilidad y esfuerzo, quizás debería empezar por un cantante local como Raúl Porchetto. Espero que nos veamos pronto. Te llamo. Un abrazo. Camilo.
Para estas fechas estamos llenos de esa energía, esa que se derrocha al bailar en los clubes o listos para reflexionar sobre un futuro que no vendrá nunca. Para estas fiestas estamos llenos de ensalada rusa, turrones humedecidos por el paso del tiempo (nunca nos dio resultado dejarlos afuera, menos comprarlos en Pascuas), de cañitas voladoras que atraviesan parras y caen desnutridas sobre el plato inerme lleno también de pasas de uva y frutas abrillantadas, que todos le quitan al budín como se le quita el moño, la cinta y el papel a los regalos. Los perros inundan los patios con sus patas manchadas de zanja, con los tímpanos ahuecados por tanto estruendo pirotécnico, ya drogados por las gotas de más. En las fiestas de barrio, el viejo llena dos copitas hasta el borde, bebe un trago, entrecierra los ojos y se queda como esperando que suceda algo. Y sucede. A las doce alcanzan a verse sólo algunas estelas de fuegos (doradas y plateadas) desde lejos. Beben otro trago y estirándose en las sillas vuelven a hablar de sus asuntos sencillos.
* Título de un poemario de Pablo 'Crash' Solomonoff, escritor de Rosario.
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