Viernes, 13 de febrero de 2009 | Hoy
Por Bea Suárez
Tanta sed y ningún surtidor de soda. Tanta ciudad desflorada por lluvias y tormentas, tanto pulverizar y ver ramajes nerviosos flotando, e igual amarte como si estuvieras intacta.
Amar lo intacto. Amar lo descompuesto.
Amar el río convulso, el dolor de Parque España, el orgullo de ser el eucaliptos que hay frente al Ente turístico, el excremento de los perros.
Amar la sucesión de análisis contrarios que se escucha en tus calles, amar la inmundicia, el alquitrán, la bandada de gatos frente al club Mitre, una botella, un auto, un Chevy serie dos, un mal adverbio.
Tanta congoja por la Rosario chiflada de basuras en pila, el paraíso de nostalgia que produce pulverizar edificios de antes, que Pichincha se caiga y aún quererte, que tapen el Paraná con una torre y sin embargo no dar a luz calles rencorosas.
Famélica de vos, Rosario, salga a caminar, me subo a una de tus maravillas, el trole, asciende mi cuerpo hacia esas chapas eléctricas, me dan trescientos metros de placer.
Donde pernoctan Moreno y Pellegrini me desnudo, tu brea me calma, me dice lo que legalmente piensa; golondrinas en nube alumbran, nadie nos aguarda enfrente, vos y yo nos queremos hasta el óxido.
No es doctrina de urbe ni saber absoluto, es un conjunto de cosas que nos unen, una pareja única, sin refutaciones, entre calles adustas, púas, piquetes y la palabra tránsito.
Avenidas que cierran novedades, abrazo la pereza de la siesta extorsionándome para poder sentir; no es neto el corazón con que te quiero, es entre y contra tu pobreza, es a la par de gente que come tus desechos, es porque no me resigno a no ser cuando te desmenuza la política.
Famélica de algo lindo te recorro, festejando el día de los enamorados. Es con vos, con tu religión, con el agua pendiente de un puerto que irrita si no anda; es con tus cardos y ortigas del bajo (el bajo no lujoso), la mariposa vital y e imprescindible de campos aledaños, es un amor que festejo en mi alma cónica de tanta palabra demolida.
Incurrir en tu cuerpo, eso es lo que no logro traducirle a un extranjero; que si camino me viene la marea de tu nombre, o un sufrimiento peatonal, porque vivir y quererte es además mi condenación.
Suelo disiparme y volver, me pulsan torres de nostalgia por la Rosario raquítica que tengo adentro.
Meterme en ese cuerpo, atravesar el boulevard con la congruencia de un amante, eso quiero hoy. Y arribar ahí donde un ímpetu distinto (sin trampas verbales) me espera. Adentro de Rosario, adentro, adentro, donde sólo algunos llegaremos mañana, catorce de febrero.
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