Miércoles, 15 de febrero de 2006 | Hoy
Por Ariel Lamanna, Fabricio Simeoni y Federico Tinivella
Las imágenes se presentan ante mi con tanta claridad que me da la sensación que todo hubiese pasado hace tan sólo un año y realmente creo que hoy estoy recuperado. Todo comenzó aquel fatídico día que despedí a mi novia con un "te amo" al cual respondió "gracias". Su cuerpo se perdió al doblar la esquina pero, según me dijo antes del cachetazo, luego de hacer unos metros, volvió corriendo para decirme que también me amaba y justo vio como dos adolescentes de catorce años corrían escapando de mis piropos y movimientos pélvicos al mejor estilo "Elvis". Fue el final. luego vinieron días de reclusión casera, donde me refugié en el televisor. Horas, horas y más horas frente a la pantalla. Mucho fútbol, muchas novelas, todos los capítulos de La Niñera y almuerzos guturales con Mirta. No trabajaba, no estudiaba, no vagueaba. Sólo miraba tele.
Un día la señal de cable se comenzó a ver mal y fui a efectuar el reclamo personalmente. Allí la conocí, tan segura de sí misma, brindándome respuestas certeras y expeditivas a todos mis planteos, con una sonrisa deslumbrante. Comencé a ir más seguido utilizando cualquier excusa y la invité a cenar muchas veces, hasta que un día dijo:
-Sí, me ganaste por cansancio.
-¡Fernando Braaavo! -exclamé- Y bueno, al que quiere Celeste Cid que le cueste, juro, sentí en ese momento que un estado pleno de felicidad me invadía como a Palito Ortega cuando compuso su estremecedor hit.
Envalentonado por su sonrisa proseguí:
-Estaba cansado de esta Soledad Silveyra, ya no sabía a qué Santo Biasatti rezarle para salir de esta situación, qué corcho Rodríguez destapar para embeberme en una botella de vino picado, qué tapita García evitar para no ser Coca Sarli y te encontré a vos. Esta noche te paso a buscar.
A la noche la pasé a buscar. Estaba espléndida.
-No sé qué querés comer. Hace calor le dije así que podríamos hacer un Chori Domínguez con Huevo Toresani o un Panchito Guerrero con Mostaza Merlo, tal vez una mayonesa Heinze; o una ensalada de Tomatito Pena, Lechuga Roa y Cebolla Giménez con un vinito Pablo Echart, el postre podría ser coco Basile o helado con cucurucho Silvani. Después podemos ir a bailar a Marcela Taura o al pub de la calle Común y Corriente. Si la noche lo permite, podemos concretar en beso toda ésta expectativa en los albores del Raúl Portal de mi casa.
Me miró de una manera muy extraña y me dijo que estaba sintiéndose mal del estómago, que mejor lo dejáramos para otro día, que ella me iba a llamar para combinar.
En realidad ese fue el disparador para darme cuenta que algo no estaba funcionando bien, que debía hacer cambios rotundos. Y así fui mejorando de a poco y hoy puedo decir que no tengo más ganas de mirar la tele, prefiero dialogar con el sodero de mi vida o escuchar una voz en el teléfono, pienso que el deporte y el hombre son un matrimonio que nunca debe divorciarse, hago fierros y corro a todo motor. Y no hay dos sin tres, cuando cambias, cambias, me siento un indomable, ya no soy un intruso en la caja boba, espiando lo que cien argentinos dicen, ahora puedo ser yo, descanso de 12 a 14 y el resto del día no me siento culpable de este amor por la movida del verano. Voy de aquí para allá, vagando por la calle, mirando la gente pasar, saludo a Susana, a Nico, éste es el mundo real, del que tanto había renegado por un maldito desengaño.
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