Martes, 6 de junio de 2006 | Hoy
Por Margarita Scotta
La telenovela siempre pasó como un género menor del que se habla con una sonrisa desdeñosa. Heredera a nivel televisivo de fotonovelas y novelitas rosas mal escritas retomó los resabios de una literatura, esteriotipada y fascinante a la vez, sobre las penas del corazón. Temas decantados en sus formas más cursis y elementales por una sociedad cuya gran contradicción a nivel amoroso es que ya no cree en el amor pero vive penando por no encontrarlo.
"Rolando Rivas taxista" fue uno de los últimos grandes folletines que mostraba al amor impulsado y avivado por el obstáculo de las diferencias, frente al que no se renunciaba; todo lo contrario, era justamente la señal de que no debía resignarse la exaltación. Diferencias de sexo y de grupo social. El era un muchacho de barrio y taxista. Ella, una joven adinerada de doble apellido.
Agonías del amor
Casi las dos figuras emblemáticas del Siglo XII europeo, aquella Dama medieval y el Trovador de clase modesta que inauguraron en su encuentro único el modo de amar que más incidencia ha tenido, hasta Migré incluido, en nuestra cultura occidental. Tal vez estemos asistiendo a sus últimos estertores sin suspiros delicados. Y algo de esta agonía seguramente tiene que ver con las dificultades actuales del corazón, órgano sobre el que ya no recae la gastada metáfora de los sentimientos, más bien desplazada hacia otros sectores del cuerpo que no consiguieron una ocurrencia de tal alcance.
* Mujeres precursoras. Reconozcamos que la Dama medieval inicia la liberación de la mujer atreviéndose a conceder su amor al Trovador, que siendo de otra clase social no merecía tal entrega. El disgusto de la mujer en el matrimonio arreglado por intereses económicos propició una nueva relación, un "adulterio sentimental" que honraba la fidelidad poética del hombre tras someterla a una serie de Pruebas. Cada Dama tenía su Trovador. Hasta se puso de moda (como Claudio García Satur y Solita Silveyra en la tele ochocientos años después). Y así la Dama daba rienda suelta a su sensibilidad. Y cuando se entregaba era un honor para el Trovador, sólo porque ella era de clase alta. Reconozcamos que aquella mujer logró nivelar desigualdades clasistas en la intimidad sexual de una manera envidiable.
* Así surgió el amor en Occidente. El amor nació liberando cadenas en la mujer. Y fue ella quien lo creó apoyada en la poetización desplegada por el hombre. O quizás, fue la mujer quien hizo poeta al hombre, harta como estaba del marido ausente. Sin chances de moverse del lugar adjudicado, ella hizo nacer cierta inspiración amorosa que durante siglos escribió, no sólo las canciones de amor más desgarradoras sino también las poesías más encumbradas, las maneras de amar de la gente común y los matices de los entusiasmos de tantas generaciones.
Fue la mujer con su sentir, antes inexistente, quien atravesó barreras sociales entre pobres y ricos, infranqueables de otro modo y sin violencia ni piquetes. En realidad, fueron el hombre y la mujer instalando una fidelidad erótica que rompió el pacto hasta entonces sólo posible entre Caballeros.
* Pareja precursora.La mujer medieval del sur de Francia usurpa un territorio de lealtad exclusivo para varones logrando establecer por primera vez en la historia "una alianza a través del corazón" con el hombre (el corazón era símbolo del pacto viril caballeresco). El novedoso encuentro, ahora inducido por la feminidad, dio entonces lugar a los valores de amistad y lealtad dentro de la pareja. Hasta ese momento, esto no existía en el matrimonio al servicio del poder económico, y menos fuera de él (¿Será de ahí en adelante que siempre se intuirá el amor y el matrimonio como dimensiones casi inconciliables?) Una nueva idea de pareja había surgido.
* "Nuevos" valores. Son los valores que hoy la pareja heterosexual parece estar intentando rescatar para asegurar su permanencia, tan amenazada y endeble. Los hombres dicen buscar una "compañera" y las mujeres que quieren "compartir", revitalizando los méritos propios de la amistad se anhela la pareja y se descree del matrimonio como buen negocio. Pero el obstáculo con el que tropieza el Siglo XXI ha saltado a nivel de "las pruebas" del amor, ya que todavía no se nos ocurren qué ritos o hazañas podrían darlo por probado.
* "Pobre Diabla". Hoy, la gran pena que estruja al corazón es la carencia de formas culturamente valederas para que nos prueben el amor que nos declaman así como el que nosotros mismos creemos sentir. Sufrimos porque dudamos del amor del otro y del propio, pero no sólo de puro neuróticos ni peliculeros sino (además) porque aún no disponemos de renovados carriles simbólicos donde hacer pie con estos temblores. Luego de siglos de inundaciones de amor romántico e idealizaciones que ya no inspiran a nadie, la mujer no necesita como la Dama del Enamorado para liberarse de ninguna esclavitud del Marido. Lo hace solita y sin tanto verso. Se igualó al hombre en el mercado, entonces parece que el amor ya no tiene sentido. Sin embargo, ella lo busca sin entender entonces qué busca (tal vez, más por penetración cultural de épocas pasadas que por conquistas actuales).
* Hombres precursores. En sociedad, hoy no es necesario para la mujer ganarle un lugar al hombre (ya lo hizo en esta vuelta de la historia usurpando lugares en el trato económico lejos de lo sensible) porque directamente puede "hacer de hombre" en una libertad rara que a veces la deja mirando telenovelas donde pasa el amor que a ella no le pasa, ahora que tiene tantas más posibilidades que las Damas feudales.
* Nueva Trova.¿Qué queda del amor sin su prueba? ¿Y en qué se convierte, si sólo lo resumimos al reclamo inagotable y agotador de sus pruebas?
Si el acto sexual, que antes vino a probar el amor improbable, quedó a su vez liberado de hacerlo porque aflojamos la soldadura entre acto sexual y acto de amor ¿dónde fundiremos tantos sentimientos despertados junto al impulso sexual y a esa gran añoranza humana por hacer pareja que continuará siempre trovando y reteniendo horas frente a las pantallas o escuchando la misma canción a tanta gente?
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