Domingo, 12 de junio de 2016 | Hoy
Por Javier Chiabrando
En casa todos estamos enfermos. Sumamos bronquitis, resfríos, dolores, estornudos, toses y fiebre. A cada uno su cuota, en un socialismo doméstico donde todos tenemos una parte de la torta, en este caso malestar. El origen de esta enfermedad colectiva es la paranoia de estar esperando las facturas de la luz y del gas.
Y cada vez que alguien prende una hornalla para recalentar el mate cocido del día anterior o hervir arroz que será acompañado con fideos, nos amuchamos alrededor del calorcito como si nos quisiéramos más de la cuenta, y al fin, terminamos compartiendo también los virus.
Enfermarse en invierno no tiene nada de raro. Pero uno se pone de mal humor y entra a repartir culpas y a buscar responsables, entre ellos a los familiares y amigos que te visitaron para mostrarte lo mucho que eran capaces de toser sin desafinar y al almacenero que te estornudó encima de la prepizza.
Pero lo mejor es echarle la culpa al gobierno ("piove, governo ladro"). Esa nunca falla. El gobierno nos ha obligado a armar una marcha tras otra sin considerar que es en invierno. ¿No podían haber esperado el calorcito para despedir gente, aumentar gas y luz, y mandar los precios a las nubes? ¿Por qué esa insensibilidad meteorológica? ¿No saben que en lugar del hambre cero hay temperatura cero?
Otra buena es echarle la culpa a este país eternamente insatisfecho. A los argentinos no hay gobierno ni obelisco que le venga bien. ¿No podemos esperar el veranito para protestar? ¿Hay necesidad de salir a cada rato con este frío y estas lluvias? ¿No se dieron cuenta de lo ridículo que queda que cuando puteás te salga de la boca un globo de vapor que parece globo de diálogo de historietas? Por eso no nos toman en serio. Esperemos el verano, enfermo argentino. Hagamos la revolución, si quieren, pero en verano.
¿Qué apuro hay? Si perdimos el trabajo, mientras esperamos el calor buscamos otro, de Abridor de Cuentas en Panamá, por ejemplo. Y si aumentó el bife, comemos parrillada de rabo o bofe. Si la cuenta de luz sale más que la casa, un poco de romanticismo a la luz de la luna puede reenamorar a la patrona. Y capaz que hasta más de uno se larga a escribir poemas de amor.
En verano podríamos tomar esas peregrinaciones a la plaza como vacaciones. Así al fin del verano estaríamos tostaditos y relajados de tanto putear y darle al bombo.Y así parecería que hay mucha gente que vacaciona y que el país anda viento en popa. Y que no solo vacacionan los que venden gorros y guantes en la calle, los que van a Panamá a repatriar guita y los que tienen casa en Miami.
Cuando uno está enfermo se pregunta cómo es que cuesta tanto recordar cómo era sentirse sano. Y lo mismo pasa cuando se sana: ¿qué era lo que me dolía ayer nomás? ¿Por qué me cuesta tanto recordar que antes estaba mejor y que ahora me siento para la mona? Si apenas pasaron seis meses. Si ayer sentía que tenía futuro y hoy siento que ni siquiera tengo presente.
La enfermedad te vuelve un poco médico. Cada argentino un médico, como en otras épocas cada argentino era un director técnico, un ministro de economía, un presidente en potencia, un experto en seguridad, un docente; un argentino, bah, que como está enfermo te "explica" lo que hay que hacer para curarse de la gripe, y de paso también del peronismo, del antiperonismo, del kirchnerismo, y de casi cualquier virus que ande suelto.
Pero si uno atiende al ingenio popular, vivir en este país es estar siempre enfermo porque este es un país enfermo. ("Qué país de locos, qué país de enfermos"). En argentina estar enfermo es la condición natural. A menos que uno crea que vive en un país enfermo, y que él (y los que son como él) está sano.
La explicación es el proverbio"el enfermo cree que todos son de su condición". Un país donde todos (o la mayoría, lo que los hinchas de Boca conocemos como la mitad más uno, o sea el 51 %) están enfermos, haría que la polaridad se invierta: estar enfermo es la normalidad. Y se los reconoce porque son los que se creen sanos.Es como ser zombi.Los zombies no saben que son zombies y creen que los raritos son los otros, los que caminan derechos y rajan apenas los ven venir.
También hay enfermedades asintomáticas. Es estar enfermo y sentirse y verse sano. Por ejemplo si sos evasor o chorro no se nota porque no tosés ni levantás fiebre. Y la gente de tu barrio y tu familia sabe que estás enfermo pero no les importa porque no se te caen los mocos. Y te lo festejan. Nada mejor que no moquear en público; de eso no se vuelve. De ser evasor se vuelve blanqueando la guita y donando un palo verde (afanado) al vaticano.
Hay ejemplos muy raros de chorros asintomáticos que contagiaron a la familia y amigos. El abuelo era evasor, el padre también, luego el hijo, y así cada uno de los amigos, socios, esposa, compañeros de la escuela, esposas de los compañeros, hasta agotar la guía telefónica. Es un caso que debería estudiar la OMS por el bien de la humanidad. Argentina se ofrece como conejillo de indias.
Pero uno sana y vuelve a ser el de antes. Mejor que antes, porque ahora tiene la experiencia de haberse enfermado y curado. No importa (aunque sí importa) que sepas que volverás a enfermarte de lo mismo dentro de veinte años, que luego de un tiempo olvidarás haber estado enfermo, y cuando veas venir el virus no hagas nada para esquivarlo.
Es más, te ponés en su camino y dejás que te infecte. Porque alguien te dijo que ese mal cura otro mal. Lo vi en The Knick, donde enferman a una mujer de malaria para que la fiebre la cure de la sífilis. Es (y perdón por la grosera analogía) volverse golpista para curarse del peronismo de Perón, que es algo que pasó hace tanto que es probable que ya no haya virus ni vacunas. ¿O sí? Otro tema de estudio para el OMS.
Las enfermedades se curan. La cura puede ser la familia, cuidados, tecitos, precauciones, calor, cariño, descanso. Si hay que buscar la cura afuera, llegarán los remedios caros, las pichicatas, las recetas del doctor o del FMI, o la tocada de culo del enfermero para vacunarte o del Banco Mundial también para vacunarte. Ahí hay que bajarse los pantalones para pagar, y caro. Y por ahí la pichicata te cura del resfrío pero te ocasiona un eccema. Y vuelta a empezar. Y vuelta a pagar.
Una vez curado, se fortalece uno y los sistemas (linfáticos, políticos, etc.). Fortalecido, salís a pegarle un voleo en el culo a los virus y tratás de mandarlo lejos, donde no te puedan contagiar más, por ejemplo a la cárcel de Ezeiza, o de Sing Sing, de ser posible. Eso si no te morís. Si te morís ya no tenés nada de qué preocuparte, ni siquiera de entender esta nota escrita en serio, en joda, en clave, en...fermo.
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