Sábado, 17 de diciembre de 2011 | Hoy
"Matan a comerciante"
La noticia, titulada "Matan a un comerciante", habla de una acalorada discusión que habría terminado trágicamente con la muerte de un hombre de 36 años, un comerciante, sí, conocido en la zona (esa zona, no importa cuál). La leo un par de veces y un par de veces más y me parece mentira que esas líneas hablen de Pablo. ¿Comerciante? ¿Es eso lo único que puede decir de Pablo? Como siempre la tinta no consigue capturar la realidad. La palabra escrita es un pobre registro. Carece del mínimo rastro indexical. Generalmente muestra una sola cara y no necesariamente la más justa, real, o al menos interesante.
Y sin embargo, no queda otra cosa que intentar la palabra. Porque quizás la síntesis llegue después del exceso. Y el silencio, en algunos casos, es peor. Entonces, tomar envión y hacer mi propio intento fallido y esperar que todos hagan los suyos y Pablo no se pierda.
Pablo Ravizzini. Quitemos del medio lo obvio: sí, llevaba adelante el negocio familiar en Pueblo Esther; lo venía haciendo desde que lo conocí en 1995. Comerciante. Pero, ¿era eso sólo Pablo? ¿Basta eso para registrar a Pablo? Me parece que no. Porque de otra forma se perdería un mundo, el otro mundo, el que era más verdadero, por el sólo hecho de que era el mundo que él más amaba. Pablo: músico. Pablo: amigo. Pablo: hijo. Pablo: hermano. Pablo: esposo. Y junto a todos estos sustantivos el adjetivo noble. Porque eso era Pablo ante todo: noble. Uno de los pocos que conocí. Inpacitado para la maldad. El tipo era puro amor. Y no lo digo como se dice de cada hijo de puta que se muere. Este tipo era bueno de verdad. Creénmelo por favor. Los que lo conocimos lo sabemos. ¿Comerciante? Es una definición pobre e injusta. Incompleta.
Nos queda a nosotros, a los que nos quedamos, el trabajo de ejercer la memoria, y de re-escribir aunque sólo sea en la cabeza, otras versiones de Pablo, otros mundos.
El mío. Pablo: café con leche con medialunas, eternos. Pablo: "Subite que seguimos el bondi" y siempre llevándome a casa, de una punta de Rosario a la otra. Pablo: los Beatles. Pablo: música, mucha música, mucha guitarra, mucho talento. Pablo: siempre ahí, siempre Boy Scout, siempre listo. Pablo: acá en esta foto con los otros tres, chapas largas, soñando en que vivíamos en Liverpool, embolados de tocar en bares por el pancho y la coca; pero siempre adelante y siempre por el pancho y la coca. Y hay más. Pero mejor dejarlo ahí. Porque seguramente mi atento falle por sentimental. Y porque seguramente haya otras palabras más importantes, más precisas, menos teñidas de colores extraños por la distancias que nos separaron estos últimos diez años. Seguir con el ejercicio pero para adentro. ¿Pero, mataron a un comerciante? No. Mataron a un mundo.
Fernando Sdrigotti
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