Lunes, 9 de enero de 2006 | Hoy
OPINIóN › 7 DIAS EN LA CIUDAD
Por Leo Ricciardino
La señal que esta semana salió a dar el secretario de Gobierno municipal, Juan Carlos Zabalza, respecto de los aumentos a los empleados municipales, coincidieron con la decisión del sindicato de Rosario que -junto a otras 21 municipalidades y comunas del sur provincial- anunciaron que la tregua estaba en marcha por todo el mes de enero. Ambas partes mostraron que la predispoción al diálogo va mucho más allá de lo declamativo y servirá, efectivamente, para encontrar un camino común para recorrer en un terreno tan adverso como lo son las negociaciones paritarias.
Distinta es la situación en el departamento La Capital, donde los municipales de la ciudad de Santa Fe y otras localidades cercanas quieren precipitar el conflicto en pleno enero. En un cálculo de fuerzas que quizás no se hizo a diferencia de sus colegas de Rosario: La mayor parte del personal está de vacaciones y será sumamente complicado convocar a marchas y protestas callejeras con 40 grados de temperatura. Además, los paros que se puedan disponer en esta época no tendrán la contundencia que la medida podría adquirir ya a mediados de febrero, cuando las administraciones oficiales ingresas en otro ritmo.
Como sea, lo que Zabalza dijo puede ser interpretado en dos sentidos: Primero, vamos a otorgar un aumento. Segundo, no estamos dispuestos a ir más allá del índice de inflación de 2005, es decir, el 12 por ciento. De cualquier manera, la Municipalidad de Rosario cambió su versión originaria ("no es posible aumentar en estos momentos", había dicho el propio intendente Lifschitz antes de partir hacia sus vacaciones), para adecuar más sus discurso a una realidad que crecía ya en los últimos días de diciembre junto al malestar de los trabajadores del sector por el fracaso de la convocatoria a un paritaria provincial.
Los municipales de la provincia no serán los únicos este año. Como dijo el más poderoso de los dirigentes sindicales actuales, Hugo Moyano, "este será un año plagado de reclamos y conflictos laborales". Como no podía ser de otra manera cuando los tibios aumentos otorgados el año pasado -principalmente por decretos del gobierno nacional y obligando básicamente a la actividad privada- ya fueron devorados por los incrementos constantes de la canasta familiar básica.
La municipalidad de Rosario misma otorgó en 2005 incrementos salariales por un total de más de 36 millones de pesos, que tuvieron que ser autorizados por el Concejo Municipal. Esta vez la cifra podría duplicarse aunque el incremento de la Tasa General de Inmuebles le aportará recursos por otros 30 millones al presupuesto de gastos que ya pasa los 500 millones de pesos para este 2006 que recién comienza.
Pero en estos días, fue al intendente interino al que le tocó bailar con la más fea. Miguel Zamarini absorbió los golpes políticos (y de gran parte de la población también) por el aumento de TGI después de once años de congelamiento. En rigor, cuando los vecinos comenzaron a recibir las boletas en sus domicilios, adquirieron real dimensión del aumento. No sólo son unos pesos más, sino que el tributo ahora es mensual y la cifra engorda lo suficiente como para acercarse -por ejemplo- a la de la TV por cable, algo que hacía mucho tiempo no sucedía. Precisamente, este ejemplo del servicio de televisión fue el ejemplo que usó Zamarini como para decir "le estamos ofreciendo muchísimos servicios y se paga lo mismo que el cable". No fue feliz y los vecinos respondieron rápidamente: "Sí, pero el cable es optativo".
Por eso, la mejor defensa que hizo Zamarini de la medida fue, a la vez, la más sincera. "Es lógico que la gente proteste, a nadie le gusta pagar un aumento en nada. Pero no nos quedó otro remedio, todos los insumos aumentaron también para nosotros y no podemos seguir absorbiéndolos".
Pero si algo faltaba en la novela de la Tasa era la aparición de algún extemporáneo. Y ahí estuvo el concejal Alfredo Curi (PPS) para llenar ese espacio y jugar para la tribuna proponiendo la anulación de los aumentos. Mucho mejor había sido la jugada peronista de juntar firmas por las calles, aunque nada pudo hacer contra la mayoría socialista en el Concejo, que terminó aceptando sólo las modificaciones que propuso el ARI que sí beneficiaron a barrios más pobres de la ciudad.
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