Lunes, 5 de junio de 2006 | Hoy
Por Ricardo Luis Mascheroni*
El 5 de Junio de cada año se celebra la fecha mayor de la temática ambiental, el Día Mundial del Medio Ambiente. Dicha celebración fue dispuesta por Resolución Nº 2994 del 15 de Diciembre de 1972 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con miras a crear conciencia mundial sobre la necesidad imperiosa de proteger, respetar y mejorar las condiciones del ambiente. La misma se eligió en razón que ese fue el día de apertura de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo (Suecia), la que originara el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
En cada celebración se elige un tema y un lema, que para este año son: "Desiertos y Desertificación" y ¡No Abandones a los desiertos!, respectivamente.
Este lema destaca la protección de las tierras áridas, las que cubren más del 40% de la superficie del planeta. Este ecosistema es el hogar de una tercera parte de la población mundial (más de 2.000 millones de personas) siendo la más vulnerable de la sociedad.
También estamos cerca de El Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía (17 de Junio) Proclamado el 19 de Diciembre de 1994 por Resolución Nº 49/155 de la Asamblea General de la ONU.
Nuestro país sufre una degradación del 70% de su superficie y según informes se estima que Argentina pierde anualmente casi 12 veces la superficie de Capital Federal (250.000 ha) de su cubierta forestal.
La fecha cobra especial importancia en razón de que el 2006 ha sido proclamado como el Año Internacional de los Desiertos y la Desertificación, ya que como consecuencia de este flagelo, en los próximos 20 años podrían desaparecer dos terceras partes (66 %) de las tierras aptas para el cultivo de Africa; 30 % de las de Asia y un 20 % de las de América Latina. Y que según estimaciones de las Naciones Unidas, la desertificación reduce la fertilidad del suelo del planeta y provoca pérdidas de productividad que en algunas regiones pueden alcanzar el 50 %.
Posiblemente en este mes funcionarios, empresarios, ONGs., gasten millones de litros de tinta y toneladas de papel en proclamas, declaraciones y afiches alusivos, planificando actividades con el loable objetivo de generar conciencia sobre la necesidad de protección y uso responsable de los recursos del Planeta, mientras tanto, la desaparición de bosques, humedales, selvas nativas y la desertificación se agudizan, las consecuencias del calentamiento global y la contaminación se sienten con mayor rigor, afectando a la provisión de agua dulce y en materia social el crecimiento exponencial de la miseria y la pobreza, ponen en términos de supervivencia el desarrollo humano en los próximos años.
A la luz de estas cuestiones, que no son ajenas a lo que ocurre en nuestro país, parecería ser que es bueno ser ecologista o ambientalista frente a las papeleras en el Uruguay, pero no lo es tanto en Argentina, donde siempre vivimos mirando la paja en el ojo ajeno.
No se utiliza la misma vara o por lo menos no es conveniente andar destapando nuestra propia basura, y así muchos callan frente a las más de las 30 empresas papeleras o pasteras altamente contaminantes, radicadas en estas tierras o frente al modelo agrícola en muchos aspectos insustentable, o la minería a cielo abierto, el Riachuelo, la política de represas, la terminación de Atucha II, la instalación de un incineración de residuos sólidos urbanos en el Calafate (Sta. Cruz) o el consumo irracional inducido por un desmedido aparato propagandístico.
No pretendo agotar la larga lista de tropelías que los seres humanos hemos cometido en el ambiente, simplemente me he limitado a señalar algunas, sabiendo que cualquier persona, a la luz de su realidad local, puede engrosar la misma con infinidad de ejemplos.
Debemos cambiar, pero para lograr ese cambio, es necesario profundizar nuestras visiones y percepciones sobre el mundo que nos rodea, modificando la actitud de "amos y señores de la naturaleza", para tratar de evitar que los actuales problemas ecológicos, se transformen en un alud incontenible para la vida.
*Docente
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