La líder de la Marcha de las Antorchas, Graciela García, irrumpió ayer en el acto del Frente Progresista con una demanda: "¡Juicio y castigo a los inundadores!", planteó desde la tarima de los candidatos. La primera reacción fue el desconcierto. Ya se habían escuchado los discursos de Noelia Chimentín, Griselda Tessio y Hermes Binner, sólo faltaba el de Mario Barletta, pero García le ganó de mano. Ella es una de las víctimas de la castástrofe del río Salado que marchan en la plaza de Mayo cada martes y cada 29, desde hace cuatro años. La ronda tiene dos paradas: una frente al Palacio de Justicia y otra en las puertas de la Casa Gris, donde gritan los nombres de los muertos en la inundación y exigen: "¡Justicia en todo y para todos!" Los gritos ponen la piel de gallina.

"Entiendo lo que dijo Binner. Nosotros también queremos el cambio, pero lo queremos de verdad. Por eso estoy acá arriba, donde están los futuros gobernantes, para que no se olviden de nosotros", dijo Graciela. "Tenemos el corazón estrujado porque otra vez (el 29 de marzo) tuvimos que salir con las patas mojadas, como hace cuatro años", agregó. Los candidatos y el auditorio pasaron de la sorpresa al aplauso.

"La única intención que tenemos como ciudadanos es ejercer la ciudadanía como nos merecemos ﷓insistió Graciela﷓ ¡Y que nos dejen ejercerla! Pero con la verdad y no con palabras que se esfuman en el tiempo. ¡Desde la verdad, con los huevos y los ovarios que hemos puesto desde hace cuatro años en la plaza de Mayo!".

Algunos estribillos apagaron la voz de la mujer al borde del llanto. "Nos hicieron de denuncias, causas judiciales ﷓recordó﷓, pero todavía seguimos de pie. ¡Acá estamos! ¡Tratando de salvar lo que tenemos: que es nuestra familia y nuestros afectos, como cada uno de los 130 mil inundados!".

García demandó por la falta de justicia. ¡Tenemos una Corte (Suprema) adicta al poder político", dijo. "Así que sabemos muy bien lo que queremos: ¡juicio y castigo para los inundadores!". Y estalló otro aplauso. Graciela bajó entonces del estrado, sin ayuda, envuelta en otro mar de lágrimas.