Vie 27.11.2009
soy

Yo me quiero casar. Los demás, también

› Por Virginia Innocenti

Hablemos de personas. El diccionario dice: “Individuo de la especie humana. / Hombre o mujer de prendas, capacidad, disposición y prudencia. Para el Derecho: Sujeto de derecho. Para la filosofía: Supuesto inteligente”. Entonces pregunto: si todos somos personas con iguales derechos ante la ley (para los creyentes, incluso ante la ley divina), ¿por qué hay personas que consideran a otras “menos personas que ellos y luchan denodadamente por quitarles ciertos derechos que les corresponden sólo por ser lo que son?

De pronto me encuentro en una reunión “de familia”, tratando de explicar “qué personas excelentes son mis amigos homosexuales, que algunos tienen parejas de años, más sólidas y estables que ninguna de las que yo pude construir hasta ahora (porque yo soy heterosexual, eh). ¡Puaj! A un paso de 2010 me encuentro justificándome, intentando hacer entrar en razones a una pareja “bien avenida” (él le dice algún piropo, ella todavía se sonroja)... Y yo como una boluda me descubro nerviosa, porque dentro de unos meses me caso, y esta pareja de fantoches (él en cuanto puede “se va de viaje de negocios” y ella lo espera amansada por el personal trainer) está invitada a la boda y yo tengo miedo de que se sientan incómodos por “los putos de mierda” y “las tortas” de mis amado/as amiga/os, hermano/as elegidos de la vida, que me quieren y me cuidan como pocos en este mundo. Y no quiero que “la pareja tipo” los insulte siquiera con el pensamiento. Y les digo: “No sabés cómo se ocupan de sus ahijados o sobrinos... son mucho mejores padres que nosotros”. Y pienso: mejores que ustedes dos seguro, que están en contra del aborto, pero obligaron a la de 16 a practicarse uno (top secret, obvio). Que ya no se aman, pero no se separan por la guita, porque les va más la hipocresía... Pero, bueno, ejercen su derecho de elegir vivir como se les da la gana, ¿no? Mi pareja y yo nos casamos porque nos amamos y porque queremos legitimar ante nosotros y ante los demás que somos dos personas que elegimos caminar juntos el camino. No quiero que si yo enfermara o muriese, mis padres o mis hermanos decidan sobre mí (ya soy grande). No quiero que a nadie se le ocurra de pronto echar a patadas de mi casa al ser con quien compartí amor y vida. Quiero que mis cosas sigan siendo sus cosas. Desde que tomamos la decisión de casarnos, un sentimiento de plenitud nos desborda. Elegir y saberse elegido. El es persona hombre y yo persona mujer. La ley “nos favorece” y dice que podemos hacerlo...

¡Quiero que el que tenga ganas pueda casarse con quien quiera en este mundo!

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