› Por Ricky Pashkus
No puedo tener otra opinión que no sea positiva con respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo. Entiendo que haya gente en contra, pero no son interlocutores válidos para mi juicio. Desde ya, me resulta igual que me pregunten qué opinaba, en su época, del voto femenino, o qué pienso con respecto a que los negros sean presidentes. En temas como éstos, sólo las respuestas positivas deberían entrar en el diálogo, ya que los fundamentos negativos están en pie de guerra y algunos ya perdieron.
En un mundo donde aún es difícil delimitar qué se entiende con claridad por homosexualidad, en un contexto social donde las parejas heterosexuales pueden estar compuestas por integrantes que tienen secretamente una relación gay, en un ámbito en el que la mayoría y no la totalidad puede gozar de ciertos derechos, sólo puedo decir que dos personas que sean mayores de edad deben tener la misma posibilidad de unirse por la ley civil. Por eso, la norma debe amparar la decisión de las personas dispuestas a casarse y darles a todas las parejas las mismas oportunidades.
De todas maneras, si bien la modificación del Código Civil traerá aparejada una mejora en las leyes relacionadas con la herencia y la adopción para parejas del mismo sexo, sólo serán cambios culturales genuinos si están inmersos en una mejora social total. En un país donde una pareja heterosexual también tiene serios problemas para adoptar en tiempo y forma, sólo por dar un ejemplo, los cambios me resultan muy parciales. Es decir, estoy a favor de la ley, pero no puedo aventurarme a analizar las transformaciones sociales de ningún grupo, si no se producen variaciones positivas para la gran mayoría.
Coreógrafo y director teatral
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