Un señor que iba por la peatonal en San Fernando del Valle de Catamarca me toma del brazo y me dice: no se asuste profesora, no sabe lo que busqué conocerla, más allá de que la vi en los medios, quiero felicitarla por su coraje, por haber blanqueado su vida. A mí, lo que me parece raro y maravilloso es que tengo mi obra social, mi cuenta bancaria, el recibo de sueldo como profesora y vicedirectora de escuela secundaria, un sueño para mí imposible. Ahí está mi nombre: Blasia Gómez Reinoso. Respeto a aquellas personas que se muestran en desacuerdo; ¡hay gente que me dice que desearía seguir viendo a Horacio Arnaldo, que para mí ya pasó a la historia, pero muchos desean verlo de nuevo, como si hubiera fallecido! Yo soy muy respetuosa de los ritmos, de los tiempos de los demás, de hecho muchos siguen diciéndome Horacio, así con estos tacos enormes, súper maquillada y vestida de punta en blanco luego de dos horas de lookeo. “Sólo vos podrías hacer lo que hiciste, porque tenés bolas”, me dijeron varixs. Otro costado que siempre aparece en las felicitaciones es el tiempo que llevo de casada, ya que con César rompemos con el cliché que la gente tiene sobre las parejas diversas; así que en ese sentido soy también una pionera.

La gente elabora de diferentes modos su forma de ver mis reivindicaciones: la gente grande observa con agrado que yo viva con mi madre, que tenga una familia constituida; los jóvenes me ven como alguien que rompe con la hipocresía. Mi escuela tiene mil alumnos; las chicas y los chicos se acercan, me dicen si les gusta cómo estoy vestida, otras veces algunxs me golpearon la puerta para darme consejos de moda. A nivel institucional me hicieron saber que estaban al tanto de mis avances en ese sentido: el propio ministro Sileoni me hizo hablar ante mis colegas en mi último viaje a Buenos Aires, remarcando que vengo de una sociedad en la que no hace mucho se mataba, se discriminaba al diferente. En ese momento me sentí pionera.