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"No habrá reformas con sabotaje y caos", afirmó el mandatario, y añadió que los manifestantes "matan en nombre de la religión". Definió a los opositores como "extremistas que han conseguido armas modernas" y aparatos de comunicación y los acusó de haber perpetrado una "masacre" contra las fuerzas de seguridad en la ciudad de Yisr al Shogur, cerca de la frontera con Turquía.

Llamó además a los ciudadanos de su país a no creer los rumores sobre él y su familia. "Esos rumores son todos falsos", dijo. Entre las figuras simbólicas del régimen odiadas por la oposición se encuentran varios parientes de Assad, entre ellos su hermano Maher, que comanda a las fuerzas de seguridad adictas al gobierno y que en las pasadas semanas reprimieron con violencia militar las protestas, que comenzaron a mediados de marzo.

El presidente sirio también insistió en el proceso de reformas impulsado por su régimen, entre ellas, el levantamiento del Estado Emergencia, vigente desde 1963, y los proyectos de ley electoral y de partidos políticos. "El proceso de reformas es para nosotros una convicción", señaló, e insistió en que "las reformas se han retrasado pero no detenido".

El mandatario dijo que estas transformaciones van a crear "una realidad política nueva en Siria en la que los ciudadanos van a participar" y anunció que se formará un nuevo Parlamento el próximo mes de agosto que se encargará de redactar una nueva Constitución o enmendarla.

Activistas contra el gobierno sirio prometieron continuar con sus protestas pese a la promesa del presidente Assad de presentar pronto una nueva Constitución y un paquete de reformas y se mostraron indignados por las declaraciones del mandatario sobre los manifestantes.

Poco después de su discurso, los manifestantes volvieron a tomar las calles en Alepo, la segunda mayor ciudad del país, para protestar contra el "provocativo discurso" del presidente. Las protestas se produjeron también en Homs y Latakia.