Martes, 3 de febrero de 2015 | Hoy
Me gustan los cuentos que parecen hablar de algo simple, de una anécdota, pero en realidad están hablando de otra cosa. No es que sienta todavía que consigo hacerlo, sólo lo intento. En “Selenismo” dos amigas hacen pis en el mismo balde y lo tiran sobre la ropa tendida de la vecina. Hasta ahí la anécdota. Luego se puede pensar en el desprecio por el otro, por el viejo, por el pobre. Por los esfuerzos del otro. El pis como descarga, bronca o desecho nuestro que arrojamos sobre los demás. El material plateado de la terraza podría ser la mancha de la culpa o una sustancia extraña que provoca un ensueño parecido a la locura. La toallita blanca, la conciencia o un recordatorio de nuestras defecciones, que cargamos para siempre...
También está la adolescencia y la relación de absoluta intimidad y confianza que es posible tener con una amiga sólo a esa edad, nunca más en la vida. Las crueldades que podemos cometer llevados por ese sentimiento de impunidad y excepcionalidad. “La inocencia cruel con que todos herimos y por la cual somos heridos”, para citar a Cristina Feijóo.
Me faltaría contar cómo después el tiempo, por sí mismo y con la misma inocencia, se encarga de nosotros. Otra anécdota, para otro cuento.
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