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El ataque de los clones en “Viaje a las estrellas”

La décima entrega de la saga interespacial, editada directamente en video, propone más del juego que mejor juega y, claro, más gusta.

 Por Horacio Bernades

Desaparece el logo de la Paramount, sobreviene un cielo estrellado y el espectador se prepara para un nuevo viaje. El décimo desde que la serie pasó al cine, allá por fines de los ‘70, y el cuarto con su nueva tripulación, esa “nueva generación” que desde hace más de una década le da subtítulo a la serie. Por segunda vez consecutiva (había ocurrido lo mismo con la anterior, Insurrección) en la Argentina el nuevo periplo cinematográfico de la nave Enterprise la lleva directamente hasta los videoclubes, sin escalas previas en cines u otras galaxias por el estilo. Estrenada en Estados Unidos a fines del año pasado, aquí está Viaje a las estrellas X: Némesis, recién editada por el sello AVH.
Como se estila en las transmisiones televisivas de fútbol, antes de ir al partido en sí conviene repasar la formación del equipo de la Enterprise. Al frente, el capitán Jean-Luc Picard, siempre a cargo del calvo Patrick Stewart, el profesor Xavier de X-Men. Luego, su segundo, el comandante Riker (Jonathan Fraker, que había dirigido las dos entregas anteriores y esta vez da un paso al costado). Y el resto de la tripulación, donde se destacan el androide Data, reemplazo del viejo y querido Spock (Brent Spiner, que como de costumbre aporta también al guión de la película), el alienígena Work (miembro de la raza klingon) y la telépata Deanna, que es a medias humana. Y que al comienzo de la película contrae enlace con Riker, tanto como para dejar sentado que los navegantes de la Enterprise no se dedican sólo a poner orden en los confines más alejados del universo.
En viaje desde Alaska (tierra natal de Riker) hacia el planeta Betazed (de donde proviene Deanna), la nave se desvía en dirección a Kolarus 111, para investigar cierto extraño disturbio electromagnético registrado en los radares. Allí descubren los restos desmembrados de un androide, que resulta ser idéntico a Data y que suben al vehículo como objeto de estudio. No pasará mucho tiempo antes de que reciban un llamado del pretor Shinzon, mandatario del planeta Romulus. Teniendo en cuenta que los romulianos son gente de armas tomar y no suelen mirar con buenos ojos a la Federación Planetaria (cuyos intereses nuestros hombres representan), Picard y los suyos olfatean gato encerrado. Pero igual deciden concurrir al llamado. Se encontrarán con que Shinzon, siendo niño, fue obligado a cumplir tareas forzadas en una mina ubicada del planeta Remus, parte del Imperio Romuliano. Esa experiencia le enseñó a odiar a los romulianos, a quienes tiene ahora sometidos a una dictadura. Pero, además, algo lo une al mismísimo Picard...
Sucede que Shinzon no es otra cosa que un clon del capitán de la Enterprise, especialmente diseñado por los romulianos vaya a saber con qué oscuras intenciones. Que no es un tipo bueno se adivina en su mirada torva, sus maneras sibilinas y su labio superior cortado. Más difícil es aceptar que se trata de un clon de Picard, teniendo en cuenta que la única característica física que ambos tienen en común es el cráneo rasurado, condición más debida a la triple cero que a la genética. Pero, bueno, el guión de Némesis dice que es un clon, y como no hay muchas posibilidades de discutir esa afirmación no queda más remedio que darla por cierta. Con un monstruoso virrey por asesor, después de algunas discusiones con Picard sobre lo innato y lo adquirido, Shinzon perderá la paciencia y se abocará a lo que desde siempre quiso: barrer de la faz del universo a la Tierra y sus habitantes. Empezando, por supuesto, por la entera tripulación de la Enterprise, sobre quienes desatará una lluvia de misiles espaciales.
Respetando como de costumbre el mensaje humanista impreso por el creador de la serie, Gene Rodenberry, Viaje a las estrellas X (dirigida por Stuart Baird, montajista de Lara Croft) une efectos visuales dignos de un restorán chino (espacios siderales color verdolaga, hologramas brillosos) con el aire a Sacoa que le dan las batallas proyectadas en gigantescosvideowalls y ese espíritu como de rompecoches que se consuma en innumerables choques de naves y demás chatarra espacial. No puede dejar de contabilizarse la trágica muerte de uno de los principales animadores de la serie, que según todo indica de aquí en más será reemplazado por un doble que, como él, luce un maquillaje digno de esas estatuas vivientes que amenizan los domingos de Plaza Francia y la Recoleta.

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La tripulación de la nave Enterprise, la nave que surca el espacio.
Se puede anticipar que, en esta décima parte, alguien importante muere...
 
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