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“Puedes contar conmigo” muestra el encanto de las historias mínimas
Escrita y dirigida por Kenneth Lonergan, es una de las películas más elogiadas del nuevo cine independiente estadounidense.
Por Horacio Bernades
Ya se sabe: para diferenciarse del gigantismo, la épica y la mitificación que rigen el cine hollywoodense, buena parte del cine independiente que se produce en Estados Unidos elige las pequeñas historias, las vidas de la gente común y, en términos estéticos, un moderado naturalismo. Buen ejemplo de ello es You Can Count on Me, ópera prima que, tres años atrás, recorrió victoriosa todas las estaciones consagratorias del cine indie, ganando premios en el Festival de Sundance y los Independent Spirit Awards, equivalentes de los Oscar para el cine independiente. Escrita y dirigida por Kenneth Lonergan y producida por Martin Scorsese, la película tampoco estuvo ausente en la entrega 2001 de la Academia de Hollywood, recibiendo nominaciones al Mejor Guión Original y Mejor Actriz Protagónica.
You Can Count on Me resultó consagración para varios, empezando por Lonergan (reputado dramaturgo, que antes había firmado para la industria el guión de Analízame y más tarde colaboraría en el de Pandillas de Nueva York) y siguiendo por sus protagonistas, Laura Linney (vista anteriormente en The Truman Show, y más recientemente en Mystic River y Realmente amor) y Mark Ruffalo, cuyo aire a James Dean-siglo XXI lo ha colocado entre los actores más hot de Hollywood. En la Argentina, el sello AVH la edita por estos días en video, con el título Puedes contar conmigo. En un papel que le mereció una nominación al Oscar y al que llena de matices, la notable Laura Linney es Samantha, gerente de préstamos en una sucursal bancaria de Scottsville, pueblito ficcional del estado de Nueva York. Madre soltera, tiene un hijo de 8 años que extraña a su padre (Rory Culkin, hermano menor de Macaulay). Marc Ruffalo es Terry, su hermano menor, quien tras vagabundear desde Alaska hasta la Florida, avisa que va a venir de visita. Cuando llega, resulta que el motivo de su regreso es pedirle unos pesos a la hermana, para pagar el aborto de una novia con la que no anda del todo bien. Para peor, a poco de llegar se entera de que la chica intentó suicidarse, sin éxito.
Vidas en problemas: si Terry no siempre los esquiva (estuvo unos meses en prisión, tras una gresca en un bar), basta rascar la apariencia hiperresponsable de Samantha para que aparezcan las grietas. Al hijo le oculta que su padre los abandonó de buenas a primeras. De la noche a la mañana, el hombre con el que cada tanto tiene encuentros sexuales (no precisamente ardorosos) se destapa con una extemporánea oferta matrimonial. Para terminar de embarrarla, Brian (Matthew Broderick), nuevo gerente de la sucursal bancaria, resulta ser un quisquilloso insoportable y se empeña en hacerle la vida imposible. Sin embargo, después de pelearse por mil detalles zonzos y casi sin pensarlo, ella y Brian (cuya esposa anda por el sexto mes de embarazo) terminan revolcándose furiosamente en un hotel por horas.
La secuencia inicial expone la escena primaria en la novela familiar de Samantha y Terry: cuando eran niños, los padres murieron en un accidente. Lo cual, se supone, algo tendrá que ver con la desorientación de ambos, más acusada en el caso de Terry. Poner en línea los desajustes de una vida con un trauma de origen es un hábito frecuente en la literatura y el cine estadounidenses, y Puedes contar conmigo no es la excepción. No es el único tópico en el que el tan premiado como aplaudido guión de Lonergan se apoya: desfilan también por aquí el tema de la paternidad forzada a cargo de un adulto inmaduro (relación sustituta que Terry establece con su sobrino), los lazos de unión y desunión entre hermanos, ese clásico del cine contemporáneo que es el duelo familiar, el pueblo chico y el consecuente dilema entre irse o quedarse. Y, finalmente, el lugar que la religión aún ocupa en el interior de Estados Unidos.
En este sentido, el hecho de que en una importante escena el cura del lugar intente guiar al desorientado Terry con la mayor paciencia ysensatez, parece sintomático de una toma de posición. Que sea el propio guionista y realizador quien haya asumido el papel de este cura tan abierto y comprensivo –pero no por ello menos seguro de que existen sobre la tierra caminos correctos y otros que no lo son– refuerza la sensación de que por allí pasa el eje moral de la película. Hasta el punto de que uno se pregunta si no será a Lonergan a quien haya que pedir cuentas por las acentuaciones religiosas de la posterior Pandillas de Nueva York, con su honesto y valeroso párroco y esa iglesia abandonada que servirá como refugio perfecto para los héroes.