SOCIEDAD › COMO ES LA MOVIDA EN LAS PLAYAS DE MODA DE MAR DEL PLATA
Entre los niños y la música tecno
Son las playas del sur, sobre la Ruta 11.
Van del ambiente familiar a los paradores más producidos.
Y con las chicas más lindas.
Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
Las olas, verdes o azules según los dictados de la luz solar, “vienen de allá, de las Malvinas”, dice Jorge González, señalando un punto que está mucho más lejos del horizonte de mar y cielo. Desde el mirador de La Caseta la vida tiene color de rosa, aunque esté nublado. En las playas del sur, sobre la Ruta 11, conviven la calma y el furor, el ruido de los niños y de la música tecno, la cálida sonrisa de una madre y cuerpos que parecen artesanales, pero nunca de madera. En medio de un laberinto de médanos encorsetados por una amalgama de hierba que se entreteje con los bosques de pino, el sonido que debería llegar de Abracadabra, la playa vecina, destinada a los jóvenes, nunca interrumpe las siestas que pueden dormirse en las carpas de La Caseta, donde recién por la noche se arma el baile en El Divino Beach, su discoteca. El milagro de ese muro de silencio debe ser por influjo de los dioses de Bali que coronan cada detalle de la coreografía de Abracadabra.
“En las playas del sur (alude a las que están después del faro de Punta Mogotes y que llegan hasta el límite con el partido de General Alvarado) el agua es limpia, porque no pasa por centros urbanos”, explica González, a quien todos llaman “Cuchillo”, por sus habilidades como cheff. Como concesionario de las tierras que siguen perteneciendo a la familia Peralta Ramos, fundadora y dueña de medio Mar del Plata, después de una fallida expropiación, González trata de explicar las razones de una preferencia del público que se mantiene inalterable. En su playa, la oferta pasa por el rélax, los masajes, técnicas de meditación; calma chicha, con toques de deportes, música suave y algún desenfreno bailable, casi siempre los fines de semana.
El visitante más ilustre, en este comienzo de temporada, fue el flamante ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, pero también pasaron modelos y alguna banda de rock. La mayoría de los turistas llegan desde la Capital Federal, aunque hay tucumanos y rosarinos. Eliana vino con su marido y sus cuatro hijos, desde San Nicolás. “Es un lugar ideal para venir con los chicos; es nuestra primera vez en el mar y Martín (4 años) debutó en el agua con una sonrisa.”
Como son playas abiertas, cualquiera fuera la opción elegida, se pueden recorrer de punta a punta, pasando por otras playas privadas como Miami Beach o Acquamarina, entre otras. “A nosotros nos visitan las familias, en Abracadabra bailan los jóvenes y en Tamarindo buscan surf y el infaltable bikini open”, resume González. El dueño de La Caseta acompaña a Página/12 hasta la medianera de Abracadabra y lo deja en manos de Gustavo Greco, el RRPP. Los trajes de baño se hacen más breves ni bien se cruza la frontera. Belén, María, Alejandra, Lorena, Glenda y Cristina son santiagueñas y habitués de Abracadabra.
“Sin duda, somos las morenas más lindas del país”, dicen casi a coro mientras atosigan a imágenes al fotógrafo. Se reivindican morenas, aunque algunas son rubias. Hacen mención a la “criollita santiagueña, morena linda” que les dedicó alguna vez, con fina intención, don Ata. El e-mail de una de ellas tiene a “morocha.com” como palabra mágica. Además de bellas, las santiagueñas demostraron que aquella fama de “lerdos” que le atribuyen malamente a los nativos de esas tierras, en todo caso sólo tiene que ver con lo físico. “Tráiganos a ese chico, a ése, que es el más lindo de la playa.” El joven accede a tomarse una foto rodeado por ellas y puede ser el comienzo de una bella amistad. Los jóvenes de alrededor de 20 merodean por las playas como lobos en celo. Los más jóvenes, sin embargo, cuando las lobas no están cerca, llaman a su familia por celulares gratuitos y repiten varias veces durante el breve contacto: “Te extraño mamá, te quiero mucho”.
Cerca de las santiagueñas, sin terminar de mostrar todo el juego, Malena suspira con suficiencia y afirma que “las blanquitas” tienen lo suyo. Y es obvio que ella lo tiene. Después, como si fuera una aparición, se pierde en la playa con pasos breves, sin tocar la arena. La que toca, a gusto y placer de sus clientes, es Mariana Boullosa, oriunda de Necochea, abogada de mañana, masajista por las tardes. Digitopuntura, masajes orientales y una variedad de aceites relajantes. “Gano mucho más como masajista que como abogada y por eso, durante el verano europeo, me instalo un par de meses en Ibiza”, redondea Mariana, restregando sus mejores armas, mientras piensa en los 50 euros que cobra, allá, por cada sesión.
Adriana Lupo, promotora de Movicom Bellsouth, que tiene un parador en la playa y que llevó a una troupe de modelos, Liliana Calabró, Natalia Fasi e Ingrid Grudke, entre otras, insinúa que el secreto del éxito puede estar en las imágenes de los dioses de Indonesia. La religión budista tiene una íntima vinculación con el mar. El océano, por ejemplo, fue creado según ellos por uno de sus dioses, Dewa Baruna. El lema crucial de sus creencias es “paz y armonía” y el objetivo es el pensamiento, la palabra y la acción positivas. Brahma quiere decir para ellos “la cabeza del Dios”, aunque por estas tierras profanas la palabra tiene gusto a cerveza del Brasil.
Víctor Arandía, dueño de Abracadabra, sospecha que todo tiene que ver, pero le otorga alguna chance al toque gastronómico. Arandía, propietario del restaurante El Anticuario, uno de los más descojonantes de Mar del Plata, se lleva a todas partes a su cheff exclusivo, Martín Mandrini. Si alguien descree de la magia, que pruebe algún día el langostino limango (con lima y mango) o los ravioles hechos a base de camarones y manteca negra. No se sabe si es por las chicas –o los chicos según se prefiera– o por las comidas que las diosas de Bali que rondan esta parte de la costa tienen cuatro brazos, con sus correlativas manos.