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Vin Diesel combate monstruos en un verdadero western espacial
“La batalla de Riddick, Pitch Black” cuenta las desventuras de un grupo de humanos acosados por bestias carnívoras, en un planeta lejano.
Por Horacio Bernades
“No sabía con quién se metía”, dice Riddick entre dientes. Machote y lleno de músculos, el hombre acaba de despanzurrar a uno de los tremebundos bicharracos que pueblan el planeta al que él y otros tripulantes fueron a parar, cuando se descompuso la nave en que viajaban. El tono seco y neutro con que Vin Diesel pronuncia la frase la deja suspendida en una zona indiscernible, entre la ridiculez y la autoparodia. Es el mismo tono de la película entera, que la hace resistente a las interpretaciones. La película se llama Pitch Black y, aunque tiene sus añitos, el sello AVH la edita ahora, con gran sentido de la oportunidad. Sucede que dentro de un par de semanas va a estrenarse en cines locales La batalla de Riddick, secuela de ésta. De allí que Pitch Black, estrenada en Estados Unidos en el 2000, se edite en la Argentina, en VHS y DVD, con el título de La batalla de Riddick, Pitch Black, apuntando a un mutuo refuerzo publicitario.
En estos cuatro años todo cambió. Cuando Pitch Black se estrenó, Vin Diesel no era nadie. Ahora, después de Rápido y furioso y XXX, es “el” héroe de acción de última generación. Luciendo la musculosa que es como el uniforme oficial del rubro, calvo como Bruce Willis en varias de sus películas y expresándose en los gruñidos monosilábicos de los miembros de su especie, detrás de su máscara Diesel deja entrever un fondo de afabilidad, que lo diferencia de la serie Stallone/Schwarzenegger. Poniéndolo en carrera por el cetro del más forzudo, la presentación de Pitch Black lo muestra encadenado a una viga, los ojos cubiertos por lentes oscuros y una faja en la boca. Se lo adivina una fiera peligrosa y el truco es que, sin dejar de serlo, se convertirá en el héroe de la película. Escrita y dirigida por David Twohy –que repite roles en la secuela–, Pitch Black no pierde demasiado tiempo en precisiones de tiempo y lugar: se da por sentado que transcurre en cierto futuro, y el planeta anónimo al que van a parar los sobrevivientes de la nave viene a ser algo así como el culo del mundo, y listo.
Los que sobrevivieron son la piloto Carolyn (la superlinda Radha Mitchell), un comerciante de antigüedades cobardón y ridículo, un imán musulmán y tres de sus aprendices (vestidos estilo árabe-ortodoxo), un chico o chica (más adelante se verá), Riddick (que es un presidiario) y el guardia que tiene la misión de trasladarlo de una cárcel a otra. Nunca queda muy claro por qué hay tantos árabes. Por suerte éste termina diluyéndose, quizá porque cuatro años atrás se vivía una impasse entre la guerra del Golfo y la invasión a Irak. El peso dramático recae sobre la piloto Carolyn, Riddick y el guardia, que resulta ser un mercenario morfinómano. Riddick es el clásico héroe/antihéroe, muy en la línea del Kurt Russell de Fuga de Nueva York. Vin Diesel le aporta su raspada voz gutural, a medio camino entre Barry White y Tom Waits.
El personaje más interesante de Pitch Black es sin duda Carolyn, que parece asumir su rol de líder de la expedición casi como una fatalidad, y a quien la muy interesante Radha Mitchell sabe dotar de una perfecta combinación de dureza y sensibilidad. La película funciona en buena medida como un western del espacio, en el que el desierto de Mojave ha sido reemplazado por un planeta con tres soles y la cuadrilla de expedicionarios debe vérselas con unos inmundos y voraces bicharracos, que los acosan como indios en busca de cabezas. Ese acoso de un enemigo brutal, desconocido y poderoso le da cuerpo a Pitch Black, en gran medida debido a que los monstruos han sido diseñados con gran astucia. A la manera de Alien, nunca termina de vérselos del todo, lo cual potencia la sensación de indefensión y está justificado por el eclipse que pone el planeta en ese negro absoluto al que alude el título en inglés.
Carnívoros y letales, los monstruos andan en bandadas, como murciélagos. Su bocaza tiene más dientes que la de un tiburón y un enorme espolón les permite partir un cuerpo en dos, como quien corta un pan de manteca. Con sus iris plateados como consecuencia de una operación ocular, en medio de la noche cerrada, Riddick es el único en condiciones de divisar al enemigo. Condición que conviene tener presente, ya que tiene un importante peso dramático en La batalla de Riddick. Esa que va a estrenarse en cines, de acá a un par de semanas.