PLáSTICA › RETROSPECTIVA DE LUIS WELLS EN BELLAS ARTES
Wells: el hombre visible
Desde que en los cincuenta participó en la fundación del informalismo local, hasta hoy, Wells es un artista clave de la Argentina.
Por Fabián Lebenglik
El Museo Nacional de Bellas Artes presenta una exposición retrospectiva -la primera– de Luis Wells (Buenos Aires, 1939), en la que se reúne un panorama antológico de cuarenta y seis años de obra realizada entre 1957 y 2003.
Wells participó de la renovación del arte argentino de la década del cincuenta y sesenta cuando era un artista cachorro. Fue uno de los fundadores del intenso y relativamente efímero informalismo local, que en 1959 se lanzó al ruedo porteño con el nombre de “Movimiento informal” en la galería Van Riel: lo acompañaron Alberto Greco, Mario Pucciarelli, Juan del Prete, Nicolás García Uriburu, Rómulo Macció, César Paternosto, Pedro Pont Vergez, Enrique Barilari, Emilio Renart, Rubén Santantonín, Antonio Seguí y Clorindo Testa, entre otros.
Aquel informalismo no sólo daba cuenta de intuiciones y certezas locales, sino que en parte había sido introducido por Greco quien, gracias a una beca que obtuvo en 1953 (a los 22 años), se topó con el informalismo en París y Cataluña.
El informalismo fue bautizado por el crítico francés Michel Tapié, que lanzó el término para darle nombre, especialmente, a la obra de Wols (1913-1951), considerado un antecedente de aquella corriente que poco más tarde también siguieron Dubuffet, Michaux y Fautrier. En el recorrido de aquellas sintonías que fueron tejiendo la trama creativa informalista, también puede sumarse el expresionismo abstracto, como la versión norteamericana del informalismo europeo.
Los informalistas peleaban contra la figuración y sobre todo contra las vanguardias geométricas. Especialmente contra los picassianos epigonales, y contra los supuestos rigores derivados de la obra Mondrian y el grupo De Stijl, que habían impuesto la ficción del racionalismo pictórico. En definitiva: la pelea era contra las aristas más pulidas de la razón.
La relación entre la improvisación, la creación colectiva y la individual –matriz creativa de interacción comparable a la del jazz– puede pensarse como motor de esta corriente y verificarse en los cuadros, relieves y objetos escultóricos que Wells realizó por aquellos años.
El informalismo demostró el vértigo y la urgencia por colocar el arte en el lugar del presente. En la obra de Wells resulta notoria, también, la relación con la música: “Pequeño monumento a Varese” y “La premeditación del silencio” (ambas de 1962).
Al mismo tiempo que el presente se fija en una obra, el artista establece un registro de la fugacidad de ese presente, que oscila entre el dramatismo y el humor, un poco en la línea –para seguir con el símil jazzístico– de Bud Powell, y su tema Tempus fugit.
Aquellas obras que resultaban escandalosas hace más de cuarenta años hoy son piezas de museo. Y el recorrido da cuenta del proceso que lleva de la aventura insurreccional a la apropiación institucional.
Más que la gestualidad pictórica y las intuiciones tachistas, la impronta de Wells consistió en una expansión libre hacia el espacio y el volumen, tanto desde el cuadro –siempre al límite de ser considerado un objeto–, como su abandono en favor de volúmenes más estructurados, tales como los cuadros distinguidos en el Premio Ver y Estimar de 1962, realizados con madera, tubos de cartón y recortes de diarios. Wells también se volcó al objeto escultórico y a obras que revelan una secreta estructura, porque más allá de la aparente conformación caótica, el artista destiló un ritmo que se resuelve en un patrón estilístico tal que cada obra revela algún grado de sistematización, de estructuración incipiente.
En 1964 realiza el primero de sus “techos” –estructuras escultóricas y pictóricas de gran belleza e impacto–, algunos de los cuales estánexhibidos o reconstruidos para la retrospectiva del MNBA. Uno de esos “techos” recibe un premio en el Di Tella en 1965. El Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere una de las maquetas de sus techos. También en el ‘64-’65 realiza su serie Toy, asociada al juego desde una estética pop.
Ese año gana la beca del British Council y viaja a Londres, donde permanece por un año en el departamento de escultura del Royal College of Art.
En 1966 presenta su primera individual en el Museo Nacional de Bellas Artes. Y al año siguiente se va por nueve años a Nueva York, donde se dedica también al diseño y gana dos premios “To the Excellence of Design” (1970), otorgados por la Industrial Design Magazine. Uno de los paradigmas que atraviesa la obra de Wells es, precisamente, el diseño, alrededor del cual el artista genera sucesivos núcleos de tensión y armonía.
De regreso a la Argentina, a mediados de los setenta, diseña y construye casas junto con el arquitecto y coleccionista Osvaldo Giesso.
De los primeros años ochenta se exhiben cuadros pintados sobre madera, con marcos recortados. La geometrización pictórica va cediendo, durante el resto de aquella década, a una pintura más con mayor humor, que comienza a dar cuenta del mundo del arte a través de numerosas citas y autocitas, como aquellas obras en las que el motivo principal del cuadro se condensa nuevamente, en pequeña escala, en otro sector del cuadro: un recurso proveniente de la heráldica y que técnicamente se denomina “abismo”.
En las últimas etapas comienza a advertirse en sus cuadros la constante de un personaje casi de historieta –entre la geometría y lo antropomórfico; entre el humor y el componente simbólico–, que introduce un componente narrativo en su pintura. De algún modo su personaje autorreferencial funciona como contrapeso de las citas de otros personajes de historieta que aparecen en sus pinturas, como Superman, Mickey o Flash Gordon.
Uno de los cuadros donde sus personajes propios se humanizan de manera ostensible es en el homenaje reverencial “A Kenneth Kemble” (1998).
En 1989 recibe el Premio de Honor de la Bienal de Valparaíso, Chile. En el ‘96 gana el Primer Premio del Salón Manuel Belgrano; la Beca Antorchas y el Premio a la Trayectoria de la Asociación de Críticos. En 1997 obtiene el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Pintura.
(En el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1473, hasta fines de octubre.)