PLáSTICA › HOMENAJE A LUIS FRANGELLA (1944-1990)
Pintor en tres dimensiones
El pintor argentino pasó los últimos quince años de su vida en Nueva York y formó parte de la avanzada artística del East Village, ganando reconocimiento internacional. Una impactante muestra-homenaje ofrece al público la fuerza de su obra.
Por Fabián Lebenglik
Frangella fue un gran pintor argentino que gozó de reconocimiento internacional en los espacios de avanzada de Nueva York –donde vivió desde 1976 hasta su muerte, ocurrida a causa del sida en 1990– y de Madrid, donde exhibía regularmente su obra.
Formó parte del núcleo de artistas del East Village neoyorquino, donde los integrantes de la movida de los setenta y ochenta encontraron refugio para hacer de ese barrio un lugar de intercambio social y pertenencia. Hasta establecerse el East Village –ya que durante los primeros tiempos anduvo como un nómade por Nueva York mudándose permanentemente–, según contaba el propio Frangella, no había sido fácil participar de una comunidad de artistas o reunirse a conversar sobre arte con colegas y amigos.
Para Luis Frangella la pintura era cuestión de poner el cuerpo, en varios sentidos. Ponía el cuerpo como objeto de su obra: muchas de sus pinturas evocan el cuerpo –torsos, cabezas, extremidades, secciones de cuerpos– y eso resulta visible. El cuerpo, a su vez, entendido como corporeidad y volumen, fue siempre una preocupación central de Frangella, como dibujante, escultor, pintor o diseñador.
Pero tal vez de manera más central, era un pintor que le ponía literalmente el cuerpo a su obra –me refiero a la obra gestual y de grandes dimensiones de los años ochenta– de un modo absolutamente comprometido.
Luis Frangella se recibió de arquitecto en la UBA, profesión a la que se dedicó fugazmente pero con resultados brillantes. Entre otros logros, ganó el primer premio en el concurso para realizar el proyecto de la embajada argentina en Asunción y en Brasilia, en los que participó con Clorindo Testa y Francisco Bullrich.
En 1971 obtuvo una beca de la Universidad de Buenos Aires para investigación visual en urbanización. Ganó otra beca del prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) para llevar a cabo trabajos de investigación para el Centro de Estudios Visuales Avanzados, entre 1973 y 1976. Producto de estas investigaciones, produce una serie de obras de laboratorio basadas en el estudio de la percepción. Consiste en una serie de pinturas donde las líneas de las formas –por ejemplo de una silla, como la que se exhibe en la exposición– son trazadas con colores alternativos de modo que luego, vistas con anteojos estereoscópicos, lucen como de tres dimensiones. En aquella obra, como explican los catálogos de la época, “el arco se vuelve túnel, el plano rectangular se convierte en escalera descendente y el anillo circular, en pozo profundo”.
Los cuadros 3-D recuerdan las películas de la década del cincuenta, como El museo de cera, en la que el temible Vincent Price asustaba a los espectadores con tomas especialmente realizadas para cumplir el efecto visual de “salir” de la pantalla e invadir el espacio que media entre la pantalla y el espectador, según veía todo aquel que se pusiera los anteojos bicolor.
En 1977, el artista ganó el primer Premio De Ridder de dibujo, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Aquella etapa experimental de Frangella, en la que se busca la ilusión de relieve a través de la fisiología y la percepción, no sólo remite a la búsqueda de volumen sino que lo coloca en sintonía con las nuevas vanguardias, volcadas al conceptualismo, según el cual el arte es una experiencia puramente intelectual.
Fueron célebres las experiencias multimedia organizadas por John Cage, como Lecture on the Weather (1976) y Empty Words (1981), en las que Frangella participó.
A finales de los años setenta diseñó una línea de bolsos con formas de animales que resultaron un boom para la moda neoyorquina: entre Elton Johny Farah Diba (la mujer del sha, durante la “primavera” pro occidental de Irán) se cuenta que agotaron el stock. Como una suerte de zoológico portátil, los bolsos de Frangella se vendían en la boutique del Hotel Plaza y todos los medios se ocuparon de consignar el triunfo de un argentino en el corazón de la moda.
Pero la obra más interesante del artista es su pintura de los años ochenta, desbordante y gestual, donde Frangella pone el cuerpo de manera decidida y desafiante. A comienzos de aquella década formó parte del grupo de pintores del East Village –junto con Jean Michel Basquiat, David Wojnarowicz y Mike Bidlo– y participó de varias exposiciones grupales y colectivas por el mundo, de los artistas más representativos de aquella sección artística neoyorquina, exhibiendo pinturas de un vibrante neoexpresionismo.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez en una performance en el Café Einstein, en 1982 –el mismo año en que ganó la Beca Guggenheim–. Frangella acababa de llegar de Nueva York, se subió tímidamente al mínimo escenario y, ante un teatral haz luminoso, se lanzó a pintar una enorme cabeza, con grandes gestos, despliegue de movimientos de los brazos, arrodillándose e incorporándose, mientras hacía trazos gruesos y chorreaduras hasta darle forma a una figura compleja y múltiple. Ante los fascinados espectadores del reducto under, Frangella generó, en pocos minutos, la imagen tan potente como idílica del pintor inspirado, mostrando en público la cocina de su obra y la naturalidad de su trazo. Aquello que Frangella hacía con frecuencia, presentar pinturas y performances en bares y discotecas –en Estados Unidos, Europa y la Argentina–, luego se transformó en una marca de época.
Como escribe Elena Oliveras en el catálogo de la exposición “... los torsos y fragmentos de cuerpos pintados en los ochenta revelan un concepto dinámico de la representación, una transformación metódica del motivo representado en función de reflejos y de puntos de vista diferentes del ‘normal’. Las figuras se convierten entonces en campo de batalla entre el contorno que las define y el caos de impresiones amorfas que las desestabilizan”.
La muestra del Centro Cultural Recoleta, curada por Oliveras y Duilio Pierri, incluye pinturas de mediano y gran formato –hay una Rata de 1985 que mide ocho metros por tres– así como bocetos, dibujos, máscaras, algún objeto, y un grupo de delicadas acuarelas (paisajes del campo, caballos, árboles, y un paisaje italiano).
La exposición –organizada por la Fundación Banco Ciudad– se complementa con dos mesas de exhibición, en las que se presentan fotografías, catálogos y documentos sobre la vida y la obra del artista, y un video en el que Frangella participa de una conferencia y reportaje público. (En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 29 de febrero.)