ESPECTáCULOS › LA PELICULA “EL ABRAZO PARTIDO” TUVO SU ESTRENO MUNDIAL EN EL FESTIVAL DE BERLIN
Un film argentino en busca del abrazo del Oso
El nuevo largometraje de Daniel Burman obtuvo un cálido aplauso de parte de la prensa y el público. El mosaico de pequeñas historias sobre la identidad judía, el barrio y la familia cautivó a la platea berlinesa, posicionándose favorablemente en la dura competencia oficial. Hasta ahora, la puja por el Oso de Oro no mostró grandes opciones, pero hoy empezarán a aparecer los grandes nombres del cine mundial.
Por Luciano Monteagudo
¿Cómo se construye la figura de un padre cuando está eternamente ausente? ¿En un pasaporte está implícita la identidad? ¿Qué significa ser judío, hoy, en Buenos Aires? Estos son algunos de los interrogantes que dejó caer ayer sobre la Berlinale El abrazo partido, la nueva película de Daniel Burman, que tuvo su estreno mundial en el marco de la competencia oficial. Y con muy buenos augurios, por cierto. La función matutina de prensa estuvo colmada, hubo un constante diálogo entre la pantalla y la platea, de la que el film logró hacerse cómplice, y la proyección terminó con un aplauso cálido, afectuoso, que se repitió en la función de la tarde, para público e invitados. El nuevo cine argentino siempre ha tenido una buena recepción aquí en Berlín –en 2001 La ciénaga, de Lucrecia Martel, fue premiada en el concurso oficial, y en el 2002 Un día de suerte, de Sandra Gugliotta, se coronó en el Forum del Cine Joven– y ahora Burman quiere seguir en esa senda, que él mismo abrió en la capital alemana cuando siete años atrás le tocó inaugurar la sección Panorama con su opera prima, Un crisantemo estalla en Cincoesquinas.
Su nuevo film está mucho más cerca, en todo caso, de Esperando al Mesías (2000), su segundo largo, no sólo porque reaparece como protagonista Daniel Hendler, que a esta altura ya parece una suerte de alter ego del director, sino también porque vuelve a tocar algunos de los mismos temas de aquella película, que tienen que ver con el intento de encontrar un lugar en el mundo, de dar cuenta de ese pasaje a la vida adulta en el que hay que tratar de descubrir qué se quiere hacer en la vida, o al menos qué es lo que la vida está haciendo con uno. Es el caso de Ariel (Hendler), que vegeta en una galería comercial del barrio de Once, ayudando a su madre (Adriana Aizemberg) en un negocio de lencería y viendo pasar los días con una vaga ilusión: conseguir un pasaporte polaco para entrar a Europa, a hacer algo, cualquier cosa. Su abuela, que escapó de la Shoah, no está muy convencida de querer facilitarle los papeles. Al fin y al cabo, su nieto quiere volver allí donde ella estuvo a punto de terminar en una cámara de gas. Y el padre de Ariel tampoco puede ayudarlo a tomar una decisión: abandonó a la familia cuando él recién había nacido, con la excusa de haberse ido a pelear por Israel, en la guerra de Yom Kippur.
A partir de este fraccionado grupo familiar, Burman –con la colaboración en el guión del novelista Marcelo Birmajer– construye un mosaico de pequeñas historias, a veces apenas anécdotas o pinceladas de color, que van incorporando distintos personajes arquetípicos, seguidos siempre bien de cerca por la cámara casi permanentemente en mano de Ramiro Civita, en un trabajo de fotografía que ayer fue muy elogiado aquí en Berlín. No es tanto lo que se ve de la ciudad, sino lo que se intuye, ese abigarramiento, esa ansiedad tan porteña y tan propia también del Once, donde la comunidad judía fue mezclándose poco a poco con todas las corrientes migratorias, entre ellas la última en incorporarse a la geografía de la ciudad, como la coreana.
“La realidad estaba allí y no le molestó que nosotros la estuviéramos filmando”, apuntó Burman en la conferencia de prensa que siguió a la primera proyección. Cuando le tocó contestar no sólo sobre su película (“Los voy a decepcionar: no es autobiográfica”, bromeó) sino también sobre la vitalidad del nuevo cine argentino en general, señaló: “Es verdad que hay gente muy talentosa, no sólo directores sino también actores, y técnicos de una calidad extraordinaria. Pero si hay algo que quizá nos une es esta falta total de especulación con respecto al futuro: siempre se filma como si fuera la última vez”.
Alguien quiso saber también qué influencia jugó en esta nueva generación Fernando Solanas, que hoy va a recibir –aquí mismo, en la Berlinale– el Oso de Oro por su trayectoria, en el marco del lanzamiento internacionalde su nueva película, Memoria del saqueo. A lo que Burman contestó, más allá de las cortesías del caso: “Me parece que Solanas es una figura muy importante, un referente permanente, que excede lo cinematográfico, porque ha demostrado, más de una vez, que es un director que está decidido a jugarse la vida en cada plano”.
La pregunta de rigor que, a su vez, hacen los argentinos de El abrazo partido –no sólo Burman sino también su productor Diego Dubcovsky y el protagonista Daniel Hendler, que a la noche fueron todos anfitriones de una fiesta en Berlin-Mitte, el barrio judío de la ciudad, con música klezmer incluida– es cómo está el nivel de la competencia, para medir sus chances. Y la verdad es que hasta ahora, cuando el concurso oficial entra ya en su segunda mitad, no han aparecido esos films determinantes, que ya parecen llegar con un Oso de Oro bajo el brazo. Más bien, todo lo contrario. La participación estadounidense ha sido particularmente pobre, primero con el neo western Las desapariciones, de Ron Howard, protagonizado por Cate Blanchett y Tommy Lee Jones, y luego con Monster, de Patty Jenkins, sobre el caso real de una prostituta de Daytona Beach que fue ejecutada en el estado de la Florida después de haber matado (no sin buenas razones) a siete hombres, un personaje que le valió a la ascendente Charlize Theron una candidatura al Oscar, que debería ser a la actriz más sobreactuada del año. El veterano inglés John Boorman se llevó el abucheo de la crítica con Country of My Skull, un mea culpa sobre el apar- theid sudafricano protagonizado por Juliette Binoche, mientras que el francés Patrice Leconte, en cambio, se ganó algunos adeptos con Confidences trop intimes, que puede llegar a valerle a Sandrine Bonnaire el premio a la mejor actriz, por el valor agregado que les pone a esas confesiones demasiado íntimas.
Ese, sin embargo, va a ser un trofeo muy disputado, sobre todo por los films escandinavos, en conjunto los más sólidos que ofreció hasta ahora la competencia. En la sueca Daybreak –que ya tiene asegurada su distribución en Argentina– varias familias de edades y clases sociales muy diferentes, comparten sin saberlo las crisis más profundas de sus vidas. Entre ellas, hay alguna mater dolorosa, como por ejemplo la magnífica Pernilla August, que supo ser actriz de Ingmar Bergman y Bille August y ahora se pone a disposición de la nueva generación, como es el caso del director Björn Runge.
Por su parte, la danesa In Your Hands, que marca el regreso a la Berlinale de la joven Annette K. Olesen, que ya estuvo en la competencia dos años atrás con otra película bendecida por el Dogma inventado por Lars von Trier, vuelve ahora con un nuevo film hecho bajo los mismos preceptos –escenarios y luces reales, nada de música, el despojamiento como norma– y logró arrancar la primera controversia del festival, con aplausos y silbidos disputándose la platea del Berlinale Palast. ¿El motivo? Todo aquello que el film no manipula con sus herramientas técnicas lo hace con el guión. Dos mujeres se encuentran en una prisión: Anna es capellán de la cárcel; Kate está recluida allí por haber cometido un crimen horrible. Una es asesora espiritual, la otra una pecadora. Pero cuando Anna descubra que su largamente esperado embarazo viene con problemas serios, no sabrá si ponerse en manos de Dios o de Kate, de quien se dice que tiene poderes milagrosos... Ambas actrices, caras conocidas del Dogma, están excelentes, pero más que Trine Dyrholm, que interpreta a la luminosa Kate, se distingue –en esa lucha entre la razón, la fe y lo sobrenatural– Ann Eleonoro Jorgensen, la protagonista de Italiano para principiantes, aquí en un papel mucho más exigente.
Así, más severa, más rigurosa, parece ponerse la competencia a partir de hoy, cuando empiecen a aparecer los nuevos films de algunos nombres mayores del cine mundial: el coreano Kim Ki Duk, el estadounidense Richard Linklater, el griego Theo Angelopoulos, el francés Eric Rohmer y el inglésKen Loach. Todavía queda un largo camino por recorrer en la Berlinale y la película de Burman deberá luchar, literalmente, a brazo partido.