CIENCIA › DIáLOGO CON ROBERTO ALVAREZ, INGENIERO AGRóNOMO E INVESTIGADOR DEL CONICET

Sobre la fertilidad y el genoma del suelo

El suelo tiene sus fueros y sus laberintos, que el jinete hipotético, invadido por la poesía bucólica del predio de Agronomía, explora y accede a expresiones ignoradas como meta- genoma, genoma del suelo y otras variantes de la tierra, que confirman su vena poética.

 Por Leonardo Moledo

Qué descansada vida

la del que huye del mundanal

ruido

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en el

mundo han sido

Los versos de Fray Luis de León repican en el cerebro (bajo el neocórtex) del jinete hipotético, cazador de novedades científicas, reacio a todo, pero que cabalga ahora por los predios bucólicos de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, entre ovejas (¿transgénicas?) y verdes pastos de Lorca, verdes pastos, verdes ramas: el barco sobre la mar, el caballo en la montaña y, frente a él, el Laboratorio de Radioisótopos, donde se enfrenta no a Antoñito el Camborio (como sería de esperar), sino a Roberto Alvarez, Dr. en Ingeniería Agronómica, que lo invita a ingresar, amablemente y él pregunta.

–¿Qué investiga

bajo la luna gitana?

Mientras brilla un sol de oro

y la tarde se agiganta.

Perdón por el interludio poético, pero todo este ambiente campestre me inspiró. Traduciendo: ¿Cuál es su tema de investigación?

–Fertilidad de suelos. Hacemos trabajos relacionados con la fertilización de cultivos, la capacidad de acumular materia orgánica y relacionados con el secuestro de carbón y el cambio climático. En lo que se refiere a la fertilización de cultivos trabajamos con productores agropecuarios. Ellos hacen experimentos de campo y nosotros vamos y medimos cosas.

–Doctor, yo quiero cambiar

mi caballo por su casa

mi montura por su espejo

mi cuchillo por su manta.

–¿Cómo dice?

–¿Por qué no me cuenta cómo son los experimentos?

¿No ve que vengo sangrando

desde los puertos de Cabra?

–Un campo está dividido en varios lotes, cada uno de ésos es una unidad de manejo. Elegimos alguno y el productor trabaja mediante la aplicación o no de fertilizantes. A partir de eso nosotros medimos varias cosas relacionadas con el cultivo y con el suelo. Lo más importante es el producto de eso: generamos varias estrategias de recomendación de fertilización. Nosotros utilizamos la siguiente política de comunicación: en el ambiente científico, que el productor no ve, apuntamos a las revistas internacionales de primera línea. Eso mismo lo plasmamos en publicaciones de divulgación para que le llegue al productor. Hemos generado varias herramientas para productores.

–Es muy hábil lo que hacen en este Laboratorio de Radioisótopos. ¿Y por qué es que así se llama?

–Porque se trabaja con radioisótopos. Algunos de nuestros trabajos implican el uso de material radiactivo; por ejemplo el carbono 14.

–Cuénteme cómo lo usan

con poca prisa y sin pausa.

–Estudiamos qué factores de la naturaleza y del manejo de los suelos regulan los niveles de materia orgánica de esos suelos. La materia orgánica es una de las propiedades de los suelos que hacen a su fertilidad; y además en la materia orgánica se puede secuestrar carbono y mitigar el efecto invernadero.

–¿Y cómo usan el carbono 14?

–Es una técnica. Para utilizar la velocidad de reciclado de la materia orgánica usamos un trazado radioisotópico. Hacemos crecer plantas de trigo y de maíz en una atmósfera que tiene C14; la planta por fotosíntesis incorpora carbono 14, que son átomos que nosotros podemos seguir con unos artefactos específicos. Entonces en sitios especialmente aislados aplicamos esa planta marcada al suelo (la plantamos) y podemos seguir los destinos del carbono de la planta y hacer cálculos de qué tan estable es la materia orgánica del suelo. Y cuánto carbono secuestra.

–Estable significa cuánto tiempo tarda en descomponerse...

–Claro. La velocidad con que recicla el carbono 14 nos permite estimar.

–¿Y por qué dice que “secuestra” carbono de la atmósfera?

–El gran problema de la contaminación es la emisión de CO2 por las industrias. Las estrategias para mitigar eso son básicamente dos: una, emitir menos carbono; otra es sacar el carbono de la atmósfera, retenerlo. ¿Cómo se podría retener? Por ahora no hay procesos industriales. Hay que retenerlo en las plantas. ¿Cómo lo logramos? Plantando bosques. Se pueden llegar a secuestrar entre 100 y 200 toneladas de carbono por hectárea de bosque. Eso es muchísimo. El otro lugar donde se puede secuestrar, aunque con menor capacidad, es la materia orgánica de los suelos.

–¿Cómo lo hace?

–Bueno, la planta toma carbono del anhídrido carbónico de la atmósfera y lo transforma en tejido vivo. Ahí ya está secuestrado. Si plantamos un bosque y lo mantenemos indefinidamente, sacamos mucho carbono, eso es cierto. Pero hacer un bosque implica no producir alimentos en suelos que tal vez serían muy productivos (como los pampeanos). Eso sería suicida. La estrategia de los bosques sirve para áreas no cultivables, inundables, o donde no haya demasiados beneficios para la agricultura. En las áreas agrícolas, que no se quieren sacrificar para la forestación, lo que se estudia es cómo modificar la agricultura para secuestrar carbono: seguir produciendo lo mismo pero con mayor materia orgánica en el suelo. Eso implica: los cultivos secuestran carbono, el grano se lleva a la ciudad, el resto de la planta cae al suelo y genera materia orgánica, que acumula fertilidad en los suelos y, sobre todo, secuestra carbono. Cuando la planta muere se produce una serie de transformaciones en las cuales lo que era parte de la planta termina transformándose en esas sustancias que tienen carbono.

–¿Y entonces?

–Si logramos, mediante nuevas técnicas, que crezcan las plantas, logramos por un lado que produzcan más alimento y, por el otro, mitigar el efecto invernadero. Por ejemplo en el caso de los biocombustibles hay algo problemático: el productor o el Estado tienen que decidir si prefieren producir el grano para alimento o para biocombustible. La otra decisión, tan importante como ésa, es si además me voy a llevar lo que no es grano, porque el rastrojo también sirve para ser transformado en biocombustible. Si se permitiese que lo que no es grano también se cosechara, eso en el mediano plazo generaría pérdida de los niveles de materia orgánica de los suelos y de la productividad. Tal vez en unos 20 o 30 años.

–¿Eso ya se está haciendo?

–El grano para el hombre, el rastrojo para el suelo. No cosechemos el rastrojo porque vamos a dañar el sistema. Estamos proyectando lo que pasaría si empezáramos a cosechar el rastrojo para hacer biocombustibles disminuyendo de esta manera la materia orgánica del suelo.

–¿Algo más?

–El estudio del genoma del suelo.

–¿Qué es el genoma del suelo?

–Todo ser vivo tiene una estructura genómica. En el suelo existen miles de seres vivos distintos; a algunos se los puede aislar y estudiar en los laboratorios, pero a la gran mayoría no. Se sospecha que están, pero no los podemos aislar. Existe algo que se llama el metagenoma, que implica tomar algo que no es realmente un ser vivo (por ejemplo una muestra de suelo, donde puede haber miles de especies distintas) y estudiarlo como si fuera un solo organismo. Después, a través de estrategias de informática se compara todo ese universo que hay en el montoncito de tierra con las especies conocidas y, a partir de eso, se puede empezar a conocer nuevas especies.

–Debo dejarlo, doctor,

porque se acaba la página.

Y así se aleja el jinete

bajo la luna gitana.

Porque él ya no es más él.

Ni su casa es ya su casa.

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El doctor Alvarez, a cargo del Laboratorio de Radioisótopos de la Facultad de Agronomía de la UBA.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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