Miércoles, 30 de abril de 2008 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON ADOLFO KOUTOUDJIAN, GEOPOLITóLOGO
El jinete hipotético, peregrino de la ciencia, viajero de la química, la física, la biología, la lingüística, aterriza ahora en el palenque de la geopolítica, esa disciplina interminable (cuya madre es la historia) y, sorprendido, oye hablar de los espacios vacíos.
Por Leonardo Moledo
–Usted es...
–Licenciado en Geografía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y tengo varias especializaciones, entre ellas: relaciones internacionales, medio ambiente y economía regional. Tenemos un proyecto de UBACyT con muy poco subsidio (sólo para fotocopias) que lo estoy llevando a cabo con estudiantes de la facultad. Hay una economista, una licenciada en Ciencias Políticas y un geógrafo.
–¿Sobre qué es el proyecto?
–Sobre espacios semivacíos. Hoy leí en Le Monde Diplomatique acerca de la guerra por la Amazonia. Creo que hay un conflicto por los espacios semivacíos en todo el mundo. ¿De dónde viene esto? Yo he sido asesor del ministro de Defensa, Pampuro, en 2003, y colocamos la cuestión de la defensa en la agenda democrática. De allí salió un libro con opiniones de 200 investigadores de todas las ideologías y firmado por Néstor Kirchner. Y surgió el problema de los espacios semivacíos o, parafraseando a Churchill hablando sobre los Balcanes, el “frente blando” de la Argentina. En diversos foros, y sobre todo a partir de 2001, está apareciendo la cuestión de los espacios semivacíos (demográfica y económicamente) planteado en non-papers estadounidenses (por ejemplo, Rumsfeld en 2002) acerca de la necesidad de plantearse que en aquellos lugares donde el poder del Estado no alcanza a cubrir el orden, el problema de alguna manera tiene que ser tratado en forma colectiva.
–Cuénteme cómo es eso.
–Básicamente, lo que están diciendo es que, como en la física, los espacios vacíos se ocupan: si ustedes, los países subdesarrollados, no se ocupan del desarrollo territorial y permiten que fuerzas “narcoterroristas” (como les llaman ellos) se adueñen de esos territorios, tendrán que ser los Estados Unidos, en cumplimiento de sus deberes con el hemisferio, quienes se hagan cargo de la situación. Este planteo se está haciendo en las conferencias académicas desde hace por lo menos diez años: en el año 1996, en El Cairo, aparecieron mapas con áreas de menos de 2 habitantes por kilómetro cuadrado. Toda nuestra Patagonia tiene menos de 2 habitantes por kilómetro cuadrado, lo mismo que la zona chaqueña.
–¿Y entonces qué?
–Falta el Estado. Yo soy de la idea de que tenemos que darnos una política territorial, de lo cual la política en los ’80 y los ’90 se olvidó. No sé si usted se acuerda, pero cuando cayó el Muro de Berlín había un planteo de que lo geográfico territorial, con la globalización, no iba a tener importancia. Pero si uno se fija en Africa, los Balcanes, América latina, Asia, lo que se ve es que esos conflictos territoriales han recrudecido pero con otra connotación: lo importante es la cuestión étnica, nacional, los recursos naturales, la biodiversidad. Hubo un hecho simbólico de tremenda importancia en julio del año pasado, cuando un submarino ruso plantó la bandera rusa en la plataforma submarina del Artico ruso, alegando soberanía sobre ese territorio.
–Bueno, no veo por qué... ¿qué hay allí?
–Gas. Un gas caro de extraer, pero a 110 dólares el barril de petróleo, la cosa se pone interesante. Sin embargo, lo que pasó fue que Dinamarca, jurídicamente dueña de Groenlandia, salió a reclamar lo mismo. Salieron también Noruega, Finlandia, Estados Unidos y Canadá, que anunció la creación de un puerto militar para controlar el Artico. La lucha por ese espacio vacío, despoblado, que jurídicamente no es de nadie (o es de todos), ahora se está reflejando acá. En una nota pequeña publicada en un diario local leí que los rusos acaban de hacer lo mismo en la península antártica. Inmediatamente sale Gran Bretaña y plantea la extensión de la plataforma de Malvinas y de la península antártica en un millón de kilómetros cuadrados. Creo que esto es similar a lo que pasó a fines del siglo XIX con la pelea imperial entre las grandes potencias: Gran Bretaña, Francia, Alemania repartiéndose el mapa. Ahora se está dando algo similar: si algo tienen de bueno los gobiernos de Bush y de Putin es que son absolutamente groseros, dicen todo lo que tienen que decir sin ningún pudor.
–¿Y qué es lo que nos están diciendo?
–Muy simple: hay que ocupar todo espacio semivacío. Primero son las calotas polares, los mares profundos y los taludes continentales de las plataformas submarinas de donde se puede extraer gas. Eso ya se está haciendo en el Mar del Norte, en Noruega. Después vienen los espacios donde los estados nacionales tienen poco control: la Amazonia, la llanura del Orinoco, la llanura chaqueña, eventualmente la Patagonia, todo el Africa subsahariana y la pelea jurídica por el Mar de la China meridional, por el Mar de Japón, por el Mar de Kamchatka. Por otra parte, creo que en Centroamérica se ha perdido una enorme batalla de orden ideológico: hoy en día los intelectuales de clase media no son independentistas sino que quieren pertenecer a los Estados Unidos. La famosa frase mexicana “estamos lejos de Dios y cerca de los Estados Unidos” ya no corre más.
Cuando se criticaba la inversión pública que se está haciendo en Santa Cruz, yo me olvidaba de los costos, de cómo se estaba haciendo, pero destacaba la iniciativa: sin ninguna duda necesitamos la ruta 40 pavimentada de Jujuy a Tierra del Fuego. Necesitamos, también, consolidar los corredores bioceánicos, un ferrocarril transpatagónico. Son inversiones caras y hoy, todavía, no muy rentables. Pero la región pampeana lo tiene que subsidiar. Noso-tros tenemos tres regiones: el norte empobrecido (que depende de la ruta 34 y no hay infraestructura para salir), el centro desarrollado (la región metropolitana, pampeana, Cuyo) y el sur, que es rico geográfica y económicamente pero geopolíticamente débil. ¿Por qué los ingleses se aferran a Malvinas? Porque el gas empieza a ser rentable con el petróleo tan caro. Y como los yacimientos del Mar del Norte ya se están agotando, lo más parecido es el Atlántico Sur. Nuestros ciudadanos no saben que las Malvinas tienen bandera propia y moneda propia. Lo que falta es población. Pero si llegan a tener 12 mil habitantes, hacen su país propio. Mi enfoque, como verá, es geopolítico: soy profesor en la Escuela de Defensa Nacional y la de Guerra Conjunta de las tres fuerzas armadas.
–Mmmm... ¿y durante la dictadura cómo se arregló?
–Fui echado, por supuesto, por una banda de geógrafos fascistas. Hoy les contaba a mis alumnos que en esa época vino un cura a la Facultad de Filosofía y Letras y apareció exorcizando al diablo. Noso-tros éramos el diablo. En la Escuela de Defensa estoy a cargo del área de geopolítica.
Entré con la democracia. De todas maneras, creo que no debemos asociar fuerzas armadas sólo a los golpes militares, tienen que estar para todo. Por ejemplo, habría que llegar a un acuerdo para hacer mayor investigación oceánica, para la exploración de los nódulos polimetálicos.
–¿Los nódulos polimetálicos? Es la primera vez que oigo hablar...
–En el lecho marino aparece una especie de conglomerado de varios metales (sílice, manganeso, cobre) de acuerdo con el continente que haya arriba. Los norteamericanos ya los extraen y los utilizan. El problema es que todavía es caro. Pero usted sabe que la valoración de un metal tiene que ver con el precio. En la época de la Guerra de Malvinas, por ejemplo, yo recuerdo que los geólogos decían que si el petróleo llegaba a 50 dólares, el gas de las islas era explotable. Lo mismo pasa con los metales: el día que el cobre o el molibdeno estén muy altos, sacamos de ahí abajo. Sin dejar de tener en cuenta que tecnológicamente se va a encontrar algún método para sacarlo más barato. Por ejemplo, los noruegos hacen extracciones no desde plataformas sino con una cañería, una especie de manguera que va chupando el gas desde el fondo. Con lo cual se ahorran 100 millones de dólares de plataforma.
–¿Y qué es la otra cosa que hace? Usted me dijo, off the record, que trabajaba en el Ceamse.
–Bueno, los geógrafos somos ambientalistas por definición. Yo he trabajado mucho la cuestión ambiental desde el punto de vista del saneamiento: fui administrador general de obras sanitarias de la provincia de Buenos Aires, subinterventor de agua y energía eléctrica. Mi tarea, ahora, es la planificación estratégica. Los procesos sanitarios que hoy están llegando no a su límite técnico sino al límite psicosocial (porque están en áreas cada vez más urbanas). Nuestra idea es llevar estos procesos fuera del área metropolitana. Estoy a cargo de la limpieza de los arroyos urbanos, hemos hecho una oferta para el Riachuelo que por ahora no fue aceptada, estamos tratando de hacer algo con el Reconquista.
–¿Quiere contarme algo más?
–Básicamente, quería dejar en claro que desde el punto de vista territorial la gran asignatura pendiente es el norte grande y pobre, el sur patagónico rico pero endeble y, en el Area Metropolitana, el conurbano. El área central debería subsidiar a esos tres sectores.
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