Miércoles, 1 de octubre de 2008 | Hoy
CIENCIA › SILVIA MAGNAVACCA, DIRECTORA DEL CENTRO DE ESTUDIOS MEDIEVALES DE LA UNSAM
El jinete está cansado del ruido de su época y, melancólico, se sumerge en una cabalgata medieval, sólo para encontrar que la Edad Media consideraba que la melancolía era un definido pecado.
–Bueno, en la foto no salió muy medieval, que digamos.
–Mejor así.
–Usted es doctora en filosofía, investigadora del Conicet y dirige el Centro de Estudios Medievales de la Universidad Nacional de San Martín. ¿por qué nos interesa la Edad Media?
–Nos interesa porque, como decía un viejo medievalista, no discutiríamos así a propósito de los hititas. Quiero decir que la Edad Media sigue viva en nosotros. Esta es la razón por la cual hay una ambivalencia. En cierta manera está lejos obviamente y en cierto modo está muy cerca. Esa es la razón por la que la colección de libros sobre Estudios Medievales que dirijo en la Editorial Miño y Dávila se llama “Lejos y Cerca”. Está lejos por los avances de las tecnologías, el desarrollo de las formas de convivencia democráticas, los derechos civiles, pero nuestra vestimenta, los anteojos que usamos, los libros, el derecho de huelga...
–Las universidades...
–Sí, y también los hospitales son creaciones de la Edad Media. Lo que ocurre es que nuestra Edad Media es de alguna manera imaginada, soñada. Porque hay una opacidad en el pasado, especialmente en pasados no recientes. Inevitablemente carecemos de los materiales suficientes. Podemos hacer un tipo de historiografía más exacta sobre la Segunda Guerra Mundial, contamos con filmaciones, documentación que nos permiten una reconstrucción más exacta. En cambio un pasado más lejano como la Edad Media tiene que ser reconstruido por nosotros. Por supuesto que esa reconstrucción tiene que evitar tanto el escollo de la idealización como el escollo de la demonización que tantas veces se hizo sobre la Edad Media. Una de la más grandes medievalistas, María Teresa Fumagalli, dirige la cátedra de filosofía medieval de la Universidad de Milán y tiene un artículo de divulgación cuyo título muy provocador es “Medieval será usted”. Como para pensar, le digo que los campos de concentración por ejemplo son un invento “nuestro”, no son medievales.
–Sí, las persecuciones de brujas también fueron modernas. Además hay muchas “edades medias”, ¿no? No es lo mismo el siglo V que el XIII. Lo que sí es verdad es que a partir de la revolución científica y el Humanismo, hay una ruptura con la atmósfera teológica. Uno lee a Guillermo de Okham, el que quizá llegó más lejos, que habla de libertad de pensamiento pero deja a salvo la teología.
–Guillermo de Okham, sí. Para mí el siglo XIV, en el que pasa de todo, es el gran siglo de crisis; inflaciones, la peste negra que mata a más de la mitad de la población europea, tres papas a la vez un mismo día...
–Como el “día de los tres gobernadores”...
—... el cisma de la Iglesia más grande de la historia. Es un siglo caótico que también se refleja en la discusión intelectual. En esa discusión lo que Guillermo de Okham intenta hacer no es salvar la teología de la discusión filosófica sino salvar la fe. Me parece que es una figura fascinante, por eso Umberto Eco lo rescata.
–Sí, es Guillermo de Baskerville... ¿y Adso?
–Adso es el pasado que lo está mirando. Lo genial que hace Umberto Eco es poner ese pasado en los ojos de un joven que al final contempla el propio desierto de ese pasado.
–El mundo medieval tiene eso que decía Marc Bloch: “ese mundo que se creía tan viejo estaba manejado por gente muy joven”.
–Es cierto, hay documentos históricos en los que se aparece fulano de tal “llegado a la avanzada edad de 50 años”. Y un joven universitario tenía 14, 15 años de edad. De cualquier manera la Edad Media está protagonizada por jóvenes en otro sentido. Es una Edad hecha por disidentes, por autores que han hecho una ruptura con algo anterior. Es una Edad que de algún modo tuvo que iniciarse desde cero, porque lo que quedaba de la Antigüedad fue muy poco. Hubo mucho que reconquistar. Una de las claves de la Edad Media, sobre todo con el Renacimiento carolingio, es que es una gran nostalgia de Roma.
–Porque era el único tipo de civilización que se recordaba.
–La Iglesia misma estaba organizada sobre un sistema romano. Los siglos centrales de la Edad Media son el XI, XII, XIII y son tres formas de escolástica distintas: con Aristóteles, sin Aristóteles y cuando el aristotelismo no pudo satisfacer algo que es una ilusión recurrente.
–¿Y qué es lo que no pudo satisfacer?
–No pudo satisfacer lo que se le exigió: ser la llave maestra de acceso a toda clase de “verdades”. Y cuando el aristotelismo no puede cumplir esta expectativa que se había generado con su reingreso a Occidente, allí empieza a declinar la Edad Media.
–Y a deslizarse hacia el Humanismo.
–Sí. Con el Humanismo se establece una relación diferente con lo divino, con la dimensión trascendente. Hay una espiritualidad nueva. El Humanismo con lo que rompe es con la Iglesia como institución y con que toda “verdad” sea tramitada por la Iglesia. Deja de haber una verdad institucional sacramental y aparece una nueva verdad subjetiva no sacramental.
–De alguna manera esta revolución humanística prepara el terreno para la Reforma.
–Sí, no podría haber habido Reforma sin esta preparación anterior, con estas nuevas formas de fe que van surgiendo.
–Están los que ponen el énfasis en la continuidad entre la Edad Media y la Edad Moderna, y quienes lo ponen en la ruptura. ¿Usted cómo lo ve?
–Conviven líneas de continuidad y líneas de ruptura. Esa convivencia es el gran problema para el historiador. Por ejemplo, un autor como Petrarca en el 1333 escribe una carta que se considera el documento fundacional del Humanismo. Un siglo después sigue habiendo autores muy medievales.
–Bueno, Petrarca se anticipó mucho.
–En pleno movimiento humanístico, en Florencia del siglo XV hay períodos en los que los “intelectuales” ya escriben en vulgar. Una década después se vuelve al latín, el conocimiento vuelve a la torre de marfil. Esto dependía de los vaivenes políticos.
–Usted investiga en esta área, ¿cuál es su objeto de investigación?
–En general nuestros proyectos duran unos tres años. Personalmente en este momento estoy siguiéndoles la pista a las distintas concepciones de la palabra “filosofía” del siglo XII al XIV en autores claves.
–Antes dijimos que no hay “una” Edad Media, hay “mundos medievales”.
–Sí, y hay dos grandes corrientes que prevalecen en los distintos mundos medievales que se suceden. Una de esas corrientes es la filosofía concebida como un saber riguroso, casi científico, escolástico, aristotélico, con reglas que presiden el ejercicio, y la otra que toma la filosofía como una escuela de vida, como preparación para la muerte, mucho más agustiniana. Me estoy dedicando más que nada a Aubrey de Reims que fue rector de la Universidad de París, que hace una defensa de la autonomía de la filosofía en pleno siglo XIII que no se puede creer.
–¿Y en el grupo de Estudios Medievales de la Universidad de San Martín?
–Bueno el CEM (Centro de Estudios Medievales) está integrado por investigadores experimentados como Carlos Ruta, Antonio Turzi, Enrique Corti y jóvenes doctorandos. Estamos investigando acerca del problema del mal. El próximo 3 y 4 de octubre se hará un coloquio en el Edificio Tornavías sobre este tema, para el que hemos convocado a una serie de especialistas. El mismo rector de la Unsam, Carlos Ruta, es un especialista en Meister Eckard.
–Bueno, y ya que estamos... ¿Cómo es el problema del mal en la Edad Media?
–Fuimos a rastrear de qué males se acusa a los filósofos, según ellos mismos, en la Edad Media. Aparecen la soberbia, la melancolía.
–Qué curioso. La melancolía no parece un sentimiento medieval.
–Justamente, por eso es un mal. La tristitia en la Edad Media era considerada un mal, materia prima de la acidia, que fue mal traducida por “pereza”, cuando surge el capitalismo. Pero la acidia es sobre todo un negarse a gozar de los bienes espirituales. Es cuando aquella persona laxa a quien se le dice: ¡mirá qué lindo día de sol!, responde “no, a mí me molesta”.
–Bueno, a veces yo hago eso, en verdad.
–Es curioso. En Italia escuché la expresión “más melancólico que un argentino”. Me pregunto cómo podemos llamar oscura a una Edad que amó tanto la vida, que considera un pecado bajar los brazos ante ella.
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