Miércoles, 1 de octubre de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Raúl Dellatorre
Una semana atrás, Eduardo Buzzi era reelecto titular de la Federación Agraria. Hugo Biolcati asumía, al mismo tiempo, la presidencia de la Sociedad Rural. Para los protagonistas de la medida de fuerza dispuesta ayer, la Mesa de Enlace, deben haber sido hechos tremendamente más importantes que el derrumbe de bancos internacionales y el callejón sin salida en el que parece entrar la principal economía del mundo. Porque estos hechos internacionales no la detuvieron en su determinación de volver a la pelea, mientras aquellos acontecimientos domésticos, por el contrario, la llenaron de renovados bríos. La conducción cuatripartita del sector rural más concentrado se lanzó nuevamente a la pulseada con el Gobierno, aprovechando el vacío que dejan otros sectores de oposición y las debilidades del Gobierno para hacer visible una política agropecuaria pensada para “otro campo”: el de los pequeños agricultores, el de la diversificación productiva, el de las economías regionales.
Pasaron dos meses y medio, casi, desde el rechazo de las retenciones móviles en el Senado. Tiempo suficiente para que las entidades agrarias le encontraran la vuelta a un conflicto que parecía vaciado de contenido, después del triunfo a lo Pirro contra el esquema oficial de retenciones que llevaron a los productores pequeños a pagar tasas más elevadas. Tiempo que también aprovecharon para cerrar filas con sectores de la oposición pensando en 2009: Julio Cobos se convirtió casi en un referente del sector, Gabriela Michetti, en la cara “tolerable” del macrismo, ex duhaldistas y ex radicales (y sin los ex también) como buenos compañeros de ruta para andar por Buenos Aires o Santa Fe.
La perspectiva política alivió las tensiones de la interna de Federación Agraria entre Buzzi y Alfredo De Angeli. Con el primero candidateándose el año próximo en la arena política, el camino quedaría allanado para De Angeli para septiembre próximo, cuando se renueven autoridades en FAA y pueda convertirse en su presidente. Con la perspectiva de la consolidación de una alianza de centro y derecha que aglutine a toda la mesa de enlace, Llambías juega sus fichas a la provincia de Buenos Aires y les cede parte del protagonismo a Buzzi y Biolcati, confiando en que sus espaldas ideológicas estarán bien custodiadas.
La derecha urbana triunfante y los sectores rurales más concentrados se sienten cómodos marchando juntos. El discurso de confrontación de los segundos elige temas sensibles para el sector agrícola, como la sequía, pero privilegia un modelo de acumulación en el que la disputa por la apropiación de la renta es el eje principal. Hoy, con precios muy inferiores (la soja a menos de 400 dólares la tonelada) a los de seis meses atrás. Critica la participación del Estado en la formación de precios. Habla de “un nuevo modelo productivo”, eufemismo que enmascara el viejo modelo productivo agrícola basado en el libre mercado, en el que la lógica del comercio internacional y de las transnacionales que lo controlan es la que determina qué producir, cuánto y dónde.
Desde esa perspectiva, los problemas de los productores chicos, la agricultura en áreas extrapampeanas y las pequeñas explotaciones ganaderas o de cultivos regionales son una cuestión social que debe ser resuelta con asistencialismo. No es lo mismo encarar desde allí el asunto, que plantear que es un problema económico y estructural. Bajo este otro punto de vista, la intervención del Estado se vuelve fundamental para definir un modelo distinto al monocultivo, y para impedir la concentración regional en cinco o seis empresas que acopien y comercialicen la producción total, sea ésta algodón, yerba mate o caña de azúcar.
El proyecto de dotar a la Secretaría de Agricultura y Ganadería de un área de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar apunta, precisamente, a dar respuestas en ese sentido. Pero, inexplicablemente, su implementación se fue demorando. No hubo reacción o faltó decisión política para lanzar un modelo que confronta con las organizaciones tradicionales de la Mesa de Enlace, dando respuestas y abriendo espacios a ese “otro campo”, el de las necesidades reales. No se hizo. La Mesa de Enlace tomó la iniciativa. Y corrió el eje del debate a la derecha.
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