CIENCIA › DIáLOGO CON EL DOCTOR ENRIQUE SEGURA SOBRE LA BIOLOGíA DEL COMPORTAMIENTO

Graves problemas de conducta

Atrincherado en su reducto del Ibyme (Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet), Enrique Segura desgrana, frente al jinete perplejo, las maneras en que el comportamiento se abre paso a través de la evolución.

 Por Leonardo Moledo

–Usted es doctor en medicina...

–Contaminado por los biólogos hasta los tuétanos.

–Investigador del Conicet y director del Laboratorio de Biología del Comportamiento.

–Parece que está al tanto...

–Yo podría preguntarle qué es lo que está haciendo exactamente, cosa que también me interesa, pero decidí que habláramos de algo más general. Empiezo preguntándole, entonces, si hay una diferencia tajante entre la conducta humana y la conducta animal o si hay una continuidad.

–Me pregunta si hay un salto cualitativo.... es posible que a través de la cultura pero, en términos estrictamente evolutivos, lo que hay es una secuencia absolutamente organizada y estructurada a través de la selección natural. Mire, hay una función que puede ser descripta en muchísimas especies, tiene una forma germinal en las especies inferiores y llega a convertirse en un modo de hacer de las especies más diferenciadas.

–Y que es...

–La memoria. Es una función que puede ser estudiada en animales muy primitivos, y sacar de allí claves que luego pueden servir para entender modos de operar del sistema nervioso humano con, por ejemplo, los neurotransmisores que intervienen. En este momento, casi todo lo que sabemos acerca de la memoria procede de los invertebrados.

–¿Por ejemplo en cuáles? ¿Y cómo se estudia?

–El modelo más exitoso ha sido el de los moluscos. Una famosa forma de molusco tiene un comportamiento con muchos mecanismos que se pueden identificar y trasponer al modo de operar de un sistema mucho más complejo... Por ejemplo, el aprendizaje. Este molusco del cual le hablaba aprende cosas de la misma manera que un mamífero, utilizando las mismas pautas nerviosas que los mamíferos y, tal vez, hasta los mismos neurotransmisores, y, en particular, ciertos mecanismos electrofisiológicos que han desembocado en una teoría de la memoria que se da en los invertebrados y también en los mamíferos.

–¿Dónde se guardan los recuerdos?

–Esa es una pregunta crucial. Clásicamente hubo la intención de identificar estructuras dedicadas exclusivamente a la conservación de la memoria. Pero en este momento en lugar de pensar en áreas dedicadas a la memoria, se piensa que todo el sistema nervioso es un reservorio de memoria. Un neurólogo muy distinguido dijo que había una idea por cada neurona, y de esa manera se producía la organización de los sistemas de memoria a través de los sistemas particulares de cada neurona...

–Bueno, es medio difícil determinar qué es una idea. Además, lo que yo no termino de entender es de qué manera química puede una idea ser almacenada en una neurona.

–Hubo a lo largo de estos últimos cuarenta años una serie grande de opiniones y teorías, y hubo muchas moléculas que fueron involucradas: las proteínas y los ácidos nucleicos, por ejemplo. Ambas están, indudablemente, vinculadas con los procesos de la memoria. Encontrar una molécula de la memoria es casi como encontrar la panacea. Se trata, en realidad, de un complejo de fenómenos que tiene que ver con las membranas nerviosas y la síntesis de determinadas proteínas en la membrana. Es un mecanismo complejo: actualmente se piensa en la existencia de circuitos neuronales que acumulan de modo digital los procesos que habrán de reproducirse.

–Mmmm... ¿pero qué circula por esos circuitos?

–Son circuitos programados para acumular información en proteínas, en electrolitos y en cambios eléctricos de las membranas. Lo que no podemos es dar una respuesta única al problema. Es cierto que hay estructuras en los mamíferos cuya alteración provoca cambios en la memoria. Por eso se supone que las distintas estructuras del sistema límbico están asociadas a la memoria, lo mismo que ciertas estructuras de la corteza más moderna y del área prefrontal.

–Pero hay varias memorias. Hay una que hace que yo reconozca la permanencia de un objeto en el tiempo (por ejemplo, que yo reconozca que la lapicera que usted tiene en su mano ahora es la misma que tenía hace dos segundos)...

–Un momento de la memoria es la conciencia misma, la memoria del presente. Cuando nosotros estamos conscientes de algo, tenemos memoria del presente. Si eso actúa eficientemente sobre ciertos mecanismos del sistema nervioso pasa a ser almacenado en estructuras que cumplen la función de reservorio, y están dispersadas en el sistema nervioso. No es que estén concentradas en algún lugar, sino que es un sistema disperso. El tronco cerebral, por ejemplo, tiene memoria de lo que nosotros somos como especie.

–Por ejemplo...

–Los patrones de conducta, patrones fijos de acción. Están almacenados en el sistema nervioso, en distintas estructuras: una de ellas es, como le decía, el tronco cerebral, o el hipotálamo, en donde la información que recibe el organismo se concentra y luego se expande hacia la corteza. Es una formación reticulada que recibe información de todos los sistemas de reconocimiento (sentidos) y tiene a su vez circuitos que regulan los patrones fijos de acción, por ejemplo el comportamiento sexual de los animales, y que integra todo lo que es humoral en el sexo. Lo que falta ahora es integrar todas las conductas de un modo coherente para entender cuál es la secuencia que se produce en el sistema nervioso para dar como resultado una conducta organizada.

–Las conductas son tan complejas que uno se pregunta cómo caben en esos lugares.

–Es que no se trata de materia, son programas. Programas acumulados en microscópicos chips, que son capaces de interactuar en conjunto para generar un programa de conducta. Porque la memoria es importante para constituir la individualidad y la conciencia, pero fundamentalmente para sostener las actividades que realiza el individuo y que hacen a la propia memoria.

–¿Hay alguna forma de conciencia de sí en los animales? ¿Se puede saber eso?

–Hay estudios en primates. Los animales no primates también tienen una capacidad de reconocerse, pero de algún modo no consciente. Se autorreconocen como organismos de una especie determinada. Por ejemplo, si usted pone a una paloma frente a un espejo y le hace ver la imagen de un macho, va a ovular. Lo mismo el comportamiento de los padres hacia los hijos: en las aves, los padres deben alimentar muy rigurosamente a las crías, deben estar consiguiendo una lombriz por minuto más o menos. Todo eso significa reconocimiento de imágenes, y esos reconocimientos son desencadenantes de conductas. En la cría, la demanda de alimentos y en los progenitores, la conducta de alimentación. El “sí mismo” existe en los animales, por lo menos en los primates. Hay un trabajo muy interesante de un norteamericano que revela que un chimpancé se reconoce en el espejo, y la forma es mediante gestos que demuestran que está mirándose y reconociéndose.

–Eso se entiende evolutivamente, porque los animales toman agua de charcos y ahí se deben ver reflejados. Si pensaran que son otros, deberían atacarlos, y eso no es evolutivamente positivo. Lo problemático es que no podemos preguntarles.

–No, pero tenemos por lo menos evidencias con respecto a la intencionalidad de algunos comportamientos. Por ejemplo la diferenciación de las señales de alerta entre algunos primates. Son capaces de discernir entre dos tipos de amenaza y reaccionar diferente frente a una y la otra.

–De la observación de los animales domésticos se infiere, intuitivamente, que hay una conciencia de sí, algún tipo de lenguaje por el cual gatos y perros se comunican con sus amos.

–Es cierto, y hay trabajos actuales que toman eso como tema para estudiar la génesis del lenguaje y la comunicación. El lenguaje humano, en última instancia, tuvo su origen en la naturaleza general.

–Aparte tuvo que tener una evolución gradual, no hay otra manera.

–Bueno, algunas cosas aparecen súbitamente pero, en general, los que somos evolucionistas, creemos que hay una progresión.

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“Los animales no primates también tienen una capacidad de reconocerse, pero de algún modo no consciente.”
Imagen: Sandra Cartasso
 
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