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Entre gozos y sombras

El sistema de comunicación es un espacio de la batalla cultural y, por lo tanto, también un ámbito de la política. Y la televisión, un actor siempre protagónico en ese escenario, más allá de cualquier consideración que se haga sobre ella.

 Por Omar López *

La irreversible recesión mundial engendra un nuevo orden económico que uniformará sociedades en una resignificación esclavista. O es el comienzo de nuevos límites e incapacidades del ejercicio político que sostuvieron la impunidad de asociaciones económicas personificadas en el neoliberalismo imperial. Tal vez dé inicio a una era de nueva intolerancia humana frente al despótico capitalismo; sociedades enteras consumidas por la decadente cultura de esta modernidad sin destino que se resisten a abandonar el lugar del progreso conquistado: el remate de sus casas, las masivas pérdidas de empleos, la caída del estatus cultural producido por el Tío Sam.

Semejante disgregación acabará diseñando nuevas rupturas sociales respecto del sueño americano y producirá hacia adentro de los sujetos otra concepción de su derrumbe de derechos, perspectiva, justicia e integridad. Sociedades ubicándose al borde de un sentido, y como nos recuerda el filósofo francés Jean Louk Nanci: “Recién recobro la posibilidad de preguntarme por el sentido cuando doy el sentido por acabado”. Será que se derrumba ese sentido imperial de una modernidad estatizada de los mercados. Hay una diferencia entre conocimiento y sentido. Nanci afirma que la acumulación de conocimiento infinito no da sentido.

Entonces el razonamiento dominante se pone en jaque y no hay pensamiento suficiente capaz de interpretar y oponerse a la contingencia que otra vez mutila la condición humana y actualiza una concepción fascista desde los estados ricos que siguen viendo la solución en socializar las pérdidas y privatizar riquezas. Quizá gran parte de los votos a Obama vienen con la intuición de que las formas que los acompañan, o las ideas que los ordenan, han perdido su sentido y hay que reconstruirlas o inventarlas otra vez. Deberá indagarse sin pausa esta rotación simbólica, sobre todo en los estímulos culturales de las culturas originarias que mutaron sin perder toda su originalidad y de una juventud crítica al viejo ordenador del progreso americano.

¿Qué importancia tendrá el aporte a reponer pensamiento crítico e interpretación laboriosa de la nueva contingencia humana? Nicolás Casullo nos interrogaba sobre la vieja idea de que la política es una intervención en el conflicto y que casi ha desaparecido de la mano de la democracia formal, que debe ser repensada para ver cómo se recobra la politización desobediente al pragmatismo que estructuró la política instituida como ejercicio de despolitización. Es válido para nuestra latitud frente al despotismo conservador y el relato hegemónico de una dictadura mediática y cultural que induce a actuar en función de la “comprensión de lo real”. Cómo nos alcanza esta crisis global que subvierte el orden de prioridad humana. Se rescata a banqueros antes que a los pueblos. Sindicalistas y jefes de Estado negocian la sentencia de muerte social de los desempleados. Bush termina un mandato, no así la cultura que sustenta los separatismos culturales, económicos y políticos. El regreso a la disputa por el poder popular cobra significación en nuestra tierra. ¿Cómo terminar con los campos de concentración cultural y político? ¿Qué nueva producción política puede liberar del secuestro conservador a parte de nuestra sociedad media. Hay que crear para unir y ganar para transformar la lógica porque una vida está por encima del dan shon y el destino humano está en riesgo. Que baje el cielo y suba la tierra, porque no se trata de pedir lo imposible como en aquellos sesenta del Mayo Francés, se trata de pedir el reparto de nuestra riqueza.

Construir nuestro relato. Romper las rutina retórica, quebrar el común de los sentidos; salir del lugar donde nos puso la cultura de la usura; no somos deudores, fuimos saqueados y vamos por lo nuestro. Los neoconservadores buscan presurosos un atajo; su revolución cultural que mutiló a los partidos y contaminó a muchas referencias sociales de izquierda, su dominio en el campo cultural y de los medios de masas para imponer el liberal modernismo ahora se astilla en los sótanos sociales. Cuántas categorías políticas resulta indispensable revisar, cuánto concepto que funciona como un censor pragmático hay que reactualizar, y cómo apelar a la literatura para decir lo indecible –machacaba Nicolás Casullo– y exponer cosas de las que se tiene apenas una intuición, y además tener la libertad de que todo es admisible en la literatura. Nuestra literatura de sueños incumplidos y el deseo que nos empuja a componer una nueva gramática del derecho de la mayoría, del conocimiento liberador y la información calificada y profundamente democrática. Hay mil batallas culturales y políticas pero no se gana premiando al sistema de comunicación sino creando nuevos relatos, liberando la palabra del analfabetismo político, confiando en ese pueblo que busca instruirse en la militancia política nueva y en la comunicación popular en un aprendizaje mestizado y con sacrificio de formarse e investigar desde un ejercicio de educación popular sin la tutela de sabihondos y oportunistas que dictan clases de su egoísta reproducción sistémica.

* Periodista, conductor de Mate amargo.

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