Miércoles, 27 de julio de 2011 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON RODOLFO TECCHI, BIóLOGO, DIRECTOR DE LA AGENCIA DE PROMOCIóN CIENTíFICA Y TECNOLóGICA
Un balance de gestión y una mirada estratégica sobre temas pendientes. En este país, donde en el pasado relativamente reciente se mandó a los científicos a lavar los platos, ahora la ciencia se sienta a la mesa de las grandes decisiones.
Por Leonardo Moledo
–Usted integra el directorio de la Agencia. ¿Cuál es el balance de la gestión en Ciencia y Tecnología?
–Hay dos señales muy fuertes. Al principio de la actual gestión de Cristina Fernández de Kirchner, con la creación en 2007 del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT), que colocó en la agenda de los principales temas el desarrollo tecnológico, la mejora de la competitividad y la incorporación productiva del conocimiento; y ahora termina la actual gestión inaugurando Tecnópolis, una megamuestra que pone a la ciencia y la tecnología al alcance del conjunto de la sociedad.
–Y no hace demasiado, desde la cima del poder, los científicos eran mandados a lavar los platos...
–El cambio es rotundo. Se ha vuelto habitual que la ciencia esté presente en los mensajes presidenciales. Es fundacional que desde lo más alto del poder político se sostenga la necesidad de un sistema científico tecnológico renovado y activo. Por eso Tecnópolis, que es una feria de la ciencia y tecnología como nunca antes hubo en la Argentina, no es una decisión aislada, hay un esfuerzo por comunicar a toda la sociedad la importancia del desarrollo científico y tecnológico, lo cual marca uno de los principales signos de esta gestión presidencial. Esto, sin perjuicio de otras medidas como la Asignación Universal por Hijo, y otras medidas sociales que también han sido transformadoras. Esta Presidenta como ninguna otra en la historia le ha dado un lugar de privilegio a la investigación científica, y a la participación del sector privado en el desarrollo innovador.
–¿Usted diría que hubo un giro que busca más logros tecnológicos? ¿Gravitan más las aplicaciones concretas que las investigaciones básicas? La Argentina en los últimos años colocó satélites propios en órbita, exportó centrales nucleares, se crearon empresas de bioingeniería, aparece la tecnología como motor de la industria.
–Sin duda, hay avances tecnológicos y hay decisiones, que son políticas, para que sean aprovechados también por los sectores más desfavorecidos. Hay algo para destacar que pasó inadvertido en los grandes medios. Hace poco, cuando se inauguraba la nueva televisión digital en una provincia periférica como Jujuy, el gobernador Walter Barrionuevo señalaba que como nunca antes un avance tecnológico estaba llegando primero a los sectores más humildes y desprotegidos de la sociedad, rompiendo el paradigma tradicional en el cual las innovaciones científicas llegan primero a las clases sociales más acomodadas. Ese es un signo de estos tiempos.
–¿Usted diría que el Estado recuperó la planificación?
–Claro. El Estado, a partir de 2003, financió proyectos y hubo un fortalecimiento institucional palpable, y sobre esa base, a partir del 2007 se inició un rumbo novedoso. Al momento de crear el MinCyT, la Presidenta buscó que ese ministerio lo liderara una persona que cumpliera dos características: un compromiso con el proyecto nacional, y un lugar destacado en la comunidad científica. Creo que encontró ese liderazgo en el doctor Lino Barañao. Seguramente un próximo esfuerzo se orientará a la comunicación social de estos avances, porque sin el respaldo de la sociedad no será posible consolidar este inédito protagonismo del sistema científico.
–Esa cuestión del respaldo social es una cosa bastante vaga, porque ¿quién puede oponerse al avance general de la ciencia? Supongo que nadie.
–No lo crea. Aunque no lo expresen abiertamente, hay sectores que sostienen que tenemos que allanarnos a que los avances tecnológicos válidos son los que vienen de afuera y que no vale la pena invertir en nuestros proyectos. Cuando se habla, por ejemplo, de agregarle valor a la producción primaria, aplicando tecnología y conocimientos, no faltan los que por intereses económicos muy concretos argumentan que ese camino no es el mejor para el país sino que hay seguir con el modelo exportador de materias primas y recursos naturales del siglo pasado. Optar por mejorar la competitividad del sector productivo, a partir de conocimiento argentino apropiado, valorizado y comprendido por la sociedad, genera controversias con ciertos grupos económicos.
–Usted mencionó a Jujuy. ¿Qué me puede contar acerca de la ciencia en las provincias?
–Mucho, porque hay políticas federales y un activo funcionamiento del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología. Hay un fuerte aprovechamiento de los recursos orientados a proyectos para la solución de problemas productivos o sociales concretos. Lo que nos queda pendiente para la etapa que viene es darle mayor visibilidad a estos logros que son de gran impacto local y a partir del esfuerzo que hace el Estado. Porque detrás de cada uno de los logros tecnológicos hay mucho trabajo silencioso. En nanotecnología, por ejemplo, la inversión en tecnología como la inversión en educación no muestran sus resultados de manera inmediata sino en décadas. Para eso la ciencia tiene que dejar de ser muda.
–Recuerdo los lamentos de los científicos que no podían viajar a los congresos y que con razón se quejaban de todo. Y también aquello de que la única salida para un investigador argentino era Ezeiza...
–Ha habido una estrategia exitosa con el Programa Raíces, que es ley nacional, frente a la gran cantidad de científicos que emigraron en décadas anteriores. Y esa estrategia ha sido por un lado ofrecerles todas las posibilidades para retornar al país y seguir desarrollando sus actividades aquí. Y por otro lado, para aquellos que no tienen la posibilidad de volver porque ya se han insertado definitivamente en otros países, se los invita a integrarse al trabajo en red, articulado fuertemente con proyectos de la comunidad científica local.
–Y de aquí en adelante, ¿cuáles son los temas pendientes?
–Uno de los problemas que todavía no terminamos de resolver es que el crecimiento del sistema científico necesariamente exige una incorporación más acelerada de recursos humanos especializados, jóvenes que tengan vocación por la investigación y se incorporen a la carrera de investigador. Todavía el sistema universitario argentino no alcanza a proveer todos esos jóvenes que necesita el sistema científico. Falta terminar de consolidar la cultura del esfuerzo en el sistema educativo. Muchos jóvenes vislumbran las carreras científicas como más difíciles, donde hay que estudiar disciplinas que exigen un rigor para su comprensión más profundo y por eso mismo carreras clave como las ingenierías no tienen la matrícula necesaria. También muchos estudiantes de este tipo de carreras reciben ofertas laborales aún antes de graduarse. Por eso el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Educación sostienen un Programa de Becas de Grado para tratar de mantener y consolidar la matrícula en carreras como las de informática y las ingenierías.
–¿Y qué más puede hacer el Estado para despertar vocaciones científicas?
–Debería fortalecerse la formación de los docentes, que son quienes finalmente imparten las asignaturas relacionadas con la ciencia y la tecnología. Gran parte de los que nos dedicamos a la ciencia sabemos que la vocación se nos despertó en el secundario a través de docentes que promovían un afecto y una pasión por ciertas disciplinas. Eso se perdió y es algo que es clave recuperar.
–Además, usted coordina la Comisión Asesora de Biodiversidad y Sustentabilidad del MinCyT.
–Sí, y se formó para fortalecer la transferencia de conocimientos del sector científico a la utilización sostenible de la biodiversidad. Queremos que más grupos avancen en la utilización efectiva de esos saberes. Por ejemplo, entregamos el Premio Fidel Roig a un grupo de la Universidad del Comahue, que con autoridades provinciales y con pymes pesqueras desarrollaron un plan para hacer sostenible la pesquería en el golfo San Matías, en la zona de San Antonio Oeste, en Río Negro. Hoy en día, allí hay un plan concertado entre todos esos actores para el cuidado de la biodiversidad, que asegura la conservación de los recursos marinos. Ese plan surgió a partir de conocimientos científicos. Premiamos que esos conocimientos no hayan quedado guardados en los laboratorios de la universidad.
–Bueno, el asunto no termina cuando los laboratorios producen las semillas del conocimiento. Además deben plantarse.
–Ese es uno de los principales objetivos que tiene la comisión y también este ministerio: avanzar en abrir los laboratorios hacia la transferencia de los conocimientos del sector privado. El ministerio impulsa mucho los proyectos en los cuales se asocia al sector privado con el público en medicamentos, en nanotecnología, en biotecnología, de manera de producir avances concretos que se vean en el mercado y en los beneficios.
–Terminemos con que las investigaciones no se queden en los laboratorios las semillas fabricadas...
–Que los investigadores incorporen el hecho de que sus conocimientos después tienen que ser aplicados, que tienen que tener algún beneficio y reflexionen sobre el contexto en que pueden ser aplicados.
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