Miércoles, 23 de noviembre de 2011 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON INéS CAMILLONI, DOCTORA EN CIENCIAS DE LA ATMóSFERA
El 10 y 11 de noviembre se llevaron a cabo las III Jornadas del Programa Interdisciplinario de la UBA sobre Cambio Climático. El jinete hipotético conversó con una de las científicas presentes.
Por Leonardo Moledo
–¿Hay cambio climático o es un mito?
–No hay dudas de que el clima está cambiando. Por lo menos en los últimos cien, 150 años existe una variedad de indicadores consistentes con un aumento de la temperatura global. En todo caso, las preguntas o las incertidumbres pueden estar asociadas con cuáles son las causas de ese cambio climático.
–Porque no es la primera vez que hay un cambio climático... Estuvo la “pequeña edad de hielo”, por ejemplo.
–Lo que pasa es que ninguno de esos cambios tuvo la dimensión global que tiene el cambio climático observado en las últimas décadas. Esa es una diferencias central. Pero el clima está cambiando, eso es indiscutible, y hay un fuerte consenso científico internacional al respecto. Respecto del problema de la “atribución de culpas”, hay una gran cantidad de científicos que consideran que el cambio climático de los últimos cincuenta años no puede explicarse si no se tienen en cuenta las acciones humanas.
–Hay un ciclo climático de cien mil años, que tiene setenta mil años de enfriamiento y treinta mil de calentamiento. Ahora estaríamos al principio de ese ciclo, ¿no?
–Existen muchos factores naturales, astronómicos, geológicos, pero ninguno explica la velocidad del cambio observado. Todos esos factores son extraordinariamente lentos comparados con la velocidad a la que se vienen dando los cambios en las últimas décadas.
–¿De qué velocidad estamos hablando?
–Ascensos de temperatura a una tasa jamás observada antes. El valor de calentamiento de los últimos cien años es de 0,74º C. Si uno analiza la velocidad con que se fue acelerando el calentamiento, y en lugar de tomar los últimos cien años tomamos los últimos 50 o 25, esa tasa de calentamiento es todavía mayor.
–También está el hecho de que los datos meteorológicos de hace cien años no son los más confiables del mundo.
–Eso es verdad, aunque en realidad en algunos lugares del mundo, como en Argentina, había más estaciones meteorológicas de las que hay ahora. La verdad es que hace varias décadas la red de observación era más densa de la que tenemos en la actualidad. Pero si miramos a nivel global, es cierto que había menos estaciones. Pero hay otro conjunto de evidencias que se sustenta también con el aumento de la temperatura y que tiene que ver con la cantidad de calor acumulada en los océanos, con la humedad de la atmósfera. Hay un conjunto de indicadores que señalan el cambio climático: retroceso de glaciares, ascenso del nivel del mar...
–¿Y qué cambios concretos se observan en el clima? ¿Lluvias? ¿Temperatura?
–Con respecto a las lluvias, no es lo mismo que la temperatura, en la cual se observa un aumento generalizado a nivel mundial. Las precipitaciones tienen una tendencia de aumento en algunos lugares y de disminución en otros, pero en realidad lo que se está observando es que hay una tendencia a que llueva más en los lugares que ya son húmedos y una tendencia a que llueva menos en los lugares que ya son secos. Y esto es también lo que se ve en las proyecciones del clima para el próximo siglo, lo cual agravaría la situación de los lugares semiáridos y áridos y habría buena disponibilidad de agua, e incluso tal vez exceso, en los lugares húmedos. Pero también lo que se ve es que cambia la forma en que llueve. En determinado lugar, por ejemplo, puede mantenerse constante el volumen de precipitaciones anuales, pero cambia la forma: en un contexto en que el clima es cada vez más cálido, la lluvia tiende a darse en episodios más intensos y más espaciados en el tiempo y los impactos que se producen son muy grandes.
–¿Lo que está pasando ahora es comparable a la “pequeña edad de hielo” en tasas de crecimiento o decrecimiento?
–No recuerdo exactamente cuánto fue el enfriamiento en esa época, pero fue un proceso más localizado en Europa. Lo que tiene que quedar claro es que el clima siempre tuvo variaciones; eso nadie lo niega. Lo que tenemos ahora es una herramienta poderosa, los modelos climáticos globales, que nos permite experimentar con el clima, hacer simulación de cómo se va a comportar el clima bajo diversas situaciones. Y lo que muestran esos modelos es que el clima que estamos observando ahora sólo puede ser explicado por causas que se suman a los procesos naturales. Tenemos que incorporar las emisiones de gases de efecto invernadero para que los modelos expliquen los cambios producidos en el clima en los últimos cincuenta años.
–Yo veo siempre una cierta tendencia al Apocalipsis, y hubo en los últimos tiempos un montón de cosas que se plantearon como apocalípticas y no lo fueron (como, por ejemplo, Y2K, la gripe aviar, la gripe A). Y al final no fue el Apocalipsis.
–Lo que pasa es que el cambio climático, a diferencia de esos otros eventos, es un proceso, no es un hecho que va a ocurrir en el 2038. Es un proceso lento y progresivo. Cuando algunos sectores dan una visión apocalíptica, están pensando en que el clima de la Tierra va a pasar de una situación de equilibrio (en la que estaba hace algunas décadas) a una nueva situación de equilibrio diferente de la que hay en la actualidad.
–¿A qué llama “equilibrio”?
–Veamos qué pasa cuando aumenta la emisión de gases de efecto invernadero. Estos gases absorben la radiación que emite la Tierra, que en general escapa a través de una “ventana de radiación”: hay una cierta banda de longitudes de onda que los gases atmosféricos no pueden absorber, esa radiación escapa y se mantiene la temperatura en un equilibrio determinado. Al aumentar la concentración de gases de efecto invernadero, esa ventana de radiación tiende a cerrarse y si sigue aumentando la concentración de gases se va a cerrar y la temperatura va a alcanzar un nuevo grado de equilibrio a una temperatura mayor que la que tenemos en la actualidad.
–¿Y qué se puede hacer?
–Hay diversos sectores. El sector científico es el encargado de proveer la información, y después hay otros sectores que tienen que intervenir para tomar las medidas necesarias para mitigar el cambio climático. Se considera que si el aumento de la temperatura supera los dos grados, va a haber algunos sistemas que no van a poder superar el calentamiento. Hay que actuar para que no se supere ese umbral.
–Lo interesante es que pareciera ser que se sabe qué es lo que hay que hacer.
–Lo que pasa es que hay que poner todo en el contexto de las incertidumbres en que se mueve el mundo científico también. Porque todas las proyecciones climáticas, tienen también un conjunto de incertidumbres, entre las cuales se cuenta la variabilidad natural que tiene el clima. Otras dependen de cómo va a actuar la humanidad en las próximas décadas o si va a haber una gran erupción volcánica. Y también es cierto que si bien todos los modelos son parecidos, difieren en algunas cosas.
–¿Cuáles son los desacuerdos que hay en este momento?
–Algunos científicos consideran que las evidencias del factor humano no son concluyentes. Otro desacuerdo es cómo actuar frente al cambio climático, si hay que invertir fondos y recursos en la adaptación al cambio climático o actuar directamente sobre las causas. La realidad es que donde más se percibe el cambio climático es en la banda de la Tierra que está entre los trópicos, que coincide con muchos países pobres. No actuar en la adaptación significa hacer a toda esta población, que es la que menos responsabilidad tiene, más vulnerable.
–A esos dos grados a los que no hay que llegar se va a llegar igual...
–Parecería que sí, pero todavía estamos a tiempo de hacer algunas cosas.
–¿Y qué habría que hacer, además de disminuir las emisiones?
–El tema de las emisiones es imprescindible y tiene que venir acompañado por un proceso de adaptación al cambio.
–¿Por qué los países poderosos, que pueden beneficiarse con el cambio climático, se van a ocupar de proteger a los países pobres?
–Tienen que hacer algo porque muchos de estos países no tienen la capacidad ni siquiera de generar los alimentos que necesitan. Si el clima en estos países se encamina a una situación que hace bajar el nivel de productividad, baja la producción mundial de alimentos. Y eso golpea a los países ricos.
–¿Cuáles son los efectos que se prevén a en Argentina?
–Una tendencia al aumento de temperaturas en el norte del país; una tendencia no tan marcada a que se alteren las precipitaciones, con un aumento en la región de la Pampa húmeda y una disminución hacia la zona de la Patagonia. Hay que pensar es que dos tercios del país son una región árida o semiárida, muchas zonas que dependen de los recursos hídricos para la generación de energía, para el agua para riego, y en general tener un aumento de temperaturas viene acompañado de menor acumulación de nieve en las cordilleras, se modifica el ciclo de los ríos, se adelanta el momento del deshielo. Es una cascada de consecuencias que produce impactos económico-sociales.
–Las presiones morales para que se haga algo no han sido muy efectivas... ¿Qué piensa que va a pasar?
–Yo estuve en la última reunión de la Convención de Cambio Climático, que se hizo en Cancún, y todos los representantes llegaron con tal postura que parecía que no iba a haber ningún tipo de acuerdo y que la cosa iba a naufragar. Y la realidad fue que el hecho de que la reunión se hiciera en México y que el gobierno mexicano se involucrara tanto, permitió que se llegara a algún tipo de acuerdo que tiene que ver con los fondos para la adaptación y con la transferencia de tecnología de países desarrollados a países en desarrollo...
–O sea que usted es moderadamente optimista.
–Creo que existen posibilidades de encontrar algún tipo de solución.
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