Miércoles, 16 de julio de 2014 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON ELIANA PALLADINO, INGENIERA AGRóNOMA EN EL INSTITUTO DE SUELOS DEL INTA
El estudio de los materiales que componen el suelo permite la construcción de modelos de procedencia, es decir, índices útiles para conocer los orígenes de una geografía determinada. Como análisis de caso, Página/12 presenta algunas pistas interesantes que definen la formación de la Antártida.
Por Leonardo Moledo
Por Leonardo Moledo
–Usted se dedica a estudiar los suelos.
–Sí, desde que promediaba la mitad de mi carrera de grado. Cuando terminé, me salió una beca en el área de cartografía, que está más relacionada con lo que a mí me gusta: la formación de los suelos. Más que lo aplicado, mi rama siempre estuvo relacionada con la formación de los suelos. Hice una Maestría en Suelos y ahora estoy trabajando en el Instituto (INTA) en proyectos de cartografía.
–Pero usted tiene algo que ver con la Antártida también...
–Sí.
–Eso me interesa.
–Este año pude participar en la campaña antártica porque existe un convenio entre el INTA y la dirección nacional del Antártico. Hay trabajos que organiza el Instituto para hacer mapas de suelos. El año pasado se acercó una investigadora del Instituto Antártico porque estaba interesada en trabajar con algunos equipos que hay en el Instituto de Suelos, particularmente un equipo de rayos X de astillas. Quería ver si podía articular algunos trabajos con nosotros, surgió la posibilidad de que participara una persona del INTA, y así empecé a formar parte de los proyectos que están en curso.
–¿Fue a la Antártida?
–Sí, fuimos a la Antártida para desarrollar proyectos relacionados con estudios geológicos, estudios de procedencia de materiales, mineralogía de arcillas.
–¿Qué es lo que hacen exactamente en la Antártida?
–Puntualmente, nuestro trabajo consistió en conocer el lugar, hacer un relevamiento geomorfológico. La geomorfología tiene relación con el relieve y los procesos que lo forman. Fuimos a tomar muestras de las geoformas encontradas para poder analizar los materiales y sedimentos que lo componen; una vez que examinamos esos sedimentos, podemos pensar en modelos de procedencia, conjeturar de dónde es que vinieron... La roca que proviene de debajo de determinado glaciar y tiene determinada composición nos puede dar pistas acerca del camino que recorrió ese glaciar. Ese es el trabajo de modelado que se hace: ver a partir de las pistas que nos dan los materiales de dónde pudieron venir.
–¿Y de dónde vienen en general?
–Uno analiza áreas. El continente tiene distintos materiales; cuando nosotros queremos analizar la Bahía del Diablo, que es el lugar donde estuvimos, tenemos que saber, por ejemplo, si el material que forma parte de una morrena –un depósito glaciario– viene de un glaciar o de otro, si hubo mezcla, si hubo redepositaciones, si los materiales se alteraron o no, etcétera.
–¿Qué edad tienen esos suelos?
–En realidad, ahí el desarrollo de suelos es muy escaso. Son sedimentos muy jóvenes, son holocenos. Tienen menos de 20 mil años.
–Es mucho más joven que el suelo continental, ¿no?
–Hay zonas y zonas. En la Argentina, por ejemplo, hay zonas donde los materiales son antiquísimos y otras donde son más nuevos. La llanura pampeana tiene todos materiales cuaternarios que son relativamente recientes; en cambio, si nos vamos a zonas más estabilizadas, como por ejemplo el macizo de Brasilia, se trata de materiales muchísimo más antiguos que componen suelos de mucho desarrollo. La Cordillera de los Andes también es anterior a la llanura pampeana. Todo el material que cubre la llanura pampeana es relativamente reciente en tiempos geológicos.
–¿Cómo se forma el suelo?
–Comienza con un proceso de estabilidad. Para que se forme un suelo no tiene que haber erosión sino por el contrario: tiene que estar geológicamente estable. Eso permite que empiece a actuar el clima sobre los sedimentos depositados, se establezca una vegetación y se forme materia orgánica que, en último término, se relaciona con la materia inorgánica que forma parte de los minerales. A medida que se va alterando, se forman y deforman sustancias, y eso genera los distintos horizontes de los suelos. A medida que se desarrollan, los suelos tienen cada vez mayores diferencias de horizontes. En general, el horizonte superficial es el más rico en materia orgánica, pues es donde se establece la vegetación. En capas más bajas podemos llegar a tener enriquecimiento de algunas sustancias que viajan desde arriba hacia abajo y eventualmente, si se profundiza, nos encontramos con el material originario que es muy parecido a lo que era el sedimento original que se depositó.
–¿Qué era ese material?
–En el caso de la llanura pampeana es el loes, un material fino, más fino que la arena.
–¿Y en la Antártida?
–Es otra cosa. El material más que nada es de tipo volcánico, por lo menos en el área que yo estuve, y tiene características completamente diferentes no sólo desde el punto de vista mineralógico sino desde el punto de vista granulométrico. Los materiales de las morrenas son de distintos tamaños: podemos encontrar rocas muy grandes y muy pequeñas todas mezcladas debido a la fuerza que tiene el glaciar para arrastrar el material, que no discrimina entre tamaños. El depósito glaciar es bastante caótico, tiene una granulometría muy disímil.
–¿De qué época?
–Es reciente, como le decía.
–Y debajo, ¿qué hay?
–En general, cuando uno profundiza lo que encuentra es permafrost, una capa que está constantemente congelada. Este permafrost varía en la profundidad. Es una capa de sedimentos rodeada por agua congelada.
–¿Y qué es ese sedimento?
–El mismo material que le contaba recién.
–¿Y qué es lo que queremos saber sobre eso?
–En general, los estudios antárticos están abocados a estudiar paleoclimas, paleoambientes; muchas veces, los estudios nos revelan cómo fueron los ambientes anteriores. Los suelos son indicadores ambientales: sabemos que para que un suelo tenga determinadas características tiene que haber habido un determinado tipo de clima. Los suelos que encontramos existen porque existieron las condiciones para que se formaran y esas condiciones siguen existiendo; si en algún momento las características cambian, el suelo va a cambiar. Cuando nosotros estudiamos paleosuelos, lo que vemos es qué es lo que pasó en el pasado, cómo era el ambiente del pasado para que existiera eso. De todos modos, en la Antártida, no encontramos paleosuelos sino fósiles de árboles que indican que –en algún momento– hubo un clima mucho más benigno. Pero eso fue hace mucho, no lo vimos en donde yo estuve haciendo campamento.
–¿Cómo es la vida en la Antártida durante una campaña? ¿Cuánto dura?
–Eso es variable. Yo fui con un programa de un mes y medio, y nos terminamos quedando unos días más. Estuvimos unos días en la Base Marambio y después nos llevaron al lugar donde acampamos, en el medio de la nada. Eramos ocho personas, cada una con su carpa para dormir y tres carpas más en una de las cuales se cocinaba, se comía y la tercera, que se usaba para laboratorio. Después había dos carpas-baño y una más que eventualmente se armaba para bañarse (muy poco, por cierto... ¡con el frío que hacía!).
–Y ahora, ¿en qué está trabajando?
–Yo trabajo con las muestras que trajimos junto con una investigadora del Instituto Antártico, Tamara Mano Grasso. Hacemos difractometrías de rayos X de arcillas. Eso nos sirve para ver la estructura cristalina: el difractómetro lo que muestra son picos. Cada arcilla tiene picos característicos; nosotros hacemos las pruebas y, en función de los picos que se muestran, podemos determinar qué tipos de arcilla están presentes, y así saber de dónde pudieron haber venido.
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