Miércoles, 1 de febrero de 2006 | Hoy
CIENCIA › ENRIQUE MARTINEZ, PRESIDENTE DEL INTI
La instalación de plantas papeleras sobre el río Uruguay generó inmediatamente la reacción de los ambientalistas y, posteriormente, la del grueso de la población de Entre Ríos. Sin embargo, aplicando un control estricto se evitaría por completo la contaminación.
Por Leonardo Moledo
Enrique Martínez, ingeniero y presidente del Instituto Nacional de Tecnología e Industria (INTI), describe el funcionamiento técnico de las papeleras y explica de qué manera, con un control claro del tratamiento de los efluentes, la contaminación que producen es irrelevante, no implica ninguna irrupción de productos perjudiciales en el ecosistema, y es un asunto menor al lado del gran asunto real: la desinformación de la gente.
–El problema de las papeleras, que últimamente se está politizando, me parece que es un problema técnico y que tiene que tener una solución técnica. ¿Por qué no me cuenta primero cuál es el problema técnico? ¿Cuál es el proceso que se sigue para fabricar papel? Porque papel hay que fabricar.
–Así es. Lo que hacen estas plantas es pasta de papel, celulosa blanqueada con la que luego se produce papel en un proceso mucho más simple. Es sólo la primera parte a partir del árbol.
–¿El papel se produce ahí mismo?
–No, se producen hojas de celulosa blanqueada.
–Que luego se llevan a otro lado y se hace papel.
–Sí, con un proceso mucho más simple y nada contaminante.
–¿Y cómo son los pasos?
–Se corta el árbol, se lo descorteza y se lo somete a una cocción con un producto cáustico, soda cáustica más algunos aditivos.
–Y así se produce pasta de celulosa.
–Se produce pasta de celulosa sin blanquear. A continuación hay que hacer dos cosas con la celulosa: sacarle los restos de lignina, que es lo que le da color a la madera (y que es un compuesto más complejo que la celulosa) y darle brillo, porque si no sale un papel blanco pero opaco. Originalmente lo que se hacía era utilizar el cloro gaseoso como componente central acompañado de oxígeno, agua oxigenada, algunos otros pasos para conseguir las dos cosas.
–El cloro se pega a la lignina y la arrastra.
–Claro. Pero tanto el oxígeno como el agua oxigenada son más categóricamente “deslignificadores”. El asunto es que utilizando cloro gaseoso el producto era altamente contaminante, porque se producían compuestos orgánicos de cloro con eventuales efectos sobre la salud humana. Por un problema de deficiencia, pero básicamente por un problema de presión de las organizaciones ambientales se eliminó ese proceso.
–Y entonces, ¿qué se hace?
–Ahora hay dos procesos que se utilizan comercialmente. Uno es el que se conoce como “Libre de cloro elemental”, pero que utiliza dióxido de cloro en el proceso, y el otro es el que no utiliza nada de cloro en ninguna parte del proceso. El más usual es el primero y es el que se va a utilizar en Uruguay.
–O sea, el que sí utiliza algo de cloro.
–Aproximadamente el 90 por ciento de las plantas de celulosa utilizan este método.
–¿Por qué?
–No es porque sea más barato sino porque el oxígeno y el agua oxigenada son muy potentes para eliminar lignina pero no son tan potentes para darle brillo a la celulosa una vez convertida en papel. El factor principal para que el papel alcance el grado de blancura que se desea es el dióxido de cloro.
–¿Y si se utilizara el otro método?
–Se obtendría un papel más opaco y con menos resistencia en la fibra. No es casual que los papeles de mayor calidad se produzcan mediante el proceso que utiliza el dióxido de cloro. Ahí también ha habido presión de las organizaciones ambientales para reducir la contaminación, y efectivamente hay tratamiento de los efluentes con métodos biológicos que reducen la contaminación provocada por el cloro prácticamente a cero.
–Pero se está protestando por el cloro.
–A pesar de las protestas, la contaminación de las aguas del río Uruguay que se está discutiendo hoy no es por el cloro sino por el nitrógeno y el fósforo, que demandan oxígeno para oxidarse y hacen aumentar la cantidad de algas en el agua disminuyendo el oxígeno. Eso es lo que hay que asegurarse de evitar en la planta de tratamiento previo para que no constituya un problema.
–O sea, en las plantas de Uruguay va a haber tratamiento de cloro, pero cloro no va a haber.
–Va a haber, pero en una cantidad que no es relevante y la experiencia mundial lo demuestra.
–Pero sí contaminan el nitrógeno y el fósforo.
–Y los productos orgánicos demandantes de oxígeno, que disminuyen el oxígeno del agua y por lo tanto podrían matar a los peces. Pero también eso se reduce a la mínima expresión si la planta de efluentes es adecuada. El proceso de las empresas, tanto la finlandesa como la española, seguro que es de primer nivel mundial, y el volumen de efluentes es muy pequeño.
–¿Y entonces?
–Podría pasar que, si no hubiera control adecuado, aun en ese caso con alta eficiencia en el proceso productivo, la planta de tratamiento de efluentes no fuera buena.
–¿Y qué hay que hacer?
–Lo que se debe hacer es estar seguros de que aquí va a haber un tratamiento de efluentes equivalente al que se hace en Finlandia. Ahí es donde no ha habido hasta ahora documentación sobre el tema, y eso genera dudas. Volviendo a lo técnico, el problema puede ser mortandad de peces, producción de algas y, muy menor en importancia, la presencia de algún compuesto orgánico del cloro en el agua. Y en el aire, básicamente la emisión de anhídrido sulfuroso en algún momento de parada o de puesta en marcha de la planta por desacomodamiento del funcionamiento.
–¿Eso es mucho o poco?
–Es absolutamente poco y es un problema de contaminación ambiental de calidad del aire, no es contaminación fuerte.
–¿Entonces por qué tanto escándalo político?
–Me parece que está originado en el misterio, en la falta de información adecuada. Ha habido audiencias públicas en Uruguay, ha habido informes ambientales que se aprobaron, pero lamentablemente se ha planteado el tema como un enfrentamiento de comunidades y de gobiernos, cuando en rigor los habitantes argentinos y uruguayos deberían poner a las empresas en la plaza pública a explicar cómo van a tratar los efluentes. Los uruguayos tienen todo su derecho de querer transformar sus astillas de eucalipto en pasta de celulosa.
–Aparte de eso no hay que olvidarse de lo que significan en términos de creación de empleo y en aumento de la calidad de vida de los uruguayos que pueden conseguir empleo.
–Ni deberíamos omitir que el hecho de exportación de astillas de eucalipto es un síntoma del subdesarrollo en el que también está incluida Argentina. Durante toda la década pasada se eliminaron enormes montes de eucalipto en toda la provincia de Buenos Aires y se terminó instalando una planta de producción de astillas en Bahía Blanca de tecnología japonesa. Y Argentina todavía exporta montones de toneladas de astillas de eucalipto a España para que ellos hagan la pasta celulosa. Eso no es síntoma de salud o de calidad ambiental sino de atraso. En rigor, lo que nosotros tenemos que ver es una industrialización argentina y uruguaya donde exista producción con control de la calidad ambiental.
–Hay que partir del hecho de que cualquier industria algo contamina.
–No tenemos que considerar irremediable la contaminación. Se ha llegado a un punto de control ambiental en que cualquier industria que teóricamente contamina puede no contaminar, si se hace control adecuado.
–O sea que el problema político proviene de la desinformación.
–Y de falta de vocación por parte de las empresas de poner las cartas sobre la mesa para que el control sea adecuado durante la instalación y el funcionamiento. A las empresas, por más que usen las mejores tecnologías, no les gusta que las controlen.
–Es curioso ese asunto de que no les guste, porque les debería gustar.
–Claro, porque les otorgaría prestigio. Pero creen que pierden independencia.
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