Miércoles, 1 de febrero de 2006 | Hoy
EL MUNDO › LA ELECCION DEL JUEZ CONSERVADOR ALITO POLARIZA MAS A ESTADOS UNIDOS
Por José Manuel Calvo*
Desde Washington
Samuel Alito, un juez de 55 años, fue confirmado ayer por el Senado para ocupar un puesto en el Tribunal Supremo con un margen muy estrecho de votos (58-42) para lo habitual en estos casos, reflejo de la polarización que domina en la clase política. El de Alito es el único triunfo reciente de George W. Bush, que, a falta de otros legados, dejará un Supremo conservador que jugará un papel decisivo en el perfil político, social y cultural de los próximos 25 años en EE.UU. El proceso ha puesto de relieve, además, la ausencia de liderazgo claro en las filas demócratas.
Todos los republicanos excepto uno respaldaron a Alito; todos los demócratas, excepto cuatro, votaron en contra. Hace cinco meses el también conservador John Roberts, actual presidente del Supremo, tuvo el apoyo de todos los republicanos y de 22 demócratas. Ni siquiera en la peleadísima confirmación de Clarence Thomas, en 1991, hubo una división partidaria semejante: once demócratas votaron por Thomas, aunque debido, en buena parte, a que era afroamericano. El martes, el enfrentamiento fue nítido: para el republicano Bill Frist, “Alito satisface los niveles de excelencia más elevados”. Para el demócrata Patrick Leahy, votar por Alito era “votar contra los derechos y libertades de los norteamericanos”
La elección –además de hacer que el tribunal, por primera vez en su historia, tenga mayoría de católicos, algo notable en un país en el que esa religión es seguida por la cuarta parte de la población– desplaza al Supremo hacia la derecha, afianzando la tendencia de los últimos 20 años. Ahora, cuatro de los magistrados son conservadores (dos de ellos, Roberts y Alito, muy jóvenes, con 51 y 55 años), cuatro liberales y uno, Anthony Kennedy, es un conservador moderado que oscila y cuyo voto es decisivo, como ocurría con Sandra O’Connors, a la que sustituye Alito. Pero el carácter vitalicio del puesto determina un alto grado de independencia de los magistrados: tanto Kennedy como O’Connors fueron nombrados por Reagan, por ejemplo. Y en numerosas ocasiones –la última, el fallo contra la intención del gobierno de anular la ley de eutanasia de Oregón– los votos son imprevisibles. El Supremo, asimilable a un Constitucional, es clave en las grandes batallas políticas y sociales. A corto plazo, tendrá que tomar decisiones de gran calado: el diseño partidista de los distritos electorales en Texas, las limitaciones del poder presidencial a la hora de juzgar a los presos sospechosos de terrorismo y la constitucionalidad de una ley federal que prohíbe los abortos fuera de plazo, entre otras.
Alito, nacido en una familia de clase media y con una dilatada carrera como juez, tiene un historial que no deja lugar a dudas sobre su orientación. Como suelen hacer los nominados, no respondió con claridad a las preguntas de los senadores sobre sus opiniones e intenciones en cuanto al aborto o el control de los poderes extraordinarios del Ejecutivo. Grupos de activistas y algunos medios trataron de frenar el nombramiento, pero Alito navegó con habilidad a lo largo de más de 700 preguntas de los senadores –“abordaré con una mente abierta la cuestión del aborto”– y no cometió errores ni se puso nervioso. Tampoco la opinión pública se interesó por la batalla. Por todo ello, buena parte de los demócratas consideraron que no había motivo para bloquear el nombramiento. Pero tanto Ted Kennedy como John Kerry pensaron que merecía la pena intentarlo, contra el criterio de Harry Reid, líder del grupo en el Senado, y fracasaron. La división recuerda que los demócratas tienen una seria tarea por delante a la hora de perfilar su estrategia para la reconquista de las Cámaras y de la Casa Blanca.
John Roberts tomó el cargo de presidente de la Corte Suprema en otoño pasado después de la muerte de William Rehnquist. Como Alito, es conservador. Constituyen un legado a la vez de más duración y más sustancial que cualquier cosa que Bush pudiera haber dicho anoche.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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