Miércoles, 20 de diciembre de 2006 | Hoy
CIENCIA › JOAQUIN RODRIGUEZ, BIOQUIMICO
El frío es la herramienta por excelencia para aletargar el ritmo de los procesos biológicos y conservar los tejidos utilizados en los trasplantes.
Por Leonardo Moledo
Entre las incómodas, curiosas, inquietantes y literarias características del frío se podrían enumerar, entre otras tantas, la de calar los huesos, helar las narices, poner la piel de gallina o sumir a personajes de Cortázar en inexpugnables laberintos de lana: recurso inagotable y notablemente eficaz para cuentos y novelas, que narrativizan el frío y lo convierten en una herramienta que genera en el lector la vívida y a menudo desagradable sensación que exudan los ambientes hostiles.
Pero además el frío posee la inquietante, curiosa y no menos literaria –aunque sí menos literariamente explotada– facultad de retrasar los procesos metabólicos y químicos, lo que lo convierte en un ingrediente clave para la preservación de células y órganos utilizados en trasplantes. Desde un caluroso laboratorio de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario, Joaquín Rodríguez, doctor en Bioquímica e investigador independiente del Conicet, trabaja, junto a su grupo, en criobiología, una disciplina que se encarga, justamente, de investigar los mecanismos por los cuales el frío retrasa la descomposición y de ajustarlos para optimizar la conservación de los sistemas biológicos.
–No estaría mal que, más allá de lo que yo haya dicho, me cuente bien qué es la criobiología.
–Lo que nosotros estudiamos es cómo actúa el frío sobre los sistemas biológicos. Una de las aplicaciones concretas es la de preservación de órganos y tejidos que se pueden utilizar para trasplantes hepáticos o para su uso en hígados bioartificiales. Por ejemplo, una de las cosas que hacemos es desarrollar soluciones de preservación, que sirven para mantener en buena condición células o tejidos enteros para ser trasplantados.
–Pero supongo que no se utiliza solamente para la preservación de órganos.
–De ninguna manera. Sirve, además, para la preservación de los recursos de la biodiversidad, los bancos de tejidos, los bancos de células, la preservación de plantas, de genes.
–Y aparte de todo eso, se usa cotidianamente.
–Exacto. En realidad, todo el mundo usa la criobiología, todo el mundo tiene un freezer. Pero se sabe muy poco. Uno piensa que puede congelar cualquier cosa y guardarla, pero no es así. Hay ciertos tipos celulares que son difíciles de guardar, como los hepatocitos. Y otros que se dejan guardar mucho más fácilmente, como los espermatozoides.
–Igual no me parece de muy buen gusto guardar un espermatozoide al lado de las hamburguesas.
–No quería decir eso, pero es muy difícil diferenciar la investigación científica, realizada con células, y la vida cotidiana, más cargada de hamburguesas, cuando se trabaja en un tema que coquetea tanto con las dos cosas. Pero no importa, lo que quería decir, en realidad, es que no se trata solamente de tener una heladera grande o un freezer grande y meter cosas adentro. Alguien tiene que ponerse a investigar los fenómenos. Y eso es lo que hacemos nosotros.
–¿Y qué descubren?
–Bueno, supongo que usted tiene una heladera en su casa y más o menos sabrá, o habrá intuido, aunque sea solapadamente, lo que pasa.
–Pero no se trata solamente de tener una heladera, me acaba de decir.
–Claro que no, pero por lo menos le da una pauta de lo que más o menos puede estar sucediendo.
–Los procesos se desaceleran y se prolonga la “vida útil” de lo que pongo adentro de la heladera.
–El frío retrasa todos los procesos biológicos.
–Bueno, los procesos biológicos necesitan energía que un ambiente frío no puede proporcionar.
–Sí y por ejemplo, en el caso de un órgano, disminuye las actividades metabólicas y de esa manera puede conservarlo más tiempo. No las frena totalmente, siguen existiendo, pero las desacelera.
–¿A qué temperatura pasan estas cosas?
–Estamos hablando, en este caso, de 0 a -4º, o sea desde cero hasta cuatro grados bajo cero. A subcero (que es el rango que hay de 10 a 196 grados bajo cero) se detienen absolutamente todos los procesos biológicos a la vez que se generan efectos bastante complicados. Nosotros trabajamos la interfase de 0 a -4, que es la que se utiliza actualmente para preservar células germinales, sanguíneas u otras.
–¿Y con los órganos? ¿Cómo es el asunto?
–Supongamos el caso de un hígado. El médico lo extrae del organismo y lo lava con una solución especial que está diseñada para eso. Después lo pone en frío y así se traslada al sitio en donde se va a implantar. El objetivo nuestro es que, en ese período de frío, el órgano se preserve sin perder nada de la calidad del tejido y que pueda volver a funcionar lo más perfectamente posible cuando sea reconectado.
–Eso ya se está haciendo.
–Sí, pero la idea, lo que nosotros buscamos, es optimizarlo. Por ejemplo, actualmente hemos llegado a conservar hepatocitos de ratas hasta 72 horas en excelente condición. El problema es que el frío frena el metabolismo, pero también puede generar una serie de fenómenos que son dañinos para el tejido; entonces, hay que desarrollar soluciones de conservación de modo que el daño sea mínimo (o que lo eviten totalmente) y aumenten el tiempo de preservación. Actualmente, nosotros estamos trabajando en una.
–Los órganos que se trasplantan entre humanos, ¿cuánto tiempo aguantan?
–Hasta 12 horas... depende de cuál estemos hablando.
–Y ustedes tienen un proyecto de colaboración con Italia...
–Que nació hace unos 20 años, cuando uno de los italianos que estaba en Argentina con el doctor Claudio Crivelli vino a visitar nuestro laboratorio. Después de becas posdoctorales y otras cuestiones conjuntas, terminamos consiguiendo un pequeño crédito para comenzar a armar este laboratorio.
–¿Y se hace algo con los italianos (además de recibir dinero)?
–Claro. Trabajamos en conjunto permanentemente. Por ejemplo, me es más fácil mandar un estudiante mío a hacer el doctorado en Europa que conseguirle una beca acá. Digamos que tuvieron mucha confianza en nosotros: ganamos dos subsidios. También hemos recibido algo de dinero del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia. Con Crivelli tenemos un proyecto que se llama De grande relevanza, que son los que los italianos consideran más importantes y por el cual nos dieron 10 mil euros. Nuestra idea es fundar un centro binacional para formar recursos humanos y desarrollar tecnología dentro de la criobiología.
–¿Más tecnología que la de los célebres y salvadores cubitos de hielo?
–Bastante más, créame. Aunque nunca me animaría a despreciarlos, que no se me malentienda.
–Quedó todo claro, no se preocupe.
–Eso espero. Detestaría quedar en malos términos con mis hieleras, sobre todo en esta época del año.
–Y hablar del frío vino bien, con el calor que está haciendo. Refresca.
Informe: Nicolás Olszevicki.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.