CONTRATAPA
Bajas
Por Juan Gelman
Qué oportuno este Bin Laden. En noviembre de 2002, después de casi un año de silencio, reapareció en cinta grabada anunciando atentados inminentes contra Gran Bretaña, Italia, Francia y aun países titubeantes acerca de la necesidad de atacar a Iraq. Atentados no hubo, pero al día siguiente Saddam Hussein aceptaba la resolución 1441 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que le impuso una inspección minuciosa de su probable o presunto arsenal de armas de destrucción masiva. Osama regresó el martes último con un mensaje terrorífico, que la estación de TV árabe Al-Jazeerah transmitió en momentos en que Washington no podía doblegar la oposición de Francia, Alemania y Bélgica a instalar armamentos ofensivos en la frontera turco-iraquí, creando una crisis sin precedente en el marco de la OTAN. El secretario de Estado norteamericano Colin Powell se apresuró a afirmar que ese mensaje prueba la “asociación Al-Qaeda/Iraq”, un aserto que la Casa Blanca todavía no ha podido demostrar.
Las cadenas televisivas de EE.UU. emitieron de manera fragmentaria el mensaje del millonario terrorista. No registraron que Osama declara su solidaridad con el pueblo iraquí, pero agrega que “no es importante que Saddam y su gobierno desaparezcan”. Tilda de “apóstata” al autócrata, jefe de un gobierno laico con pretensión de socialista, y subraya que “socialistas y comunistas no son creyentes”. Dice más: que la sangre de Hussein es “halal” y la expresión indica que se la puede verter, que la ley del Islam aprueba su asesinato. Osama se dirige a los “verdaderos musulmanes” y no precisamente en apoyo del señor de Bagdad, sino a favor del fundamentalismo islamita y de la guerra santa, proponiéndose como opción política para todo el mundo árabe. Afirmar que estas declaraciones prueban el connubio Bin Laden/Hussein es otra muestra de la pobreza argumentadora de la Casa Blanca destinada a justificar la guerra. No convenció ni dentro ni fuera de EE.UU. Después de la emisión de la cinta, el gobierno alemán señaló que “por lo que hasta ahora se sabe, no pensamos que se pueda concluir que hay evidencia de un vínculo entre el régimen de Bagdad y Al-Qaeda”. El senador republicano John McCain, de cuyos sentimientos pacifistas no hay noticia, precisó a la agencia AP que no estaba seguro de que el mensaje de Bin Laden probara la existencia de tal vínculo, como sostuvo Powell. El ex palomo carece al parecer de una sólida capacidad de persuasión.
Tampoco había convencido su presentación de pruebas contra Iraq del 5 de febrero, ante el Consejo de Seguridad. Expresada a velocidades de Fórmula 1 y apoyada en una rápida sucesión de fotografías aéreas de edificios, un organigrama de las supuestas actividades de Al-Qaeda en Iraq, un par de grabaciones interpretables a gusto y un número copioso de informes sin fecha de desertores iraquíes sin nombre, no logró impresionar a una mayoría de los miembros del Consejo. El número de escépticos sería de 9 sobre 15, según algunas fuentes. En su carrera demostrativa Powell incurrió en varios papelones. Uno: esgrimió como evidencia principal la foto vía satélite de un lugar adyacente a la aldea de Sargatt donde los pobladores –aseveró– eran partidarios de Al-Qaeda y producían armas químicas. Ocurre que el lugar se encuentra fuera del territorio controlado por Hussein, en el norte kurdo protegido por la aviación militar de EE.UU. y Gran Bretaña. Una veintena de periodistas de medios occidentales lo visitó a fines de la semana pasada y apenas encontró hombres con armas cortas, una rancia estación de radio y televisión, viviendas abandonadas después del discurso de Powell por temor a un bombardeo.
Aunque se acepten como ciertas, las “pruebas” de Powell suscitan algunas reflexiones. Si se obtuvieron recientemente, cabe preguntar por qué Bush hijo, sin tenerlas, viene acusando a Iraq desde hace más de un año de tener armas químicas, biológicas y nucleares. Y si disponía entonces de ellas, es inexplicable que no las diera a conocer para frenar el crecientemovimiento contra la guerra y contra EE.UU. que cunde en el mundo. Tampoco se entiende por qué no informó a los inspectores de la ONU de los puntos donde hallarían los arsenales de Hussein. Esto entraña la violación de la resolución 1441, que en su artículo 10 “solicita a todos los Estados Miembros que presten pleno apoyo” a la misión de inspectores y al Organismo Internacional de Energía Atómica “para el cumplimiento de sus mandatos” y que faciliten “toda información relativa a los programas prohibidos”.
A Bush hijo se le puede creer sólo cuando proclama que invadirá Iraq aun sin el apoyo de las Naciones Unidas. Que lo invadirá aun sin el consenso de la OTAN. En una palabra, que lo invadirá. Lo demás reitera una experiencia histórica harto conocida: la primera baja en una guerra es la verdad.