Sábado, 16 de julio de 2011 | Hoy
Por Sandra Russo
Aunque esté actuando, aunque sólo forme parte de una estrategia electoral, qué genial sería extraerle algunos gestos a la foto de Mauricio Macri de hoy, para incluirlos en la película de lo que resta de este año. La amabilidad, la cortesía, la voluntad de cooperación. O quizá ni siquiera tanto. Con el respeto institucional, o qué digo, al menos con el respeto por el electorado –un sentimiento republicano que descubren él y los grandes medios recién ahora, cuando hablan del electorado “normal”, el propio–, alcanzaría.
Los contundentes casi veinte puntos de ventaja, que si no se pueden revertir, como machacan incansablemente técnicos y políticos, lo dejarán instalado cuatro años más en el gobierno de Buenos Aires, han hecho de Macri una seda. Se lo ve mucho más compuesto y expositor de su ánimo no confrontativo en relación con “esta señora de acá enfrente”. Teniendo en cuenta que un porcentaje importante de los porteños votó o votará a CFK, que Macri actúe a partir de ahora con un espíritu de colaboración y no de choque constante sería un alivio para muchos y mejoraría la calidad de vida en la ciudad, donde lo que se ha polarizado es la base, la calle, el clima general.
Un día después de que Macri le twitteara a la Presidenta su congratulación por el nieto en camino, una prueba más en pocas horas de su voluntad conciliadora y caballeresca, fue la inauguración de Tecnópolis en Villa Martelli. De esa muestra fueron privados los porteños el año pasado porque el jefe de Gobierno no quiso cortar un fin de semana la avenida Figueroa Alcorta. Ese fin de semana él se casaba, y además ahí se afirmó como el señor del territorio. La cosa pasó en los grandes medios sin pena ni gloria, como tantas otras que se taparon o directamente se pergeñaron entre el gobierno porteño y el Grupo Clarín, ya convertido en el exclusivo proveedor de wifi y las netbooks más caras del mercado en las escuelas públicas porteñas.
Las urnas le han dado la razón al asesor Durán Barba, quizás el verdadero dueño de la victoria del PRO. La lluvia no fue sólo de globos, fue de votos, y parece confirmar su teoría de que al “elector medio” le preocupa más si deja embarazada a su novia que si la Argentina paga su deuda externa.
Es verdad que hay que hacer cierto camino mental para advertir que de cómo le vaya a uno con sus noviazgos, con sus embarazos, con su potencia y su frustración personal, depende en buena parte del país en el que vive y de su política. “Lo personal es político”, gritaban las esclarecidas feministas del siglo pasado, ya avivadas de que nuestra intimidad más honda y nuestras vivencias individuales, sentimentales o familiares están atravesadas por discursos de poder. Pero a los candidatos asesorados les va mejor cuando la gente no anda pensando tanto.
Ya que Macri quería hablar de sexo en la campaña, podría uno hasta preguntarse qué fue de la potencia sexual de los desocupados de los ’90, o qué estará pasando ahora con la energía sexual de los ciudadanos griegos, que nos recuerdan a nosotros mismos en la pesadilla del corralito. Vaya si se puede hablar del neoliberalismo y su ataque a la felicidad de las grandes mayorías. Pero estos razonamientos son demasiado rebuscados, diría Durán Barba, con los resultados de la primera vuelta ya en la mano: la mayoría de los porteños no se hacen estas preguntas ni son alentados a hacérselas, porque a nadie en los grandes medios se le ocurriría alentarlos para que lo hicieran. Esas preguntas nunca formarán parte de sus agendas.
No obstante, si el tono conciliador de Macri fuera algo más que una pose, todos lo disfrutaríamos y hasta podríamos cambiar nuestra imagen de él. Si ese nuevo Macri ganador estuviera de verdad dispuesto a gobernar para los que lo votaron y los que no, como se presume que hace un buen gobernante, por qué no abrirse a una nueva etapa en la que la ciudad y la nación pudieran llevar adelante sus proyectos y acuerdos, como sucede con todas las jurisdicciones del país. Podríamos reenfocarlo y creer, por ejemplo, que aquella prohibición para que Tecnópolis fuera instalada dos días en el centro porteño fue un error que no se repetiría. Después de todo, Macri privó a propios y a ajenos de un disfrute popular que hubiese podido compartir hasta en un palco, y lo que exhibe la megamuestra es el progreso argentino en materia tecnológica y científica, algo que excede cualquier interés partidario. ¿Por qué no asociarse en eso? Lastima el sentido común que el jefe de Gobierno de una ciudad no esté interesado en que los ciudadanos accedan a los avances que hay en su propio país, a las posibilidades y las concreciones que tienen lugar en el país al que pertenece esa ciudad.
Uno sin embargo no puede ver en el gesto más que máscara. Legisladores de Mauricio Macri recibieron directivas para frenar en el Concejo Deliberante de Vicente López la habilitación de Tecnópolis, y obligaron al intendente radical Enrique “Japonés” García a permitirlo por decreto. Es decir: intentaron hasta último momento boicotear la exposición.
Donde empiezan los hechos terminan las palabras. Incluso las palabras sin contenido, las palabras sin raíz y sobre todo, las palabras de burda circunstancia.
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