Jueves, 5 de julio de 2012 | Hoy
Por Adrián Paenza
El que sigue es un cuento que me mandó Juan Sabia [1] el 26 de septiembre del 2011. Me lo envió escrito en un mail que decía lo siguiente (y transcribo literalmente):
“Tres lógicos entran a un bar. El barman se acerca y les pregunta: ‘¿Todos quieren cerveza?’. El primer lógico mira al barman y le dice: ‘No sé’. El segundo lógico también lo mira y le dice: ‘No sé’. Finalmente, el tercer lógico mira al barman también y le dice: ‘Sí’.”
Por supuesto, es difícil tener que explicar una historia de este tipo, pero me interesa invitarla/lo a que relea el enunciado y vea si puede seguir el “hilo” de lo que sucede en el bar. Haga el intento de deducir qué es lo que quería cada uno y por qué el último de los tres está en condiciones de contestar afirmativamente la pregunta del barman. La/lo dejo a usted con usted mismo pensando qué pasó.
En principio, da la sensación de que únicamente tres lógicos (o personas que se dediquen al estudio de la lógica) puedan tener una conversación de ese tipo.
Segundo, quiero reflexionar con usted sobre lo que pasó. Cuando el barman pregunta si todos (y quiero enfatizar esta palabra: “todos”) quieren cerveza, está claro que sin hablarse entre ellos, es imposible que el primero (o el segundo) de los lógicos pueda contestar. Es que ninguno de ellos sabe lo que va a pasar con los otros.
Cuando le pregunta al primero, si él no quisiera cerveza, habría debido contestar que no a la pregunta de si todos quieren cerveza. Como no dijo “no”, uno puede deducir que él sí quiere cerveza, pero no puede contestar la pregunta de si todos quieren porque no sabe lo que van a contestar los dos que le siguen.
De la misma forma, es posible deducir que el segundo lógico también quiere cerveza, pero tampoco puede contestar que sí (por las mismas razones que el anterior) porque no sabe lo que quiere el tercero.
Recién el último es quien cuenta con todos los datos para dar una respuesta. El tercer lógico es el único que puede contestar o bien que sí, o bien que no. Si dijera que no, significaría que él no quiere cerveza (pero los dos primeros ya sabíamos que sí). En cambio, como él sí quiere cerveza, y ya sabe que los dos que lo antecedieron también, entonces él contesta “sí” cuando el barman les preguntó si todos querían cerveza.
Como escribí más arriba, es complicado tener que explicar un chiste. Sin embargo, en este caso, creo que valió la pena. ¿Usted qué piensa?
[1] Juan Sabia es doctor en matemática, profesor en la UBA y, además, escritor de cuentos infantiles. Es uno de mis amigos más cercanos, uno de los que tienen la paciencia infinita de leer todos los textos que se publican con mi nombre y no sólo me aporta soluciones mucho más bonitas, intuitivas y creativas que las que yo puedo proponer, sino que también me ofrece problemas para pensar y publicar o contar por televisión.
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