Miércoles, 18 de septiembre de 2013 | Hoy
Por Mario Goloboff *
“En lo alto de la abrupta serranía/ acampado se encontraba un regimiento/ y una moza que valiente los seguía/ locamente enamorada del sargento...”. La Adelita que recorre poéticamente las sierras, los vados y la mitología de la Revolución Mexicana, y que goza de tanto prestigio para aquélla como Pancho Villa y Emiliano Zapata, fue una niña de carne y hueso volcada al proceso revolucionario por un concurso (como suele decirse) de circunstancias y también de azares diversos. Nieta de Rafael Velarde, comerciante y en alguna ocasión diputado, quien dio alojamiento al Benemérito de las Américas, al amigo personal Benito Juárez, en su exilio en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), abuelo muerto en un accidente de carruaje extrañamente acaecido en Chihuahua en 1866; hija, a su vez, de un rico comerciante de la misma Ciudad Juárez. Nacida exactamente con el siglo, en 1900, y cuya vocación desde muy joven fue la medicina, que sólo ejerció del modo más vocacional y desinteresado, se incorporó en 1914 a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca y fue la creadora del grupo revolucionario de Las Adelitas, mujeres que hacían tanto de enfermeras de los soldados heridos como de combatientes. Ya no se sabe si parte de la historia o de la leyenda, Adela Velarde fue conocida por su eficiencia y destreza en la atención de los heridos, convirtiéndose en una figura muy popular entre las tropas. Pero lo que más llama la atención es que viniendo de un hogar así de acomodado se haya incluido con tanto entusiasmo en un proceso revolucionario que cuestionaba hasta sus raíces el orden económico y social establecido desde la Colonia.
Por la época y por los prejuicios existentes en la sociedad mexicana de entonces, debió enfrentar críticas y todo tipo de ataques de las personas que tomaron su compromiso como una afrenta a las buenas costumbres y mejores tradiciones. Para aquel tiempo, era realmente inconcebible que las mujeres salieran de tal modo del hogar y participaran en actividades que demostrasen su valor y sus cualidades como seres humanos al igual que los hombres, desempeñando un papel independiente, con coraje y sin dejar de asumir completamente la propia feminidad. Y se cuenta, para que no falte del todo el condimento romántico y sentimental, que lo que la impulsó a la aventura fue curar a quien era (o a partir de ese momento comenzaría a ser) su enamorado, el que temerosamente aparece representando la voz lírica en el popular corrido que (suponen) el compositor Antonio del Río dedicó a Adelita, mujer revolucionaria al igual que otras, como alguna Eréndira, luchadora contra la Conquista; como La Charrita María Aguirre, una de las primeras toreras mexicanas, de Zamora, o La Chinaca, del poema de Amado Nervo “Mexicanas”, que habla de la mujer durante la segunda intervención francesa: “Con su escolta de rancheros,/ diez fornidos guerrilleros/ y en su cuaco retozón/ que la rienda mal aplaca,/ Guadalupe la chinaca/ va a buscar a Pantaleón...”. También se dice que cuando hizo públicas sus simpatías por la Revolución y comenzó a colaborar con ella, fue bautizada por el mismísimo general Francisco (Pancho) Villa y por el general Rodolfo Fierro con el nombre que le ha dado fama. Y que después trató de cerca a varios de los generales de mayor prestigio, como Venustiano Carranza, Jacinto Treviño y Cesáreo Castro.
Las canciones, las diferentes letras, las variantes, se han difundido por toda América y países europeos. A las más célebres versiones, entre las que se destacan la de Jorge Negrete y la de Amparo Ochoa, debe sumarse ahora la que brindó el comandante Hugo Chávez en una de las emisiones de su programa dominical, dedicada a la escritora mexicana Elena Poniatowska, presente en la oportunidad. Escuetas y bastante asépticas versiones historiográficas y periodísticas coinciden en señalar a Adela Velarde Pérez, enfermera oriunda de Ciudad Juárez, como la persona que inspiró el corrido popular. Adelita habría devotamente atendido a los heridos villistas de la División del Norte, como parte de la Brigada de la Cruz que formó la señora Leonor Villegas de Magnón, conocida como La Rebelde y presidenta de la Cruz Blanca Nacional. Pero hay versiones un poco más caldeadas. Vienen casi todas del hecho, más o menos cierto, de que “se desconoce quién fue su autor”, y así se han originado: a) que la compuso un joven capitán, Elías Cortázar Ramírez, probablemente veracruzano, b) que Adelita atendió al soldado herido Antonio del Río Armenta, quien le compuso el famoso corrido, c) que no, que éste es anterior a 1910, y su compositor fue el sinaloense Angel Viderique; basta observar su letra para convenir en que se originó en una población marítima: “... la seguiría por tierra y por mar/ si por mar, en un buque de guerra...”, lo que a nadie se le hubiera ocurrido escribir en Durango o en Chihuahua, d) que esta mujer en realidad se llamaba Marieta Martínez, pero fue bautizada con el nombre de Adelita cuando anduvo con las tropas villistas y murió en los combates contra Pascual Orozco, e) que surgió en abril de 1913, cuando las fuerzas revolucionarias tomaron la ciudad de Camargo, Chihuahua, defendida por el general Manuel García Pueblita y le dieron muerte, f) que es una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas les oyeron a unos músicos de rancho en una de las tantas incursiones por el estado de Sinaloa, g) que el mismo Arrieta encomendó al maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, que la escribiera e instrumentara, lo cual hizo puntualmente, h) que Adelita fue una hermosa y diligente enfermera, Adela Velarde Pérez, oriunda de Ciudad Juárez, Chihuahua, quien atendía a los heridos de la División del Norte, condecorada varias veces, y a la que se reconoció como veterana de la Revolución. Y siguen las versiones... También “Adelitas” o “soldaderas” fueron nombres que por lo común se dieron a las mujeres que seguían en campaña a los revolucionarios de la División del Norte y participaron en la Revolución, en los contingentes militares de los distintos grupos revolucionarios. Muchas de ellas se emplearon como soldados, ayudantes, cocineras y enfermeras. Cada 20 de noviembre las niñas mexicanas se disfrazan de “Adelitas” como parte de las actividades para la celebración del Día de la Revolución Mexicana.
Por todas estas razones y por muchas otras, la “verdadera” Adelita (o, al menos, la que quedó en los sones y en los aires de la memoria colectiva) fue considerada oficialmente veterana de la Revolución el 22 de febrero de 1941 y miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962, habiéndosele otorgado una mención honorífica “por su labor altruista y desinteresada” y también una pensión vitalicia “mientras la interesada conserve su actual estado civil”. Recibió años después un homenaje como veterana de guerra. Aun así, con el paso del tiempo, esta gran soldadera fue olvidada y murió en la más completa miseria en los Estados Unidos, en 1971.
* Escritor, docente universitario.
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