Sábado, 7 de junio de 2014 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Siempre he sostenido que la Verdad finalmente triunfa, aunque pasen muchos años. En la contratapa anterior escribí que Alemania había puesto a disposición del público los documentos oficiales entre el gobierno alemán y la última dictadura militar sobre la desaparición de personas. En los mismos se comprueba que al país europeo le interesaban mucho más los negocios que se hacían con los militares argentinos –entre ellos los de armas– que la Etica.
Ahora se ha dado un segundo paso de esa conducta. Altos funcionarios alemanes han reconocido que en aquella época no hicieron nada para salvar la vida de la joven alemana Elisabeth Käsemann, “desaparecida” por la brutal dictadura de los militares argentinos.
Esas declaraciones aparecen en el film documental alemán Elisabeth Käsemann, que acaba de estrenarse en Alemania.
Me toca muy a fondo este caso. Estando en el exilio fue uno de los temas por el cual más luché. Cuando circuló la noticia en Alemania –donde vivía en ese momento– de que había “desaparecido” la joven estudiante alemana Elisabeth Käsemann en Buenos Aires, nos pusimos a trabajar para que el gobierno alemán hiciera las reclamaciones necesarias a fin de protegerla. Fuimos tratados en aquella ocasión con absoluta frialdad por miembros del gobierno del primer ministro Helmut Schmidt (de la socialdemocracia). Hasta que finalmente se comprobó que los militares argentinos la habían asesinado alevosamente. Las gestiones fueron múltiples, apoyadas por los organismos germanos de derechos humanos y por las autoridades de la Iglesia Evangélica alemana, ya que dicha prisionera era hija de un pastor protestante muy conocido en Europa por sus escritos.
Pero el gobierno alemán no hizo ningún esfuerzo. Hasta que llegó la noticia que había sido acribillada a balazos por la espalda poco después de ser sacada de la cárcel. El gobierno alemán no presentó ninguna protesta ni exigió ninguna investigación. Por su parte, la dictadura militar hizo aparecer como si la joven mujer fuera una peligrosa guerrillera. Elisabeth Käsemann era estudiante de sociología y se dedicaba en Buenos Aires a estudiar el caso de nuestras villas miseria y dar ayuda a sus habitantes. Había sido detenida y el gobierno alemán hubiera tenido suficiente tiempo para lograr liberarla y trasladarla de regreso a su país natal. Pero no hizo nada.
Lo acaba de reconocer en el film alemán nombrado nada menos que un ministro de gobierno de aquel entonces, Klaus von Dohnanyi. Es que justo en esos días el equipo de fútbol de Alemania jugaba un partido con la Selección Argentina. Y funcionaba como el primer escalón al Campeonato Mundial de Fútbol que se realizaría en Buenos Aires.
El documental informa además que el 22 de marzo del ’77 Amnesty International señaló, en base a declaraciones de una ex prisionera, que Elisabeth había sido secuestrada y enviada a un campo de concentración. Hizo esta acusación ante el ministro de Relaciones Exteriores alemán, pero éste no tomó ninguna medida. Luego de 37 años de silencio el otrora ministro habló ante la televisión y dijo que “hubieran bastado dos llamados telefónicos de ese ministerio a la dictadura militar argentina para salvar a esa joven mujer”. Además, añadió el ex ministro: “cuando yo veo hoy el libro de actas del caso de la joven Käsemann, queda claro que era falsa la calificación de terrorista, ella era una pacifista interesada por lo social y no se la podía sospechar de terrorista”. Esto lo dice hoy el ex ministro. Un poco tarde.
También hablan en el film jugadores alemanes que concurrieron a jugar a Buenos Aires con el seleccionado argentino a pesar de la dictadura militar y de la de-saparición en ese país de ciudadanos alemanes. El arquero alemán Sepp Maier declara que se hizo porque la Argentina había ayudado con su voto y el de otros países latinoamericanos para que el próximo Mundial de Fútbol se jugara en Alemania. Sepp Maier dice hoy ante las cámaras: “Ese arreglo fue una gigantesca porquería”. El silencio ante el crimen por un arreglo mezquino.
El ex ministro alemán von Dohnanyi agrega: “Yo mismo me pregunto: ¿por qué no tomé alguna decisión. Yo estaba con mi cabeza con los problemas de Europa. Pero en esos casos de derechos humanos hay que estudiarlos e intervenir. Aún más –agregó–, se hubiera podido hacer fuerza para no vender armas a la dictadura argentina y no otorgarle préstamos financieros”.
Como decimos. Elizabeth realizaba trabajo social en las villas miseria de Buenos Aires. Y con la inglesa Diana Austin ayudaba a los perseguidos por la dictadura. “Por eso –agrega el ex ministro– sería un error poner a Elisabeth en la lista de terroristas. Ella era una mujer preparada especialmente en el trabajo social de ayuda a los necesitados.” Por su parte, el diputado socialdemócrata alemán Klaus Thusing acusa directamente al ex ministro de “impedir todo acto oficial para salvar a la prisionera de la dictadura”. Y agrega que, “por ejemplo, se hubiera podido dejar de lado el partido de fútbol entre los dos seleccionados para exigir la libertad de Elisabeth”.
El juez argentino Rafecas señala en el film: “si el gobierno alemán hubiese protestado, la dictadora habría dado seguramente la libertad de Elisabeth Käsemann”.
Todas pruebas de cómo gobiernos democráticos negocian tratados de comercio con las peores dictaduras. Una conducta que explica porqué esas dictaduras también se sostienen por lo actuado por los países que se dicen democráticos.
Recuerdo cuando fui al cementerio a visitar la tumba de Elisabeth, una vez que sus restos fueron descubiertos en una sepultura masiva y trasladados a Alemania. Fui con sus padres. El dolor profundo de ellos. Mi vergüenza como argentino de que eso hubiese ocurrido en mi patria.
Cada vez que se cumpla un aniversario del asesinato de ella –que figura como un “tiroteo” en los diarios de Buenos Aires–, la Embajada de la Argentina en Alemania debería depositar una corona de flores en la tumba de la joven mujer que viajó hacia nuestras tierras a ayudar a nuestras madres y niños pobres y encontró la muerte.
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