Sábado, 7 de junio de 2014 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein
La creación de una nueva secretaría en el ámbito del Ministerio de Cultura generó una metralla de ironías, comentarios socarrones y algunas críticas. El nombre es un poco pomposo, pero los desprecios apuntaron al fondo de la cuestión y la mayoría, con mucha ignorancia. Hubo quienes le auguraron al nuevo secretario, el filósofo Ricardo Forster, un descenso fulminante del mundo académico al de la plebe. En algunos ámbitos la palabra “nacional” eriza los pelos, se la relaciona con los “flor de ceibo”, como se les decía despectivamente a los intelectuales peronistas “porque crecen en cualquier parte” y no son “cultivados”. Son expresiones de otros tiempos en que se despreciaban las formas de pensamiento que trataban de vincularse con los movimientos populares. La cultura argentina tiene un rasgo dominante a izquierda y derecha, desde liberales a conservadores.
“No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él... Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos de su país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante en un pueblo nuevo quiere decir creador.” No era Sarmiento el que escribía así. Era José Martí, que publicó Nuestra América en parte como respuesta a la Civilización y barbarie de Sarmiento. “Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido”, decía Sarmiento para quien la civilización estaba expresada en Europa y en Norteamérica y la barbarie en América latina y el resto del mundo. Son dos visiones de la misma realidad, la de Martí y la de Sarmiento.
Sarmiento era “nacional” porque había nacido en Argentina. José Martí no, porque era cubano de origen español. El pensamiento no tiene nacionalidad. La génesis cultural argentina se desarrolló bajo la poderosa impronta del pensamiento sarmientino: una cultura “nacional” que renegaba de lo “nacional”. Casi todos sus análisis eran etnicistas y supremacistas, planteaba la supremacía de europeos y norteamericanos sobre indios, criollos, mestizos y españoles, etnias, culturas y nacionalidades que formaban la Nación Argentina. Sarmiento era “nacional” porque había nacido en Argentina, pero cuando se expresaba despectivamente de indios y criollos, de sus costumbres y hasta de su aspecto físico, nadie puede decir que su pensamiento reivindicara esos caracteres que también eran “nacionales”. Se puede decir que Sarmiento era “nacional” por su origen, pero que el contenido de su pensamiento no era “nacional”.
En Nuestra América, José Martí dice que “ni el libro europeo ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio y los países venían cada año a menos (...) De nuestra América se sabe menos de lo que urge saber, aun por aquellos que fungen de opinadores en las cosas públicas y celebran a los Estados Unidos con tanta pasión como la que ponen en denigrar a los demás pueblos de América”. Martí no era “nacional” porque no había nacido en Argentina, pero reivindicaba los componentes culturales nacionales, en este caso, de los pueblos que componían la Nación Latinoamericana. Era un extranjero que tenía un pensamiento “nacional”. De alguna forma hay que llamarlo y no es por el origen, sino por sus contenidos.
Con el pensamiento marxista o de izquierda hubo un proceso parecido. José Carlos Mariátegui era peruano, no era “nacional”, pero decía que el socialismo se construía a partir de las experiencias de las culturas originarias latinoamericanas, de las comunidades ayllu incaicas. Victorio Codovilla y Juan B. Justo fueron los fundadores en Argentina del Partido Comunista y el Socialista, respectivamente. Codovilla era uno de los dirigentes más importantes de la Komintern, que era controlada por la URSS. Primero era de la Komintern y después del PCA, y de hecho, sus restos quedaron en el Kremlin de Moscú. Su pensamiento se enfocaba desde Moscú para mirar a la Argentina, e incluso para mirar Latinoamérica, donde la Komintern se opuso a la lucha de Augusto Sandino en Nicaragua y al gobierno nacionalista de Lázaro Cárdenas en México, entre algunas de las causas populares que molestaban a la URSS. Juan B. Justo era un admirador de los Estados Unidos y pensaba que cuando ese país invadía a otro latinoamericano, estaba llevando el progreso. Mariátegui era peruano, no era “nacional” por origen, pero pensaba con ese contenido. Codovilla y Juan B. Justo, en cambio, eran argentinos, pero cada uno enfocaba su pensamiento desde otro centro de interés o punto de vista.
Sin embargo, entre los comunistas hubo pensadores como Rodolfo Puiggrós, que tenía una visión “nacional” opuesta a la de Codovilla. Y lo mismo en el socialismo, donde Manuel Ugarte tenía una mirada antiimperialista y latinoamericanista opuesta a la de Juan B. Justo. Puiggrós y Ugarte fueron expulsados de sus partidos, donde primaron las otras miradas. Los dos se mantuvieron fieles a su pensamiento, lo que no fue obstáculo para que Perón designara a Puiggrós al frente de la UBA y a Ugarte como embajador. En esa idea nacional confluyen marxistas, cristianos, humanistas, radicales y otras corrientes de pensamiento.
El pensamiento “nacional” no es el pensamiento “argentino”. Sería como decir que los existencialistas vienen de un país que se llama “Existencia”. El pensamiento argentino es mucho más amplio y diverso. Dentro del pensamiento “argentino”, el pensamiento “nacional” siempre fue una minoría, quizá por esa poderosa impronta que le dejó Sarmiento y que termina de cuajar en el proyecto de Roca y la generación del ’80 y después en los decantamientos que se van produciendo en las izquierdas locales que asumen en forma íntegra y acrítica la carga sarmientina despreciativa de ese acervo cultural identitario. Las imágenes del “cabecita negra”, del “grasa”, o del “aluvión zoológico” que describen al obrero peronista se emparientan con algunas descripciones que hace Sarmiento del gaucho y los indios en el Facundo, civilización y barbarie.
En todos los países de América latina hay corrientes de pensamiento que expresan supremacías y que ocultan o justifican esquemas de dominación de clase o de preponderancia de culturas extranjeras. En países donde la inmensa mayoría es mestiza o de pueblos originarios, los funcionarios son blancos y la educación, las publicidades y los medios de comunicación promueven pautas y valores que relegan y desprecian a esas mayorías para que se asuman como inferiores. El primer gobierno originario de América latina es el de Evo Morales en Bolivia y tuvieron que pasar 200 años desde la Independencia.
En Nuestra América, José Martí no habla de supremacía de una identidad cultural sobre otra –como hace Sarmiento–, sino de la necesidad de que cada quien asuma la suya como comienzo liberador. Es el ABC. Las ideologías de dominación buscan que las mayorías se sientan inferiores para poder dominarlas. “Nacional” es una forma de definir la búsqueda de esos hitos de identidad para construir formas de relacionamiento igualitarias con otras identidades y formas culturales distintas.
Hay otro párrafo del escrito de Martí que dice: “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas”.
Lo nacional en América latina no tiene nada que ver con el franquismo, aunque usen el mismo adjetivo, ni con el ser nacional del militarismo. En América latina, lo nacional está relacionado siempre con sectores populares de obreros, campesinos, criollos, inmigrantes y pueblos originarios y con una idea de comunión latinoamericana. Cuando se habla de nacional y popular en América latina se piensa en esos términos. Pero en Argentina la academia está más acostumbrada a comparar todo con Europa y Estados Unidos.
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