Jueves, 14 de agosto de 2014 | Hoy
Por Adrián Paenza
Más allá de su relación con el gobierno actual, uno de los logros más espectaculares (y creo que indisputables) es el de haber distribuido en forma gratuita a través del plan Conectar Igualdad casi ¡cinco millones de computadoras!
Habrá que revisar la definición de lo que significa ser alfabeto. Cuando yo era niño (y muy posiblemente cuando usted también), bastaba con saber leer y escribir para que uno estuviera en condiciones de integrarse a la vida laboral y tener acceso a un empleo digno. La historia argentina (y mundial) está plagada de historias de gente que firmaba poniendo el dedo o imprimiendo su huella dactilar. No conozco las cifras de analfabetismo que había 50 o 60 años atrás, pero no parece que hoy sea un problema acuciante en el país. Claro: eso dependerá –una vez más– de lo que decidamos que sea un piso de mínima como para que todo niño tenga las mismas posibilidades que tuve yo (y quizás usted también). El objetivo, obviamente, es analfabetismo cero.
Pero hoy, retomando lo que decía más arriba, no alcanza con saber leer y escribir. Por supuesto que es necesario, pero es claramente insuficiente. Si tuviera que improvisar un conjunto de necesidades mínimas para considerar que una persona es “letrada”, diría que es imprescindible que sepa otro idioma (además del castellano, inglés o chino, para que no quede todo reducido a lo que nos llega del país del norte), pero también, conocimientos sobre cómo programar. Es por eso que no me voy a cansar de proponer que en todas las escuelas públicas primarias y secundarias, así como es obligatorio estudiar matemática, lengua, historia y geografía, saber programar tiene que estar en la misma categoría.
Creo que sé lo que está pensando: ¿y quiénes van a enseñar a programar? Lo sé. Entiendo el problema y desde hace tiempo también que andamos a la búsqueda de soluciones, incluso como la que propuse hace un tiempo sobre la “Educación Horizontal” 1.
Pero ahora me corro un poco de lo que estaba escribiendo y quiero proponerle pensar un problema sencillo pero hiperatractivo y que tiene que ver con niños, escuelas, computadoras. Es un problema que se resuelve usando solamente su capacidad para razonar y es por eso que me parece muy interesante. Acá va.
Suponga que en una clase hay 33 niños y que en total hay 10 netbooks que van a compartir. Por razones casi obvias, lo mejor sería que cada niño tuviera una computadora para poder usar y no tener que compartirla, pero hagamos de cuenta que el docente ha decidido poner una restricción: como máximo, cada computadora puede ser utilizada por cinco niños al mismo tiempo. El maestro les propone a los estudiantes que decidan ellos cómo se van a distribuir. Pero les hace una advertencia que ellos deberán comprobar si es cierta (y, de paso, le sugiero que piense usted si el docente tiene razón o no): “Verán ustedes que hagan la distribución que hagan, inexorablemente habrá por lo menos cinco de las computadoras que tendrán que compartir tres niños o más”.
Es decir, el docente dejaba que los niños eligieran con qué compañeros se juntarían para usar cada netbook, pero siendo 33 niños, 10 computadoras y permitiendo que como máximo hubiera cinco niños por aparato, eso obligaría a que en por lo menos cinco computadoras debería haber tres niños asignados (o más). ¿Quiere pensar usted por qué? O, en todo caso, quizá sea útil que usted se proponga elaborar una estrategia que demuestre que el maestro no tenía razón. Haga la prueba y verá lo que sucede. Yo sigo acá abajo.
¿Será verdad lo que dijo el docente? ¿Cómo hacer para comprobarlo? Es decir, está claro que no vamos a intentar todas las combinaciones posibles de niños y computadoras. No es que no se pueda, pero eso sería una tarea tediosa e innecesaria. ¿Qué otra idea podríamos utilizar? Y acá es donde la/lo invito a pensar junto conmigo.
Tratemos de “desafiar” lo que dijo el maestro. O sea, nuestro objetivo es distribuir los niños de manera tal que a lo sumo sean cuatro las computadoras que tengan tres o más niños alrededor de ella. ¿Por qué cuatro? Porque él dijo que no hay manera de distribuirlos sin que haya por lo menos cinco computadoras con tres niños o más.
Elijamos entonces cuatro computadoras cualesquiera y asignémosles a esas computadoras cinco niños a cada una, ya que ese es el máximo número de estudiantes que puede tener asignada cada una. Una vez hecho esto, habremos distribuido ya 20 niños de los 33 que teníamos originalmente.
Ahora bien: ¿qué hacer con las seis computadoras restantes? Alrededor de ellas querría que hubiera –a lo sumo– dos niños. ¿Por qué? Es que como quiero desafiar lo que dijo el maestro, no puedo permitir que haya más de cuatro con tres niños (o más). Por lo tanto, asigno dos niños por cada una de las seis computadoras que no utilicé hasta acá. Eso significa que resuelvo el problema de doce estudiantes más.
Pero, como usted advierte, por un lado, asigné 20 estudiantes a cuatro computadoras, y después 12 niños a las seis que restaban. En total, suman 32 alumnos. ¿Entonces?
Bueno, entonces estamos en un problema, porque todavía ¡nos queda un niño sin asignar! (le recuerdo que eran 33). Y como usted advierte, no hay ningún lugar disponible sin romper las reglas. Si agrego un niño más a las primeras cuatro computadoras, habría seis alrededor de una de ellas, lo que violaría el tope máximo de cinco. Si agrego un niño más alrededor de alguna de las seis pantallas restantes, entonces, esa computadora pasaría a tener tres estudiantes asignados y por lo tanto, sumaría una computadora más con tres niños (o más).
Resumen: con 33 niños y 10 computadoras, aún con una restricción de cinco estudiantes por aparato, no es posible distribuirlos sin que en cinco de ellas haya tres alumnos o más. El maestro tenía/tiene razón.
Me gustaría sacar una conclusión más. La matemática permitió que uno no tuviera que escribir todas las distribuciones y combinaciones posibles, sino que un análisis como el que figura más arriba nos ahorró el sufrimiento. Por supuesto, este caso es muy sencillo, ya que el número de niños y de computadoras es manejable y, por lo tanto, se podría haber encarado manualmente, pero ¿se imagina lo que sería tener que distribuir las computadoras en todas las escuelas de un país tratando de respetar ciertas restricciones?
Como escribí más arriba, lo ideal es tener una computadora por niño, y, hasta donde sé, ese objetivo está en camino de cumplirse. Creo que vale la pena celebrarlo.
1 http://www.pagina12.com.ar/diario/contra tapa/13-219587-2013-05-09.html
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