CONTRATAPA

Lo durable

 Por Mario Goloboff *

Parecen leyes físicas, de los materiales: la de la estabilidad, la de la persistencia, la de la durabilidad, la de la resistencia. Pero las vivencias políticas del último más de medio siglo en América latina y en la Argentina nos permiten ver que estas palabras son también preceptos institucionales, por los cuales debe lucharse, para impedir su violación, su alteración.

Ciertos hechos históricos y dramáticos de ese tiempo han dejado su huella en el alma de los pueblos americanos: el aplacamiento de la revolución mexicana, el angostamiento de la Revolución Nacional en Bolivia, la caída de Jacobo Arbenz en Guatemala, la invasión de la República Dominicana (para evitar, Lyndon Johnson dixit, “una segunda Cuba”), el golpe contra João Goulart, el derrumbamiento de la experiencia socialista en Chile y el consiguiente asesinato de Salvador Allende y de miles de sus compatriotas.

Y aquí, desde el derribo de Juan Domingo Perón, pasando por el ahogo de las experiencias amañadamente democráticas, progresivas y contradictorias de Arturo Frondizi y de Arturo Illia, hasta la de Raúl Alfonsín (sin hablar de la catástrofe que representó la última dictadura cívico-militar), han ido creando una especie de acostumbramiento a las magulladuras, embestidas, hostigamientos, cimbronazos, sacudones, a los que ninguno de los nombrados fue inmune.

Frente a tal panorama (“vestigios” podríamos llamarle, de la vida política en el continente y en la Argentina) no puede dejar de notarse el singular hecho de la sobria y aguzada resistencia, pugnacidad, firmeza actual del gobierno constitucional en el resguardo de las convicciones, su no ceder, su no cambiar de rumbo, como empujan siempre los poderosos del sistema. Por lo cual éstos denuncian, insistentemente, que aquél elige y mantiene “la confrontación”, cuando no es más que la defensa irrestricta e indoblegable de principios.

Por sobre ello y además de ello, a la idea de convertir al otro en la patria (una idea magnífica y audaz de la otredad y de la identidad, personal y nacional) habría que agregar el innegable embanderarse los jóvenes con el kirchnerismo: se ve esta transferencia, hecha y sustanciada en la multitudinaria participación de los miles de muchachas y muchachos que irrumpen en las plazas, los sitios de la manifestación pública, la escena política, y que testimonian la durabilidad, la continuidad de la experiencia.

La fina y sabia Marguerite Yourcenar, hablando de la imagen de las ruinas antiguas, dice que el observarlas “no desencadena una amplificación sobre la grandeza y la decadencia de los imperios y la inestabilidad de los asuntos humanos, sino una meditación sobre la duración de las cosas o su lento desgaste, sobre la opaca identidad del bloque que continúa en el interior del monumento su larga existencia de piedra”.

Es algo que no pueden alcanzar a percibir la insípida, irresoluta oposición partidaria, ni la enceguecida oposición mediática: esa presencia durable, continuada, persistente, de los “fundamenta”, de los cimientos, de las bases de un proceso colectivo. Sólo una mirada profundamente materialista de la vida y de la historia puede permitir ver esto, “la inerte energía mineral y el irrevocable Tiempo”.

* Escritor, docente universitario.

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