CONTRATAPA
No se olviden de Afganistán
Por Heraldo Muñoz *
El abandono internacional de Afganistán convirtió al país en un paraíso del terrorismo durante la década del ‘90. Estados Unidos le prestó atención hasta la salida de las tropas soviéticas en 1989. Con el fin de la Guerra Fría, la atención del mundo se orientó a otros lugares, facilitando que Afganistán se convirtiese en un campo de entrenamiento para Al-Qaida y la virtual cuna de una red global de terrorismo responsable de los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001. Hoy en día, cuando la atención de Estados Unidos y de la comunidad internacional se concentra en Irak, existe el peligro de que Afganistán no reciba todo el respaldo necesario para erradicar la amenaza de los talibanes y para asegurar un proceso político estable que conduzca a la democracia. Como presidente de la misión del Comité de Sanciones contra Al-Qaida y los talibanes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, durante una reciente visita a Kabul fui testigo del momento crítico que vive Afganistán en su reconstrucción y normalización. La amenaza de los remanentes de los talibanes continúa e incluso estaría aumentando.
Autoridades del gobierno y representantes del programa de Naciones Unidas (Unama) con quienes hablé, indicaron que la primera y más importante de las tres principales fuentes de inestabilidad para el gobierno de transición del presidente Karzai es el terrorismo y la intensificación de la actividad de los talibanes, en particular en el sur del país. La segunda fuente de inestabilidad, especialmente en el norte, es el violento faccionalismo impulsado por individuos y grupos que entorpecen la labor del gobierno central. La tercera es la creciente producción de opio y la alianza entre narcotraficantes y los talibanes.
Para enfrentar todas estas amenazas es urgente apoyar la creación de un Estado fuerte y viable, capaz de llegar a todo el país y de eliminar o reducir el faccionalismo, el poder de los “señores de la droga” y el terrorismo. En otras palabras, una autoridad civil central débil significará perpetuar la inseguridad e incrementar las amenazas. Por ejemplo, el camino en construcción entre Kabul y Kandahar simboliza la proyección nacional del Estado central y es precisamente por eso que los talibanes están atacando al personal que trabaja en esa obra pública.
La reciente decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de expandir la Fuerza Internacional de Seguridad para Afganistán (ISAF) más allá de Kabul, bajo liderazgo de Alemania, fue muy bien recibida por el gobierno y por el pueblo de Afganistán. Tal expansión, inicialmente concebida puramente en términos de seguridad, puede ahora ayudar a extender la autoridad del estado –representada por el Ministerio del Interior, la policía y el nuevo ejército–, contribuyendo indirectamente a reducir la inseguridad.
La gran cantidad de armas provenientes de guerras previas y de ejércitos privados, que todavía existen en el país, subrayan la importancia del programa de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR), que conduce Naciones Unidas. La ONU ha acordado apoyar un programa DDR para cien mil milicianos, aunque las autoridades afganas afirman que muchos más requieren ser desarmados. El desempleo será el desafío más complejo que deberá enfrentar este programa DDR.
La expansión de ISAF, junto con la provisión de entrenamiento para la policía y el ejército nacional, parecen el camino más adecuado para controlar la infiltración de los talibanes y el poder de los “señores de la guerra” cerca de las fronteras. Durante mi visita, un ministro afgano indicó que la expansión de ISAF hacia las principales ciudades proporcionaría una “presencia psicológica” y daría credibilidad al proceso eleccionario.
Las elecciones presidenciales y legislativas programadas para junio del 2004 representan un desafío mayor. Aunque la redacción de la Constitución ha sufrido retrasos, se encuentra ya en su etapa final; mucho más alarmante es la demora en el proceso de registro electoral, ocasionada por el lento flujo de los recursos para la organización de las elecciones y los obstáculos de seguridad para el reclutamiento de personas para realizar el registro electoral a lo largo del país.
Afganistán es un Estado musulmán involucrado multilateralmente con la comunidad internacional. De hecho, su gobierno aspira a una expansión del compromiso internacional y de Naciones Unidas en el país, y no a una reducción.
Sin embargo, dado que Afganistán ha sido ignorado por tantos años, y que hoy la atención mundial se centra en Irak, los problemas se han profundizado y serán más difíciles de resolver. Con todo, las autoridades afganas creen que la cooperación con la comunidad internacional y Naciones Unidas es esencial para proporcionarles el apoyo crítico, así como la esperanza necesaria para enfrentar sus grandes desafíos. Estados Unidos, Naciones Unidas y la comunidad internacional no deben perder la oportunidad de hacer de Afganistán un ejemplo de multilateralismo exitoso.
* Embajador de Chile ante Naciones Unidas. Visitó recientemente Afganistán en su calidad de presidente del Comité de Sanciones contra Al-Qaida y los Talibanes del Consejo de Seguridad la ONU.